Paco

14/01/2022 - 17:16 Jesús de Andrés

Conocí a García Marquina en mi adolescencia, a través de sus libros. Leí con avidez su Guía de los castillos de Guadalajara. 

La literatura es siempre un acto cargado de sentido, para quien lee y para quien escribe. Siguiendo los pasos de un libro, el Viaje a la Alcarria de Cela, Francisco García Marquina dio sentido a su vida, como lector y escritor, pero sobre todo, de principio a fin, como persona. Gracias a él llegó a Guadalajara, al valle del Ungría, a su molino de Caspueñas; como consecuencia de su influjo decidió ser alcarreño; cual viajero pateó la tierra, los valles, los páramos, la arquitectura negra y los castillos; y escribió, sobre todo poesía, para explicarse a sí mismo quién era. 

Conocí a García Marquina en mi adolescencia, a través de sus libros. Leí con avidez su Guía de los castillos de Guadalajara (“Guadalajara tiene una treintena de castillos para los viajeros sensibles a las piedras intencionadas”, decía), donde puso al día a Layna Serrano e hizo derroche de vocación castellana. En su Nacimiento y mocedad del río Ungría volcó su pulso lírico, exprimió su capacidad para la observación y el uso de las metáforas, desde las inevitables de tono manriqueño hasta las generadas por los molinos de su cauce. Ambos libros, leídos en su momento justo, me acercaron al personaje, al que, durante décadas, seguí a través de la prensa provincial y de sus libros de poesía, adquiridos casi siempre a destiempo a través de librerías de viejo.

Conocí a Paco en un acto de la Fundación Siglo Futuro. Acepté la amable invitación de Juan Garrido para presentar una de sus siempre interesantes conferencias. Al finalizar, cuando algunas personas se acercaron al conferenciante, él vino hacia mí y me felicitó por la que había sido una breve introducción. “Quiero que sepa que me ha gustado mucho su presentación, que ha sido lo mejor de la noche”. Él, claro, no sabía quien era yo, pero yo sí le conocía a él, y así se lo hice saber. Llámame Paco, me dijo, y Paco fue desde entonces. Posteriormente tuve el honor de contar con él como profesor en numerosas actividades y cursos celebrados en la UNED: sobre Manu Leguineche, sobre Cela y su obra, sobre viajes y rutas literarias. En sus intervenciones siempre mezclaba el rigor con el humor, su autoridad intelectual con la humildad que lo caracterizaba. Fue el mejor ejemplo de que la sabiduría y la virtud no tienen por qué estar reñidas. Cultivó la literatura en todos sus géneros, sobre todo la columna periodística y la poesía. Hace tiempo dejé escrito, porque así lo considero, que García Marquina ha sido el poeta alcarreño de mayor recorrido poético y continuidad en el tiempo. Ahí están sus libros para demostrarlo. Supo vivir su vida, segada antes de tiempo, en su molino de Caspueñas, con Cela y sus amigos, cerca de las terreras del Henares. Vivirá su muerte siempre joven.