Recuerdos de hace 80 años
El contraste de lo de ahora con los años en que empecé a vivir, época en que la tecnología estaba en mantillas, es abismal, y muchas costumbres de entonces ahora difíciles de creer.
A punto de cumplir mis primeros ochenta años escribiendo en estas y otras páginas, lo que quiere decir que no me niego a otros ochenta, y eso para empezar, se me ha ocurrido que a muchos lectores les gustaría que escribiera mis Memorias, que serían las de un anciano, por lo menos de 96 años, que tendría mucho que contar, aunque como nunca ha sido político, no he tenido la precaución de tomar notas para escribirlas el día de mi retiro. Todo anciano tiene siempre historias y recuerdos que contar, sobre todo de su juventud aunque luego quizá no sean las mejores aptas para menores. Pero prescindiendo de ese aspecto, lo cierto es que las profesiones sedentarias, la de funcionario por ejemplo, no dan para más, salvo que sus ratos de ocio los dedique al narcotráfico o a aficiones de alto riesgo: paracaidismo, submarinismo o buscador de oro en el lejano oeste. Por eso comenzaré con mis pinitos de periodista. Pero que conste que esta idea de unas posibles memorias, o algo parecido, no es iniciativa mía, sino de bastantes lectores y de algún hijo, que piensan que yo soy un saco de anécdotas, aunque sean políticas que, a la vez que divierten, les darán a conocer aspectos de un tiempo que yo viví gracias a mi edad. Pero como entonces eran normales no me han parecido interesantes hasta que, al recordarlas ahora, me he dado cuenta de su anacronismo con los usos actuales, haciendo buena la sentencia de Horacio hace mil años que decía “lo que hoy son vicios, mañana serán costumbres”.
El contraste de lo de ahora con los años en que empecé a vivir, época en que la tecnología estaba en mantillas, es abismal, y muchas costumbres de entonces ahora difíciles de creer. Diferencias hay entre el hoy y el ayer en la vida y en el amor, y quizá no tantas. Por ejemplo: yo no cogí a mi novia del brazo por la calle Mayor (del bracete, se decía) hasta los siete años de noviazgo, y nunca viajamos solos a más de cien kilómetros de Guadalajara, aunque me contaron el caso de una madre que con una hija preparando el ajuar de la boda, al enterarse de que los novios, antes de casarse pensaban ir a la Feria de abril de Sevilla, decidió acompañarles. Y al regreso contaba sorprendida que los novios se mostraron bruscos y antipáticos con ella.
Con tan largo preámbulo, no me queda espacio para contarles alguna anécdota mas ligada al periodismo, a la censura y al férreo autoritarismo de los gobernadores de la posguerra, que puede que les resulte más interesante. La semana que viene les contaré algunas anécdotas en ese sentido.