Una apasionante historia de ‘Cuarto Milenio’ contada en Guadalajara

17/05/2021 - 17:51 Redacción

El premio Planeta Javier Moro nos presenta en la Feria del Libro una inolvidable historia en la que la archivera de Sigüenza (ambos en la imagen) tiene "algo" que ver.

Iker Jiménez abrió el melón mediático de una pequeña gran historia con fuertes conexiones con nuestra provincia y recibió el primer impulso de nada menos del premio Planeta Javier Moro. Este entramado histórico y humano viene marcado por el número cuatro. Cuatro son los protagonistas con la conexión más cercana en espacio y tiempo de una historia que permanece viva gracias a cuatro personas: La archivera seguntina, Amparo Donderis Guastavino, familiar del protagonista; el premio Planeta, Javier Moro; el presentador de Cuarto Milenio de Cuatro, Iker Jiménez, y el protagonista de la misma, que tuvo lugar a finales del XIX, Rafael Guastavino, arquitecto valenciano del siglo XIX que emigró a América donde construyó los edificios más emblemáticos de Nueva York, y de la costa este de Estados Unidos.

El trascurrir de la historia y sus vínculos con la provincia, no pueden ser más interesantes. Y es que por la sangre de Donderis, natural de Valencia, corre la historia de su antepasado, fielmente plasmada en el libro A Prueba de Fuego. 

Nueva York 1881: en uno de los barrios más populares malviven el pequeño Rafaelito y su padre, Rafael, un reputado maestro de obras valenciano que lucha por demostrar su talento en la gran urbe. Lo acecha la ruina absoluta. Pero gracias a su genio infatigable, ese hombre alcanzará fama y fortuna al construir los edificios emblemáticos que han dado su perfil a Nueva York. Javier Moro nos presenta al singularísimo Rafael Guastavino, un auténtico genio de la construcción que deslumbró a los grandes magnates norteamericanos, conquistados por las técnicas que empleaba en sus obras para evitar los incendios, el mayor mal de las megalópolis del siglo XIX. Tuvo una vida jalonada de éxitos: de su estudio salieron construcciones tan "neoyorquinas" como la Estación Central, el gran hall de la isla de Ellis, parte del metro, el Carnegie Hall o el Museo Americano de Historia Natural. Moro no se explica cómo una figura de semejante calado pudo haber sido ignorada totalmente como se ha hecho en nuestro país. "Su biografía debería estudiarse en los colegios", remarca. Hasta tal punto que su nombre no apareció en ningún libro, hasta 1970.