Noche de versos. Quince años de versos y emoción en Torija

27/07/2025 - 12:16 Marta Marco Alario

La noche del pasado 18 de julio, la Plazuela de la Iglesia de Torija volvió a transformarse en un templo al aire libre, no solo de piedra y belleza, sino de palabra y emoción. 

Se celebró, como ya es costumbre y casi milagro, la decimoquinta edición del recital “Noche de Versos”, un encuentro poético que, lejos de disiparse con el paso del tiempo, se consolida como uno de los hitos culturales más entrañables y esperados de la comarca. Y no es azar ni costumbre lo que lo mantiene vivo; es voluntad, es arte, es comunidad y es, sobre todo, Jesús Campoamor.
Pintor, escritor, agudo, inteligente, alma inquieta y generosa, Campoamor lleva quince años regalándonos este espacio para la emoción compartida. A su lado, como siempre, la complicidad silenciosa pero imprescindible de Delia, y el respaldo constante del Ayuntamiento de Torija, con Álvaro, su alcalde, como testigo y partícipe de esta liturgia de la palabra. Porque esta “Noche de Versos” no es un evento, es un acto de fe en la poesía, en su capacidad de convocar, de conmover y de resistir.
Los nombres que se alinearon frente al micrófono dan cuenta de la altura del encuentro: Jesús de Andrés, Gloria Celada, Jesús Orea, Carlos Doñamayor, Juan Carlos Pérez Álvaro, Carmen Peña, el párroco Jesús Sánchez y quien firma estas líneas, tejimos, verso a verso, un tapiz de emociones y memorias. Lo hicimos, como cada julio, bajo la tutela amable y rigurosa de Carmen Niño, maestra de ceremonias, centinela de los silencios necesarios, directora de esta orquesta sin partitura donde la palabra es melodía y el silencio, pausa necesaria.
El momento más hondo, quizá el más frágil y hermoso, lo protagonizó el propio Campoamor. Su voz se quebró, como se quiebra el alma cuando la emoción la desborda y fue entonces cuando el aplauso no mecánico, no de compromiso, sino sincero, cálido, necesario– rompió ese silencio que dolía de tan verdadero. Aquel instante nos recordó, con una claridad punzante, que la poesía no se dice, se vive; no se recita, se atraviesa.

Foto de familia de los intervinientes.
Como cada año, la velada contaba con el soneto de José Antonio Alonso Gamo en esa placa de la Iglesia, escoltada por esos dos cipreses que nos remiten a Quijote y Sancho, piedra angular de esta ceremonia, eco inicial que convoca a los demás versos como campana que llama a misa. Y como cada año, el público fiel llenó la Plazuela, confirmando que, aunque la poesía no sea el género de las masas, sí lo es de las almas que aún se conmueven.
La música, esa hermana de la palabra, no faltó. Javier Jiménez, a la guitarra, interpretó “La Llorona” con una intensidad que evocaba a Chavela Vargas, y su voz –o quizás su espíritu– nos hizo recordar que la poesía, como el llanto, como el amor, no siempre necesita explicación, sino espacio.
Quince años no son poco. Son historia. Son raíces. Y esta “Noche de Versos” no solo es un acto de celebración estética, sino un ejercicio de resistencia emocional y cultural. Campoamor sigue apostando, contra toda inercia y olvido, por la belleza de la palabra. Y nosotros, cada julio, acudimos, obedientes a esa cita con lo que no muere: el temblor del verso que no deja de ser el temblor del alma.
Porque en Torija, desde hace quince años, la poesía tiene casa. Y corazón.