Los espacios naturales de la región se 'visten' con los colores del otoño

02/11/2022 - 16:06 Redacción

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Inmersos de lleno en la estación otoñal, una de las mejores épocas para disfrutar del senderismo en Castilla-La Mancha, no dejes pasar ninguna oportunidad para calzarte las botas, llenar la mochila, coger ropa de abrigo y salir a desconectar a la naturaleza, lejos de las prisas y el bullicio de las ciudades.

Castilla-La Mancha, tierra de bosques

Sobrepasado el ecuador del otoño, los incontables bosques esparcidos a lo largo y ancho de la región castellanomanchega adquieren su aspecto más cautivador. Antes de que el frío y los inclementes vientos invernales desvistan a nuestras arboledas caducifolias, llega el momento idóneo para deleitarnos con las mil y una tonalidades doradas y ocres que exhiben nuestras forestas. De manera progresiva, en estas fechas, van amarilleando las hojas de los fresnos, álamos, hayas, alisos, castaños, robles, sauces, quejigos y tarayes.

Y es que Castilla-La Mancha es, y esto quizás sorprenda a más de un lector, tierra de bosques: circundando a la gran llanura manchega, se elevan y suceden diferentes sierras, de alomados relieves o altas cumbres, tapizadas por una infinidad de árboles y arbustos. La superficie arbolada, en concreto, se extiende por más de una tercera parte del área total de la región. Pero la proporción de los terrenos forestales es aún mayor si consideramos también las zonas de matorral y los pastizales, llegando a ocupar el 45% del ámbito castellanomanchego.

 

Hayedo de la Tejera Negra.

 

Sobran las opciones, por ello, para emboscarnos y deleitarnos con la otoñada en nuestros montes. Uno de los destinos forestales más conocidos y visitados, por su innegable atractivo durante estos días, es el Hayedo de Tejera Negra, considerado la joya de la corona del Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara. Para velar por su conservación, tiene el acceso limitado y conviene reservar la visita con antelación. Sin salir de este espacio protegido, merecerán también toda nuestra atención los extensos melojares, predominantes en muchas de las laderas de la Sierra de Ayllón; por ejemplo, desde la localidad de El Cardoso de la Sierra, que cuenta con un Centro de Interpretación, parten diversas rutas de gran interés. Los robles melojos, cuyas hojas adquieren una intensa coloración anaranjada en noviembre, tienen también su protagonismo en muchos otros enclaves de la región, como en los Montes de Toledo (abundan en los alrededores de San Pablo de los Montes y Hontanar), en la Sierra de Caldereros (en la que se levanta el solitario castillo de Zafra) y en Sierra Madrona (en Fuencaliente, cerca de la frontera entre Ciudad Real y Córdoba).

Los quejigares, por su parte, en estas fechas colorean asimismo de ocre gran parte de La Alcarria, tanto en Guadalajara como en Cuenca, adornando además otros lugares como las laderas del Parque Natural del Barranco del Río Dulce o el entorno del Parque Nacional de Cabañeros (donde se entremezclan los quejigos con otros árboles de hojas parecidas, pero siempre verdes, como las encinas, los alcornoques y las coscojas).

Menos conocidos quizás sean otros bosques de Castilla-La Mancha, a pesar de su incalculable valor. Este sería el caso de los abedulares (destacamos, entre otros, el abedular de Riofrío, cerca del río Guadiana, a su paso por los Montes de Ciudad Real), de los castañares (un árbol frecuente en las zonas altas de la Sierra de San Vicente y en algunos valles de La Jara), de las recónditas tiledas y avellanedas (como las de la Dehesa de Belvalle, en el Parque Natural del Alto Tajo) o de los bosques de arces de Montpellier (que salpican, por ejemplo, las faldas del Parque Natural de la Serranía de Cuenca).

 


Chorro de Las Becerras. 

 

Una mirada diferente, desde las alturas

Habrás escuchado en alguna ocasión, seguramente, que los árboles no dejan ver el bosque. Si bien este dicho tiene un sentido figurado, como es sabido, no deja de ser cierto en buena medida. Así que además de recorrer su interior, te invitamos a contemplar nuestros bosques desde las alturas, desde las muchas atalayas que se yerguen en nuestro territorio.

Los días despejados del otoño, recuerda, serán los más apropiados para disfrutar de los fascinantes paisajes de Castilla-La Mancha desde la infinidad de miradores naturales de la región, oteaderos y balcones privilegiados a nuestros espacios naturales mejor conservados.

Con la boca abierta te dejarán, sin duda, las vistas que se obtienen desde lo alto del Monumento Natural de las Tetas de Viana; desde el afamado mirador de Zaorejas, en el Alto Tajo; desde el cerro de Noez, a tiro de piedra de Toledo; desde el mirador del Tío Cogote, que ofrece una de las mejores visiones de la serranía conquense; o desde el desconocido mirador del Puntal de la Vieja, de fácil acceso, desde el cual se divisa una de las mejores panorámicas de la poco transitada Reserva Natural de las Sierras de las Cabras, en el municipio de Nerpio, en el extremo meridional de la región.

 

Imagen de Cuenca en otoño.

 

El renacer de las cascadas

En estas fechas recuperan todo su esplendor nuestros incontables y espectaculares saltos de agua, más frecuentes en la mitad oriental de la región.

En la Sierra Norte de Guadalajara, por ejemplo, no puedes perderte las cascadas del Aljibe, enclavadas en un paraje mágico, rodeado por los pueblos de la Arquitectura Negra. El Nacimiento del río Cuervo acapara casi todas las miradas en el Parque Natural de la Serranía de Cuenca, espacio protegido que alberga sin embargo otros muchos saltos de agua, como la asombrosa y apenas visitada cascada del Trabaque.

Los Chorros, como popularmente se conoce al Nacimiento del río Mundo, es uno de los sitios de visita imprescindible —sobre todo, si el otoño está siendo generoso en precipitaciones— del Parque Natural de los Calares del Mundo y la Sima. Y una mención especial merece la sucesión de cascadas del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, repartido entre las provincias de Ciudad Real y Albacete.

 

Sendero de la ruta del Chorro en Cabañeros. 
 

Reflejos de otoño

Hablando de lagunas, ten presente que muchos de nuestros humedales adquieren un especial encanto ahora en otoño, gracias al fotogénico reflejo en la lámina de agua de los álamos, chopos y sauces de las orillas, teñidos ahora de intensos tonos dorados.

Si bien la lista de zonas húmedas y lagunas pintorescas de la región resulta casi interminable, no queremos dejar de recomendar la visita a enclaves como la laguna de Uña, en el corazón de la serranía conquense, que sorprende y enamora a cualquier visitante. O a la laguna de Tarabilla, junto al puente colgante sobre las turquesas aguas del Tajo, en su tramo alto, y a la menos frecuentada laguna de la Salobreja, cerca de Orea, dos de los más valiosos humedales del Parque Natural del Alto Tajo. La coqueta laguna de Somolinos, próxima al extremo septentrional de la región, es a su vez lugar de parada casi obligada en estas fechas. Y en el suroeste de Albacete se emplaza la laguna del Arquillo, de origen kárstico y enorme relevancia ambiental.

 

Paraje natural de Pelegrina.

 

Con más de un centenar de espacios protegidos, entre los que se incluyen dos Parques Nacionales y siete Parques Naturales, Castilla-La Mancha te ofrece un destacado abanico de opciones para disfrutar, en el esplendor del otoño, de paisajes únicos y destinos en los que la naturaleza es la principal protagonista. Bosques, miradores, cascadas, lagunas y muchos otros lugares de cuyo nombre, estamos convencidos, sí querrás acordarte una vez los hayas visitado.

 

FOTOGRAFÍAS: © Turismo de Castilla-La Mancha | David Blázquez