Pilar Sancho: “Nuestro objetivo era visibilizar el conflicto y lo hemos conseguido”

03/02/2025 - 11:48 J.P.

Sancho es la productora de ‘Semillas de Kivu’, cortometraje documental sobre el uso de la violación como arma de guerra en República del Congo que opta al Goya.

Los premios no son nada nuevo para la productora Pilar Sancho, triple Biznaga de Plata en el Festival de Málaga. Ahora, estrena en Guadalajara Semillas de Kivu, un cortometraje documental sobre el uso de la violación como arma de guerra en República del Congo. El trabajo está cosechando estupendas críticas, está nominado al Goya y ya ha tenido un pase en los Multicines y tendrá otro el próximo 6 de febrero en el Teatro Moderno. Ambos con gran asistencia de público.


    Estará contenta, no siempre es uno profeta en su tierra. 
    Estoy muy agradecida a la ciudad. Las entradas para los Multicines se agotaron en 24 horas y ya quedan muy pocas para el pase del 6 de febrero. La respuesta ha sido maravillosa.


    No es para menos. El corto está recogiendo grandes críticas.
    La acogida ha sido estupenda, pero de público y de crítica. El corto está en Filming y en Televisión Española y cada vez que leo los comentarios es un orgullo.
 

Este trabajo se centra en algo que está pasando en República del Congo, donde las guerrillas están usando la violación como arma de guerra.
    La situación es horrible. Lo que hay allí es un conflicto por la extracción del coltán, que es el mineral con el que se fabrican los móviles, ordenadores, coches eléctricos... Las minas están cerca de los poblados y lo que hacen las guerrillas es apoderarse de esos poblados para quedarse con los recursos naturales. Hay un interés económico que ha logrado invisibilizar un conflicto que dura ya más de 25 años. Nosotros detectamos este historia grabando otro proyecto hace siete años con Pepe Castro, un fotógrafo castellano-manchego muy reputado, y empezamos a trabajar en él. 
  

 Es un proyecto personal.
    Sí, desde los dos directores, Néstor y Carlos, hasta los productores dijimos: “esto tenemos que visibilizarlo de alguna manera”. Comenzamos a planificar el rodaje, porque no es fácil rodar en África y sobre todo en una zona de guerra.       

 ¿Es peligroso rodar allí?
    Sí. Podíamos haber grabado un documental de cómo hemos rodado. Siempre hemos ido arropados por una ONG, porque tienes que ir con alguien que conozca el terreno, y cuando fuimos a rodar la fase final, el equipo iba con cruces de misioneros, porque a los misioneros se les respeta muchísimo. Bueno, yo no viajé porque me recomendaron no ir. Al ser mujer blanca podía poner en peligro a todo el equipo. Iba a ser un objeto de posible secuestro, que es algo que, por lo que nos dijeron, pasa todos los días. Mi responsabilidad era asegurarme desde aquí de que el equipo estaba bien. 

 Aunque la figura que captó la atención en un principio fue la del doctor Denis Mukwege, que recupera a estas mujeres tras las violaciones, realmente las protagonistas son ellas con sus testimonios.
    Son cinco mujeres. Dos de ellas ya pasaron por el proceso de recuperación y ahora ayudan a otras, que es lo bonito también. Queríamos plasmar la vida de las protagonistas actuales del hospital, pero también poner en valor la superación. Viven dos etapas, la reconstrucción física y la psicológica, y una tiene que ir de la mano de la otra para que ellas puedan salir del hospital y reintegrarse en esa sociedad que las ha expulsado. Porque allí las mujeres violadas son rechazadas hasta por sus familias.

Es un corto que trata un tema muy duro, pero con esperanza.
    No queríamos una visión morbosa. La situación ya es dramática, no era necesario incidir más en ese dolor. De hecho, con Denis Mukwege, que es una figura a la que resulta muy complicado acceder porque han intentado matarle en varias ocasiones, tuvo bastantes reticencias. Tuve que hablar con el desde España y explicarles que queríamos respetar el totalmente la dignidad de las mujeres. Hasta que no vio los brutos que habíamos grabado, no aceptó.

Es muy interesante la estructura del documental. Invita al espectador a ir descubriendo qué está pasando, e incluso tiene un arranque un poco de thriller.
    Ese inicio lo debatimos muchísimo, pero es que es lo que pasa, son momentos de tensión. Avisan de que hay una mujer cerca del hospital para que vaya  una ambulancia y tienen que salir corriendo porque si no, la mujer, o la niña, puede fallecer. Como cineastas y como directores, quisieron retratar la tensión que hay en ese momento. Luego el cortometraje está tratado con una elegancia que hace que poco a poco te enteres de esta historia. También he de decir que Cristina Otero, que es la montadora, hizo un trabajo espectacular. Hemos estado 10 meses en postproducción. También tengo que destacar el trabajo de Rober González con el color, Inés Almirón en el sonido y de Arturo Cardelús con la música.

¿Cuantos montajes hay de ‘Semillas de Kivu’?
    Néstor y Carlos, hasta la versión 17, no empezaron a ver la luz. Nos vinimos con mucho material y se han quedado fuera cosas muy potentes. Dolía, pero queríamos mandar un mensaje claro. 

¿Costó convencer a las protagonistas para que dieran sus testimonios?
    Nestor y Carlos se ganaron la confianza de cada una de ellas allí, in situ. El equipo de rodaje consiguió ganarse su confianza desde el primer momento. Eran cinco personas más en el hospital, viviendo allí. Fue un trabajo de confianza, de cuidarlas, de explicarles por qué querríamos contar esto y, por supuesto, de que contarán lo que ellas quisieran.

¿Cómo está viviendo la nominación a los Goya?
    Lo más importante ha sido poner Kivu un el mapa. Estoy orgullosísima de haber obtenido la nominación al Goya, porque es un reconocimiento de los compañeros, pero sobre todo porque la nominación nos ayuda a dar más visibilidad a lo que está ocurriendo. Ya desde antes estábamos trabajando para conseguir la proyección en el Parlamento Europeo, que se va a hacer. Queríamos visibilizar el conflicto y lo hemos conseguido, que no era fácil.

¿Habrá proyección en Kivu?
    Ojalá. Estamos intentando volver allí, porque esta semana se ha activado de forma brutal la guerrilla y la situación está muy mal. Ahora mismo sería un sueño poder volver allí y localizar a estas mujeres, porque no sabemos cómo están. Lo intentamos a través de las ONG y de los contactos que tenemos, pero una vez que se les da el alta, es muy difícil seguirles la pista... Pero no vamos a dejar de intentarlo.