‘Piel de Toro, año 2100’ o el devenir de la tauromaquia, exposición de Laura Domínguez en Madrid
La alcarreña Laura Domínguez traslada a ‘Art Room’ de Madrid la hipótesis de un futuro sin toros.
En 2017 la visionaria artista de Guadalajara Laura Domínguez atisba el fin de la tauromaquia. Acompañada de un grupo de heterodoxos de esta doctrina decide actuar, reflexionando sobre la ineludible pérdida del arte taurino. Por ello, muestra capotes que ya son una reliquia, al igual que extrae y conserva ADN de un toro de Victorino Martín, incrusta sangre en el filamento de una impresora 3D para crear ‘Futoros’. Así, en el futuro, cuando el toro bravo se haya extinguido, los ‘Futoros’ serán la salvación de la especie –cápsulas del tiempo con ADN de toro en su interior-. Con esta exposición, Laura Domínguez pretende plantear en el visitante la sensación de pérdida, de un futuro sin tauromaquia.
La conocida sala de arte madrileña ‘Art Room’, en la popular zona de Huertas, acogió el pasado jueves la inauguración de la exposición ‘Piel de Toro, año 2100’, de la artista guadalajareña Laura Domínguez, una muestra retrospectiva que trata del devenir de la tauromaquia. Es un proyecto artístico-expositivo que toca los campos del mundo taurino y del arte contemporáneo y que traslada al espectador al año 2100 para decirle que ya no hay toros en España -la última corrida se celebró en el año 2080- y explicarles a las nuevas generaciones qué era aquello de la tauromaquia, generando al visitante, una vez que sale de la misma, el sentimiento de pérdida -pena o alegría, dependiendo de sus gustos-, de un futuro sin toros, con sosiego y sin polémica. Acompañando a Laura Domínguez en este proyecto también está la alcarreña, Yolanda Agudo, comisaria de la exposición.
‘Piel de Toro, año 2100’ “es una reflexión sobre la tauromaquia y el toro bravo porque hablar de toros en tiempo pasado evita la vehemencia del debate actual ‘toros sí/toros no’ y posibilita el diálogo sosegado. Queremos hablar de qué era la tauromaquia en tiempo pasado porque en nuestro presente, en el año 2100, ya no hay toros”, señala Laura Domínguez, quien se traslada al año 2100 para hablar del pasado como si de una historiadora se tratase: “Había una cultura cuya identidad estaba muy impregnada de la tauromaquia. ¿Cómo le explico a un australiano que me pongo el mundo por montera? ¿Al perderse la tauromaquia que inspiró esta frase pierdo identidad?”, plantea Laura, quien explica que “esa expresión forma parte de la manera de ser de un país que difícilmente se le puede explicar a un inglés o a un chino”.
Capotes-reliquia y ‘Futoros’
De esta manera, una parte de la exposición, que permanecerá abierta hasta el 7 de marzo, en horario de tarde, son los capotes-reliquia, es decir, 100 capotes utilizados por los matadores de toros, convertidos en lienzos, en expresión lingüística que muestran cien frases del castellano cuyo origen es la tauromaquia “con los que queremos expresar cómo el lenguaje castellano está impregnado de esas frases hechas”. Figuran expresiones como rematar la faena, nos pilla el toro, atarse los machos, música maestro o salir por la puerta grande, citas que en 2100 formarían parte del pasado “y que tendrán un sentido cultural desconocido por las nuevas generaciones”, subraya Laura.
La otra parte es la puesta en escena de ‘Futoros’, a la que se le ha dedicado un vídeo grabado con el profesor de la Escuela, Pedro Alonso, y en el que han colaborado el ganadero Victorino Martín o el escritor e intelectual Fernando Sánchez Dragó.
En este vídeo de poco más de 72 segundos, Laura Domínguez se traslada a un siglo que viene sin toros bravos, también en el año 2100, en el que se habrán extinguido los toros de lidia “porque para que existan y la casta se mantenga hace falta mucho dinero. Si el ganadero, en el año 2100, no tiene negocio con el toro bravo, no tiene sentido que lo críe, como tampoco existen ya los dinosaurios”, matiza.
De esta manera, decide crear los ‘Futoros’, pequeños toritos, fabricados en impresoras 3D que permitirán la futura clonación de esos animales míticos pues su originalidad es el hecho de que en su interior contienen sangre de toro con su ADN, pero no de cualquier toro, sino de toro de la ganadería de Victorino Martín. La ingeniería genética habrá avanzado lo suficiente. Así, en el futuro, cuando el toro bravo se haya extinguido, en 2100, los ‘Futoros’ serán la salvación de la especie.
“Ahora, son 83 años antes”
El proyecto de la guadalajareña Laura Domínguez investiga la pérdida de la tauromaquia y del toro bravo, la pérdida de la esencia popular, del lenguaje, del arte y de una parte de la cultura española, en un debate que, en la actualidad, en 2017, sigue candente y que continúa generando polémica entre los pro y los antitaurinos.
“La reflexión del futuro está reñida con la agresividad y el nerviosismo actual. Cuando se entra en la sala de la exposición está prohibido hablar del debate ‘toros sí/toros no’ porque eso significa que el visitante no se ha metido en el papel. El espectador debe saber que irá a ver qué era la tauromaquia en tiempo pasado”, apunta Laura.
“Queremos llevar al visitante al territorio de la pérdida, tanto del origen del lenguaje, de una forma profunda de entender la vida y de la identidad, y despertar el debate una vez que salga de la exposición y regrese al año 2017. ¿Tendrá sentimiento de pena o de alegría?”, se pregunta Laura, quien añade que “generalmente lo que perdemos lo echamos de menos y lo apreciamos más que cuando lo teníamos. Si el espectador sale con ese sentimiento, debería pensar si le merece la pena defender la tauromaquia y pasar a la acción para preservarla, pero si nuestro visitante se alegra de haberlo perdido, no debería hacer nada más porque es el camino por el que va”.
Entre las muchas personas que han colaborado con Laura Domínguez en este proyecto, la artista alcarreña quiere agradecer la implicación de Fernando Sánchez Dragó y de Victorino Martín, “que creen firmemente que la tauromaquia no acabará nunca”.
Ahora, son 83 años antes. Y al visitante de la exposición, cuando salga de la misma, reflexionará sobre la incógnita: ¿Habrá o no habrá toros de lidia en 2100?