Los retos de la iglesia diocesana

Gran puesta en escena este domingo para dar inicio a la apertura de las asambleas sinodales de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara en las que participarán 190 personas, que recogieron sus credenciales.  Más allá de los grandes actos lo relevante es el hecho. Un sínodo es algo que ocurre rara vez siendo el mayor legado que deja don Atilano después de 11 años de buena labor pastoral. Significa enfrentarse cara a cara a la realidad de los tiempos, escuchar al Pueblo de Dios, fomentar su corresponsabilidad en la tarea de la Iglesia, reflexionar sobre los problemas y sus posibles soluciones. Hay que agradecer la valentía de los responsables de nuestra diócesis para someterse a examen, dispuestos a caminar junto a los feligreses, así como poner en valor la implicación de los que se embarcan en esta misión. 

  Son variados los grupos sinodales y los temas a tratar en un momento en que gran parte de la ciudadanía vive al margen de la doctrina social de la Iglesia, que sufre una crisis de vocaciones. Con estos mimbres toca hacer nuevos planteamientos,siempre conforme al Evangelio pero también sabiendo entender las sensibilidades de la gente porque la vida cambia, a mejor o a peor según que cosas, pero ningún gobierno o institución puede quedarse en el pasado. La iglesia, que lleva a cabo una gran función caritativa llegando a donde no llegan las políticas públicas de ayuda a los más vulnerables, tiene en la referencia de Jesucristo su aval porque predica justicia social, caridad, igualdad, empatía con el que sufre, en definitiva amor a los demás, pero debe adaptar este mensaje al siglo actual, mejorando su comunicación, atendiendo a lo que se concluya en este Sínodo, que se convierte en una oportunidad de mejora para el bien de la colectividad porque nadie duda del valor y de la importancia de una iglesia cercana como instrumento para la construcción de un mundo mejor.