
La "misa sacrílega" que dieron tres individuos en una ermita de Pastrana
La ermita de San Salvador, situada en el término municipal de Pastrana, se encuentra en la actualidad en ruinas. Sin embargo, durante los siglos pasados tuvo una actividad muy alta. Su construcción se atribuye a los templarios, se señala en la web de Turismo Castilla-La Mancha. “Se trata de un viejo templo, cuya construcción, tal como hoy lo vemos, se remonta al siglo XVI. Este era el lugar también era conocido como “El Santo””, describe el cronista provincial, Antonio Herrera Casado.
Muchos creen que está en Sayatón, porque es desde este pueblo como mejor se llega al lugar, prosigue, pero realmente pertenece al municipio de Pastrana. Uno de los que hablaron de San Salvador de Pastrana fue Mariano Pérez y Cuenca, historiador de la villa, quien en su “Historia de Pastrana” dice que estaba en el despoblado de San Salvador de los Heruelos, y luego lo describe cuando habla del lugar de “La Común”.
¿Qué sucedió?
Alain Saint-Saëns en su artículo Une nouvelle approche méthodologique de l’ermitage du XVII siècle: l’exemple de San Salvador à Pastrana, publicado en 1990 en los “Mélanges de la Casa de Velázquez”, tomo 26-2 de la época moderna, páginas 55-61, relata el hecho que un día sucedió en su interior. “En él nos informa sobre el proceso inquisitorial que en 1676 se siguió en el Tribunal de Toledo contra tres individuos llamados en el auto Francisco Sánchez, Zerrata y Lafuente, por haber celebrado una misa sacrílega”.
Una tarde de agosto de mucho calor, los tres se acercaron a San Salvador. Aprovechando que el santero (Juan Rojo) estaba ese día de mercado en Pastrana, hicieron fuerza a su mujer, la santera (Isabel Cara) y tras haber comido y bebido en abundancia, “sacaron las vestiduras sagradas de los caxones de la sacristía”.
“Se revistieron con ellas, y ante el altar mayor del templo hicieron mofa del santo sacrificio. “Visto por la santera, y por otras personas que por allí andaban, lo denunciaron, y a los chavales les cayó encima la peor policía que en esa época podía echarte mano: el Santo Oficio de la Inquisición”, relata Herrera Casado.