“Que España es más vulnerable al cambio climático se sabía hace 20 años y no nos hemos preocupado”

07/07/2017 - 18:43 D.Pizarro

Miguel Ángel de Zavala, experto en ecosistemas e investigador de la Universidad de Alcalá, incide en la importancia de adaptarnos a los impactos del clima.

El cambio climático está aquí. Y parece que ha venido para quedarse. Muchos ven en los 40 grados de junio una señal clara. Otros siguen mirando para otro lado. Pero lo que está claro es que el avance del calentamiento global ha de ser objeto de una investigación rigurosa. En ello está Miguel Ángel de Zavala, profesor de la Universidad de Alcalá especializado en la vulnerabilidad de los ecosistemas.

      Usted formó parte de la investigación promovida por el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente en el marco del Plan de Adaptación al Cambio Climático. ¿Qué salió de aquella iniciativa?

      En realidad, hay en marcha varios proyectos de investigación, casi todos relacionados con los impactos y la vulnerabilidad del cambio climático en España. Uno de esos proyectos lo encargó el propio Ministerio dentro de ese Plan de Adaptación. Realizamos un informe sobre la vulnerabilidad y adaptación de los ecosistemas terrestres. Igualmente hemos realizado otros proyectos para comunidades autónomas que serán difundidos en breve y donde se desarrolla un sistema de indicadores de adaptación al cambio climático. En conjunto, en estos trabajos se documentan impactos atribuibles al cambio climático, se identifican vulnerabilidades y se diseñan protocolos de seguimiento de la adaptación para minimizar estos impactos.

      ¿En qué consisten esos planes de adaptación?

      Casi todos los países europeos tienen uno, pues el cambio climático ya se considera como uno de los principales problemas ambientales de la humanidad. Es decir, es normal que los países avanzados tengan uno, y España está en esa línea. Aquí lo coordina la Oficina de Cambio Climático, que es transversal, interministerial. Antes tenía rango de Secretaría de Estado y ahora es una Dirección General, pero lo importante es que desde un punto de vista técnico, España tiene un plan de cómo adaptarse al cambio climático.

      También ha estudiado la evolución de los bosques, en concreto en la provincia de Guadalajara. ¿En qué medida les afectará el calentamiento global?

      Llevamos varios años inmersos en proyectos de investigación, financiados por la UE y por el Ministerio de Economía, en el bosque mediterráneo, de pinares, robledales, por ejemplo, por lo que hemos trabajado en Castilla-La Mancha. Hemos visto cómo han evolucionado los impactos del clima sobre la producción y la dinámica de los bosques en España. El incremento de la aridez combinado con la fragmentación de los bosques les hace muy vulnerables. Pero hay que dejar claro que las sequías intensas como la de ahora no son novedosas, aunque se están cumpliendo las predicciones de los modelos que indican un aumento de su frecuencia e intensidad. Lo único que se puede defender con toda certeza es que se está produciendo un incremento de la temperatura media global. Eso, a escala más local, se puede manifestar de muchas maneras y de forma heterogénea en el espacio, aunque la tendencia a la aridez es clara desde el último siglo. También se observa que este incremento de la temperatura va asociado al incremento del CO2 en la atmósfera que tiene su origen en las emisiones de gases de efecto invernadero.

      ¿En qué consiste ese cambio de ecosistema?

      Pues ocurre como a los humanos: cuando hace calor, una opción es irse al norte, por lo que en vez de a Benidorm, viajamos a Cantabria. A las plantas y ecosistemas les pasa lo mismo, han de irse al norte para sobrevivir o subir en altitud. Eso va poner mucha presión sobre los ecosistemas que ya están arriba, que van a desaparecer porque no tienen donde ir, como los pastos alpinos, los pinares de montaña, robledales y hayedos. Y a su vez, las cotas más bajas se van a mediterraneizar o volverse más áridas. Un problema muy grave es que estos paradigmas muchas veces están tomados de Norteamérica o centroeuropa, mientras que en España, un problema que nos preocupa muchísimo es que hay una historia de uso, una fragmentación, una degradación de por sí que hace que esta historia sea mucho más compleja. Así, paradójicamente, aparecen nuevos bosques en zonas agrícolas abandonadas o por la disminución de la carga ganadera. También hay muchos pinares de repoblación, masas muy densas que no han sido convenientemente transformadas en masas mixtas –más resilientes– o zonas ya con erosión o degradadas… En esa transición hacia las nuevas condiciones climáticas hay un riesgo muy importante de que se produzca una degradación drástica e irreversible. 

      ¿Por qué España se considera una zona de elevada vulnerabilidad al cambio climático?

      Esto ya se sabía hace 15 o 20 años y no nos hemos preocupado. De cualquier forma, no hay que confundir el tiempo meteorológico con el cambio climático. El tiempo meteorológico nos puede llevar a 10 años muy fríos, lo que no invalidaría el calentamiento global. De cualquier forma, todos los modelos y evidencias empíricas coinciden en señalar que  la región mediterránea tiene un problema grave, mientras que a muchos países del norte les va a beneficiar, al dotarles de periodos vegetativos más largos, mayores producciones, inviernos más benignos… Su adaptación pasaría por importar especies mediterráneas. También van a aumentar los extremos climáticos y la variabilidad lo que puede ser muy problemático para algunas especies forestales y agrícolas, por ejemplo, heladas tardías.

      En esta provincia, ¿en qué puede afectar el calentamiento global a las masas vegetales?

      Les va a afectar muchísimo, principalmente en cuanto a mortalidad. Significará la desaparición de muchas masas como los pastos y pinares de montaña y frenará la expansión de especies eurosiberianas como hayas o tejos. También son vulnerables encinares y quejigares, que a menudo estaban carboneados. No olvidemos que una de las principales fuentes de energía en el medio rural era el carbón vegetal y las leñas. Por ello, muchos encinares de Guadalajara y Castilla-La Mancha se cortaban porque luego rebrotaban y se sacaba madera. Ahora, al estar abandonados, se forma una competencia entre los distintos renuevos, y eso es problemático. Pero incluso sin esos matices, el cambio climático va a generar más demanda de agua, más evapotranspiración, debido a una radiación más intensa, más temperatura… Por tanto, aunque lloviera lo mismo, al haber más demanda de energía, el problema seguiría siendo la falta de agua. Otro ejemplo lo acabamos de ver en Portugal, con estructuras de bosque altamente inflamables y episodios de calor extremo los grandes incendios forestales son prácticamente inevitables.

      ¿En qué ha fallado este país en la lucha contra el cambio climático?

      Éste es un tema bastante grave, pues España no se ha centrado en el cambio climático cuando había ya proyecciones. Y aunque somos un país relativamente avanzado, nos ha preocupado más la especulación urbanística y la rentabilidad a corto plazo que los modelos sostenibles y rentables a largo plazo. Y más allá de que haya generado una baja eficiencia en el uso de los recursos económicos o de la corrupción, el problema es todo lo que se ha dejado de hacer para tener un modelo sostenible de desarrollo territorial que incluya al medio rural y esté basado en el conocimiento.

      ¿Estamos aún a tiempo?

      En el cambio climático hay dos líneas de acción: la mitigación y adaptación. La primera medida se trató en Kioto, y se basa en que la causa del incremento de temperatura son las emisiones de CO2, de ahí que se trabaje por un consenso global para reducirlo. De nada vale que Castilla-La Mancha o España las reduzca si China no lo hace. Pero hay personas que son escépticas con estas soluciones, y ahí entra la otra medida de la adaptación. Como vamos a tener que sufrir estos impactos, hay que adaptarse. Esto incluye respuestas a fenómenos tan variados como la mortalidad y morbilidad por eventos climáticos extremos, la aparición de  especies exóticas que pueden ser transmisores de enfermedades o, de forma destacada, la planificación de los recursos hídrico. Para la adaptación siempre se está a tiempo y los daños serán menores en tanto seamos capaces de anticiparnos.

      La cuestión del agua preocupa mucho en esta provincia.

      No quiero entrar en asuntos espinosos, pero el cambio climático se relaciona incluso con el origen de la guerra de Siria, pues unas sequías generaron importantes movimientos migratorios en el país que añadieron presión sobre otros. En España, un país con buenos sistemas de regulación de embalses, no podemos obviar todas las tensiones que se pueden generar en esta región, pues está sirviendo, con sus recursos hídricos, al desarrollo de otras zonas. Las políticas de adaptación, al igual que otras políticas públicas, deben basarse en criterios de eficiencia, pero también de equidad y legitimidad de las decisiones adoptadas de otra forma los conflictos territoriales están servidos. En España va a ser imprescindible alcanzar muchísima eficiencia en el uso de los recursos hídricos, pero también de establecimiento de mecanismos de consenso entre agentes implicados y territorios.

      ¿Están los políticos a la altura?

      En materia ambiental muchas decisiones para bien o para mal se enmarcan dentro de la Unión Europea. Así, en aspectos ambientales, España está ligada a las grandes decisiones de la UE. En ese sentido, somos una comunidad que está alineada con sociedades desarrolladas y que hace las cosas medianamente bien, aunque se podrían hacer mucho mejor dadas las oportunidades existentes.

      Teniendo en cuenta que el cambio climático parece irreversible, ¿qué podemos hacer?

      Hay que saber que donde hay un problema siempre hay una oportunidad. Israel, con la climatología que tiene,  ha sacado partido tecnológico de muchos problemas asociados a la escasez de agua. Estoy convencido de que la gran oportunidad del ser humano es el conocimiento y su aplicación. Y es España podemos ser un ejemplo si generamos conocimiento y riqueza en materia de adaptación.

      A grandes rasgos, ¿cómo podemos empezar a adaptarnos?

      Si se producen tres o cuatro olas de calor como ésta en un verano, tendrá claramente un impacto en la salud pero también en sectores clave como el turismo o la agricultura. Estar adaptados significa tener unos planes de recursos hídricos, unos calendarios y tipos de cultivos adecuados a las nuevas expectativas o ajustar las temporadas turísticas.