Terapia de sentido


Frank desafiaba a sus paciantes con una pregunta ¿Y usted por qué no se suicida? A partir de ahí iniciaba  la elaboración de un tejido emocional.

Victor Frank, psiquiatra, neurólogo y filósofo austríaco, sobrevivió a varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau. 

Padre de la logoterapia, este psicólogo existencial abordó el dolor y la tristeza, desde un enfoque terapéutico a partir de sus experiencias como superviviente del holocausto. Escribió sobre el sentido de la vida, partiendo de que el bienestar y la salud mental tienen mucho que ver con el modo en que se llena de sentido la existencia.

Se especializó en el tratamiento de la depresión y la prevención del suicidio. Como judío fue deportado a un gueto y de allí a trabajar en condiciones de esclavitud en campos de concentración. 

Su obra más conocida. – “El hombre en busca de sentido”, incluye la apreciación de que descubrir el sentido del sufrimiento hace que se experimente de una manera más llevadera. Este libro contiene un alegato a favor de la dignidad del ser humano. Precisamos encontrar un propósito, pues si tenemos un “porqué”, siempre encontraremos un “cómo”. 

Si nos sentimos libres y motivados, siempre podremos generar los cambios necesarios para crear una realidad más noble. 

Viktor Frank subraya la capacidad del ser humano para superar las dificultades y para encontrar siempre el camino de la esperanza. 

Estableció que la voluntad de sentido, es la principal motivación del ser humano y crucial para la recuperación integral del paciente. Sus teorías se basaban en su propia experiencia, terrible vivencia en la que mataron o dejaron morir a toda su familia. 

Encontrar razones para vivir en un escenario de terror y sufrimiento es una ventana abierta a la esperanza, un cálido abrazo para el alma. 

Es cierto que el énfasis en lo subjetivo es cuestionado desde una perspectiva científica, pero después de haber sido testigo y víctima de tanta destrucción, concluir que la vida vivida fuera digna de ser vivida resulta ser una lección para la humanidad. 

En ocasiones cuando los pacientes acudían a su consulta bajo el manto de la tristeza, o presas del dolor, o de la pesada losa de la desolación Viktor Frank desafiaba a sus pacientes sufrientes con una percutiente pregunta. – “¿Y usted por qué no se suicida?”. Así obtenía una respuesta a veces airada en la que expresaban que lo que les mantenía atados a la vida eran sus hijos, o su pareja, incluso algunos recuerdos u obligaciones. A partir de estas hebras de vida Viktor Frank iniciaba la elaboración de un tejido emocional coherente y sólido que permitiera encontrar a tan dolientes personas el propósito de sus vidas. 

En algún caso solo escuchaba el ensordecedor silencio, era entonces cuando les daba un consejo. – “A partir de ahora, su propósito será descubrir cuál es su propósito de vida”.