Oportunidad de vida en Durón, Cifuentes y Masegoso
Agricultura, ganadería y venta ambulantes son algunos de los trabajos de quienes viven en estos municipios
Libertad y un bello entorno natural, principales atractivos para los vecinos de Durón
Conocer la realidad del mundo rural es algo fundamental a la hora de plantearse si vivir o no en un pueblo. Ser consciente de los sacrificios que muchas veces es necesario hacer, las grandes inversiones económicas que requiere montar un negocio o explotación y la frecuente falta de servicios que puede darse según la zona de que se trate son aspectos a tener en cuenta antes de tomar una decisión. Pero, siendo consciente de “los dos pesos de la balanza”, como indica José Luis Delgado Laguna, agricultor y vecino de Durón, “en el pueblo se vive muy bien si superas todos esos retos”.
José Luis, que creció a caballo entre Mandayona y Matillas, se ha dedicado a la agricultura desde que era joven, cuando comenzó ayudando a su padre con los olivos, “sin tener mucha idea”, asegura. Pasados los años, este vecino de Durón, que también sabe lo que es vivir en ciudades como Guadalajara y Madrid, cuenta con su propia explotación agraria, labor que compagina con la apicultura; cuya miel venden él y su mujer, Gloria, por la zona. “Al principio mi hermano se encaprichó con poner un par de ellas. Yo pensaba más en la agricultura y los invernaderos pero me fui picando y hasta ahora”, destaca. José Luis cuenta que han llegado a tener “hasta 300 colmenas”; que ahora se han visto reducidas a un centenar a causa de la varroa. “Bajan la producción, colapsan y mueren”, explica. “No hay ganadería que aguante eso; la colmena cuando va bien se puede vivir de ella pero cuando va mal, va muy mal”, señala.
José Luis también se dedica a la plantación de olivos, almendros, cereal y huerta. “Aquí te montas la vida de otra manera; sacas la comida de tu huerto o la calefacción con la leña”, observa. “Lo he compaginado con otros trabajos, montando escenarios, en incendios, en ayuntamientos... De todo lo que te puedas imaginar”, sonríe. Recuerda que “los que estamos aquí estamos encantados pero el campo no tiene nada de platónico; faltan opciones para trabajar, no hay vivienda de alquiler, los servicios son los que son...”. Pese a las dificultades, José Luis asegura convencido que “los que llevamos esto en el cuerpo es la forma de vida lo que te engancha”.
Diversificar
Para vivir en un pueblo de menos de 50 habitantes, lo cierto es que Juan Antonio Martínez, natural y vecino también de Durón, siempre se ha sacado las castañas del fuego. Cuenta con una amplia experiencia laboral en distintos sectores -hostelería, ocio y transporte- que siempre ha desempeñado en los alrededores de su localidad natal.
Conocedor también de los entresijos de la gran ciudad -estuvo una temporada viviendo en Madrid- Juan no alberga ninguna duda cuando se le pregunta por la posibilidad de regresar a la capital. “No volvería ni aunque me pagasen”, afirma. “Tenía mi trabajo en Madrid pero me salió una oportunidad para llevar el bar del cruce de aquí y, con los ojos cerrados, me vine para acá”, rememora. Después de ello regentó un picadero de caballos, al que, tras la crisis económica, le sucedió un empleo como conductor de autobuses a cargo de rutas escolares, cargo que ha desempeñado durante los últimos 14 años.
La tranquilidad y placidez del pueblo hace que, “a veces”, Juan necesite “interactuar un poco”. La solución es fácil ya que “Guadalajara está cerquita, así que lo que necesites puedes ir en el momento”, señala, a pesar de que las condiciones de vida en el pueblo no son nada fáciles pero, aún así, compensan con creces.
De la ciudad al campo
Laura Canalejas, una joven y nueva vecina de Durón, vino al pueblo a teletrabajar con la pandemia y, tras el cierre de la empresa donde trabajaba, encontró un empleo en la central nuclear de Trillo.
“He vivido en Madrid toda mi vida pero ahora estoy encantada”, afirma, en relación a un trabajo que le permite estar en contacto con la naturaleza y poder compaginar vida laboral y personal, aunque las relaciones sociales se hayan visto mermadas. Cuenta que, por las mañanas, debe ir con sumo cuidado en la carretera para ir a trabajar, “siempre me cruzo con algún animalito así que hay que ir despacio”.
Ante la falta de servicios de tipo sanitario, comercial o de transportes Laura asegura que “te acostumbras” a organizarte y a prescindir de necesidades ficticias que todos nos creamos, aunque aboga por una aplicación efectiva de la Ley de Despoblación.
El ganadero José Luis Ochaíta, una vida dedicada al mundo de los toros y caballos
Sabe lo que es vivir en la gran ciudad. José Luis Ochaíta de la Cruz -más conocido como Ochaíta y ganadero por vocación- decidió hace ya mucho tiempo que vivir en Madrid no era lo suyo y, después de casi 25 años residiendo en la capital, hace otro tanto que decidió probar suerte en el pequeño pueblo de Cifuentes, localidad natal de su padre. “Venir a Cifuentes fue una decisión personal; en contra de toda lógica”, reconoce este ganadero entre risas.
Gran apasionado del mundo del toro y del caballo, en el que lleva inmerso años al frente de su propia ganadería -Andrea Ochaíta-; este ganadero ha intentado mantener por todos los medios a sus animales, que han pasado -a causa de la pandemia- de casi 250 cabezas entre ganado bravo, manso, bueyes o caballos a principios del 2020 a quedarse reducida a casi una treintena de ejemplares. Pese a las dificultades, “estaba produciendo sin poder vender nada”, en alusión a las innumerables pérdidas que han sufrido explotaciones ganaderas como la suya, Ochaíta ha diversificado su negocio y, aparte de trabajar en otra finca cercana, colabora, de forma ocasional, en programas ecuestres, ofrece cursos de manejo natural y lleva por los pueblos sus propios espectáculos como Chiqui Bueyes, donde acerca y da a conocer el mundo de las reses a los más pequeños. “Vivir en un pueblo es estar vivo; vivir en una ciudad es sobrevivir”, opina. “En Cifuentes no hay atascos, no hay estrés; Madrid es perfecta para disfrutar un rato pero, en mi opinión, no es para vivir”, observa y puntualiza, con la total convicción de que “en los pueblos los niños se educan con mayor libertad y tienen una educación más integral”.
El hielo y el pan llegan a los pueblos de la mano de Fran
Cuando Francisco Miguel Santos Aznar, más conocido como “Fran”, decidió montar su propio negocio de reparto y distribución de hielo y pan por varios pueblos de Guadalajara hace ya más de siete años no imaginaba que Masegoso de Tajuña, el pueblo de su abuela, que “conocía de toda la vida” acabaría convertido en su casa.
Fran, que sabe lo que es vivir en una gran ciudad como Madrid, allá por el 99 decidió abandonar ésta última al surgirle una oportunidad laboral en la gasolinera del Área 103. Pero, pasados unos años, en mayo de 2015, el dueño de una empresa de reparto y distribución de hielo y de pan dejaba su negocio, abriendo así las puertas a que Fran y dos socios más decidieran hacerse cargo del mismo, lo que hoy se ha convertido en Fransan-Indusfrit. Así, los bares, panaderías y supermercados de muchos pueblos de laprovincia reciben el hielo y el pan gracias al reparto que hace Fran.
Inseparable de su furgoneta, recuerda cómo vino al pueblo “sin pensar más allá; no vine con la mentalidad de quedarme”. Ahora afirma estar encantado con un trabajo en el que “salgo por la mañana a hacer el reparto y no paro de ver gente en todo el día”. La tranquilidad de Masegoso que, a su vez, está “a un paso de Guadalajara o Madrid” hace que Fran ni se plantee volver a la capital, además de la motivación de “trabajar para uno mismo”. Este empresario señala que, a pesar de la innegable dificultad de encontrar un empleo o montar un negocio en el medio rural, “sí que hay posibilidades”.
Eso sí, reconoce que “para el que empieza un negocio el primer problema es el dinero; así que cualquier ayuda es bien recibida”, en relación a los incentivos recogidos en la recién entrada en vigor Ley de Despoblación de Castilla-La Mancha.