Pautas educativas para aferrarse a la vida


Estamos hablando desde distintos aspectos de cultivar la madurez, con todo lo que ello lleva de asumir libertad y responsabilidad, equilibrio emocional, estabilidad.

La vida no es fácil, no es justa, a veces da mucho dolor, pero hemos de trasmitir a nuestros niños herramientas y razones para apasionarse con ella. 

Somos conocedores de que el maltrato a la infancia supone desequilibrios, sufrimientos emocionales, y un mayor riesgo de ideas autolíticas y de conductas suicidas, por lo que es muy importante trasmitir amor, vínculo, apego.

La vivencia bidireccional de amor genera un optimismo ante la vida y una capacidad de afrontamiento que a lo largo de la existencia resultará vital. Y junto a ello hay que propiciar la capacidad autocritica para no elevarse tanto, que se quiebre en cualquier caída, conocer las propias limitaciones y nuestras vulnerabilidades nos hace más fuertes. 

Y que importante es enseñar a relativizar, a no dar más importancia a lo que no lo tiene, hablar las cosas en su justo punto, a no focalizarse en los problemas, a poseer pensamientos alternativos, a saber en un momento dado sobrevolar una situación tensa, estresante o dolorosa. 

Desde hace tiempo vengo transmitiendo una frase que creo que es esencial, que se explica por sí misma, que solicito que sea leída con detenimiento: a la vida no se le puede pedir más de lo que la vida puede dar. 

Esencial, insustituible es dar ejemplo y ello en favor de la esperanza. 

Conocemos personas que ya han cumplido los 90 años y siguen hablando comprometidas con el futuro. La esperanza nos es esencial, como lo es el oxígeno que respiramos, sin esperanza se cae en un profundo pozo de depresión, de desesperanza, de vacío existencial, se pierde la razón para vivir. Haremos bien en posibilitar a los niños que se comprometan con los demás, que sean solidarios, que ayuden a los desfavorecidos, que se impliquen en causas justas, porque la vida más allá de ideologías, precisa de causas, de razones que desborden el yo. 

Fortalezcamos el carácter ya desde corta edad para generar resiliencia, sabedores de nuestro techo de respuesta ante circunstancias que pueden angustiarnos profundamente, dotarnos de resiliencia nos permitirá ser mas flexibles, afianzar la capacidad de superación, perseverar en el mañana. 

La sobreprotección acabará generando adultos más frágiles, más quebradizos, por eso haremos bien en que nuestros niños y, organizándolo perfectamente, vayan a hospitales donde otros niños padecen enfermedades graves, crónicas o sin expectativas, entrar en contacto con el sufrimiento, con el dolor ajeno, permite interiorizar que no nos es lejano, que nos puede acontecer en cualquier momento y lugar. 

Tenemos a nuestro alcance la posibilidad de adquirir hábitos que son muy saludables y no solo físicamente, sino cerebralmente, existencialmente, por ejemplo la práctica del deporte, de una manera activa, una forma de entender la vida, como lo es el contacto con la Naturaleza, el afrontar el dormir teniendo como techo las estrellas, el manejarse con la austeridad del bosque, con los recursos que hemos de habilitar para obtener alimentos en el campo, en un río. 

Y junto a esa convivencia en la Naturaleza, nos es propio de la especie humana la convivencia con otras personas, con otros ciudadanos, mucho más allá de la familia, de los amigos, me refiero a las personas con las que contactamos ya sea en una cafetería, el portero de una vivienda, etc. Aprender a convivir, a no sentirse esencial y solo. 

Claro que los niños precisan que se les capacite en habilidades de interacción desde el lenguaje oral, a la comunicación no verbal, a la escrita, eso facilitará mucho trasmitir sentimientos, no quedarse solo en la introyección. Y formar para manejarse en la duda, en la incertidumbre, es algo que nos acompaña a lo largo de este estar en el mundo, pues no todo es previsible, no todo se puede anticipar, y es importante esa capacidad de adaptación ante lo que nos viene dado. 

Practicar una vida saludable, alejada de drogas supone asumir como somos, que no siempre coincide con como nos gustaría ser. No cabe la búsqueda de atajos, de escapatorias, pues son muy presentistas, muy dañinas y al final supone hacernos trampas a nosotros mismos. 

Y como no, gustar de la tertulia, que supone escuchar, hablar, debatir, sonreír, aprender, memorizar, sorprenderse. 

Junto a la conversación, está ese mundo infinito del gusto por las bellas artes, amplísima realidad de la literatura, el teatro, la pintura, la música, la danza, la fotografía, la escultura, y tantas otras bellezas del ser humano y la naturaleza nos aporta. Una de las razones para vivir es disfrutar de la belleza, algo que es imposible que nos sea sustraída.

Pedirse más a uno mismo que a los otros es un consejo coherente, pero no fácil de efectuar. Sin embargo será bueno para los demás y sin duda a la larga, para uno mismo. 

Trabajemos, eduquemos, eduquémonos en ser flexibles también en orientación e identidad sexual. El mundo es precioso como lo es un arco iris porque tiene diversidad de colores, de subjetividades, de pareceres, de posicionamientos. Disfrutémoslos en vez de combatirlos. 

Evitemos la adicción, cualquier adicción, también a las nuevas tecnologías. El ser humano es muy adictivo al sexo, al trabajo, al juego, a la vigorexia. Seamos dueños de nosotros mismos. 

Se dice mucho, se escucha también mucho, pero se educa poco en aceptar la frustración, en diferir las gratificaciones, en autodominarse, en evitar los impulsos, el paso al acto, el concatenar emociones, sentimientos, razones. 

Estamos hablando desde distintos aspectos de cultivar la madurez, con todo lo que ello lleva de asumir libertad y responsabilidad, equilibrio emocional, estabilidad. 

Ahora bien, si tuviéramos que señalar lo esencial, lo circunscribiríamos a: dotar a la existencia de una razón de ser, si no se alcanza este objetivo, se sobrevive, pero poco más. 

Trasmitamos a todos, también a nosotros mismos de que somos importantes para los demás, al menos para algunos. A veces las personas se creen perfectamente prescindibles, sin percibir el vacío que dejan y el dolor que ocasionan y es que casi se creen molestos y en nada queridos, por eso hay que trasmitir que todos somos necesarios y facilitar que se tengan lazos de amistad y de relación. 

Resulta importante saber utilizar el tiempo del ocio, que no se debe confundir con tiempo de consumo sino de relajo, de disfrute pero de una manera serena, elegida, gustosa. A veces en grupo, a veces en una soledad elegida. Y desde luego es fundamental la inclusión en grupos de personas que podemos definir como majas. 

Propiciar una vivencia espiritual no necesariamente religiosa no resulta un subterfugio, o una puerta falsa, sino una verdadera posibilidad partiendo de que el ser humano es bio-psico-social-cultural-espiritual. A la vida hay que ponerle alma. 

Educar en la solidaridad y en el compromiso, evita el juego del yo y solo yo que es disminuir en mucho, lo que somos, y lo que podemos ser. Un reduccionismo impropio de alguien que nace como ser humano y se convierte en persona.

Ya decíamos que dar ejemplo es imprescindible, y ha de serlo coherente y congruente. 

Evitar las comparaciones, facilitar el ser cooperativo, lo cual no anula el entender que a veces habremos de lealmente competir, aprendiendo por tanto a ganar y a perder. 

No hagamos jóvenes duros por fuera, y frágiles por dentro, algo que también llevo años señalando, pero con poco éxito. 

Y dicho todo lo anterior, a veces se produce el suicidio de un hijo, de un nieto, y a partir de ahí el mundo se ensombrece, pero no sería lógico culpabilizarse por lo que a veces no resulta evitable, pues hay causas y situaciones, vivencias, patologías, consumos que escapan a la intervención de los hombres.