Los 'nochebuenos' navideños

16/04/2022 - 11:35 Luis Monje Ciruelo

En la mayoría de los pueblos, las amas de casa, con la ayuda de los hombres, encienden después de comer el día de Nochebuena, el llamado “nochebueno”. Es un grueso tronco que permanece en la lumbre hasta que se consume. Artículo publicado el 22 de diciembre de 1964. 

Las fiestas navideñas alcanzan su mejor conmemoración en la intimidad del hogar. En el campo, al que quiero referirme exclusivamente, las peculiaridades son distintas que en la ciudad. Las familias campesinas se congregan estos días en torno al fuego, que se hace así eje y núcleo de la festividad.

Son ya muchos los pueblos en los que la elevación del nivel de vida y el cambio de costumbres, va arrinconando poco a poco la clásica cocina rural, de anchurosa campana y ennegrecido llar, para dejar paso a la cocina económica o de petróleo o butano. Sin embargo, en lo pueblos serranos, que son casi todos los de la mitad septentrional de la provincia, la amplia cocina de gruesos troncos de leña y poderosas ascuas constituye todavía el centro y el eje de la vida diaria. En torno a la lumbre se congregan todos los miembros de la familia para calentarse, para conversar y para comer, a veces en una mesa pequeña, no mucho mayor que un taburete, para no poner obstáculos al calor de las llamas.

Con mayor razón la lumbre congrega la noche de Nochebuena a todos. Si de ordinario arde una gran fogarada en el hogar, mayor es todavía la de esta señalada noche. Y esto es así, no sólo porque lo requieren los guisos extraordinarios que se preparan, sino también por seguir la tradicional costumbre que desde tiempo inmemorial impera en gran parte de la provincia.

En la mayoría de los pueblos, las amas de casa, con la ayuda de los hombres,  encienden después de comer el día de Nochebuena, el llamado “nochebueno”. Es un grueso tronco, generalmente de encina u otra madera dura, que permanece en la lumbre hasta que se consume, lo cual sucede al cabo de varios días de arder o quemarse ininterrumpidamente. Se enciende con anticipación para que a la hora de la cena de Nochebuena puedan obtenerse de él los “ascuarriles” necesarios para los asados y fritangas de la noche. El “nochebueno”, o “arrimador”, como también se llama en algunos pueblos, no puede ser de pino, porque ardería demasiado aprisa y no haría ascuas.

Durante el año suelen guardarse los troncos más gruesos para seleccionar entre ellos el “nochebueno”. Un “nochebueno” que merezca la pena tiene que durar, constantemente encendido, desde la tarde de Nochebuena hasta el tercer día de Pascua, aunque no es raro el que llega desde el día 24 al primero de enero. Para que el grueso tronco no se apague ni arda excesivamente deprisa, durante la noche y los ratos en que sus servicios no son necesarios, se cubre con ceniza la parte en combustión, y así no hay más que retirarla y soplar un poco para reavivar las ascuas y prender los tallos secos y ramas que se le acerquen. De esta forma, en cualquier momento hay lumbre, pues basta golpear con unas tenazas la parte incandescente para disponer de hermosas ascuas.

Es posible que este fin utilitario sea el que ha dado lugar a esta costumbre del “nochebueno”, teniendo en cuenta que los excesos gastronómicos de estos días obligan a estar guisando a todas horas. En la duda, me limito a dejar constancia de esta tradicional costumbre característica de las Navidades de muchos pueblos de la provincia, por si acaso es, dentro de no muchos años, sólo un motivo de evocación y de recuerdo.