Otoñal
El otoño de las personas, el pórtico de la vejez, nos llega a algo más de la mitad de nuestra vida, como decía Dante.
Ahora, sí, ahora es cuando hay que cantar de verdad el “!Pobre de mí¡” de los pamplonicas, y no a mediados de agosto, como escribí al regreso del veraneo. Después de las fiestas de la capital y de los muchos pueblos que las celebran en septiembre es el momento de plañir cantando la famosa despedida de los sanfermines. Porque ahora sí que se han acabado las vacaciones y sus prolongaciones festivas, y ya estamos en el equinoccio que desemboca en el solsticio de invierno. Lo otoñal nos recuerda la caída de la hoja y la madurez que nos abandona, motivos ambos de melancolía y añoranza. Pero si el otoño de la vida es un tramo irreversible e inevitable, porque no alcanzarlo es mucho peor, también es cierto que ambos otoños nos brindan ocasiones y motivos para que sean más llevaderos. El otoño de la Naturaleza ofrece pocas sorpresas, aunque sea distinto en el valle que en la montaña, en la pradera o en el bosque. En su diversidad y en su colorido están las diferencias que lo hacen entrañable. El otoño de las personas, el pórtico de la vejez, nos llega a algo más de la mitad de nuestra vida, como decía Dante: “nel mezzo del cammin di nostra vitta”, por lo que lo añoraremos después. Además, hay en él muchos alicientes para más allá de la rasante de nuestra existencia. Y no hay por qué pensar, que es época de declive, de pérdida de vitalidad, porque la añoraremos después. Pero veo que me está saliendo el artículo demmasiado filosófico, cuando yo quisiera que fuera optimista. Esa propensión-que no tengo- para ver las cosas del lado más favorable es la que quisiera instilar en el ánimo de los depresivos que me lean. Para ello hay un refrán: escucha lo que digo y no mires lo que hago. Y digo que el compadecernos de nosotros mismos, como los navarros al terminar sus fiestas, puede ser un buen pretexto para cantar recuperando el espíritu juvenil, pero no para encenizarse la cabeza y pensar que el otoño es sólo murria y abatimiento. Así que vamos a enfrentarnos al otoño de la Naturaleza pensando que más allá del invierno habrá primavera, y que el saber vivir es más importante que el solamente vivir. Y no olvidemos que la cultura del ocio que hoy impera, nos ofrece, aún en otoño, mil oportunidades para paliar la monotonía vital y sus decaimientos. Aunque Gracián nos aconseja “no vivir apriesa” para disfrutar mejor de la vida. Y, en último extremo, pensemos con la Biblia que “quien solamente ama los placeres es un pobre hombre”.