Valdenuño se reencuentra con el Santo Niño Perdido tras el Covid y Filomena

10/01/2022 - 18:19 PACO CAMPOS / LAURA ALCÁNTARA

La del Santo Niño Perdido de Valdenuño Fernández, Fiesta de Interés Turístico Provincial y Regional, cumplía el año pasado su 300 aniversario. Sin embargo, no se pudo celebrar, debido a que coincidieron la tormenta ‘Filomena’ y la pandemia.

FOTOS: LAURA ALCÁNTARA
 

La conmemoración de este año se ha desarrollado bajo un sol resplandeciente que ha reforzado aún más esta tradición centenaria, pintoresca y colorista. Más de 300 personas, un tercio aproximadamente forasteros, muchos fotógrafos entre ellos, recibidos como si fueran del pueblo, se dieron cita en la localidad en un evento que se encuentra entre los que abren el calendario de la temporada de botargas.

La Fiesta del Santo Niño Perdido de Valdenuño Fernández se llevó a cabo con algunas limitaciones que, no obstante, no supusieron inconveniente alguno para el disfrute de la festividad: las mesas de las casas del pueblo que recibieron a la botarga se sacaron a las puertas, para evitar aglomeraciones en el interior, y no se llevó a cabo el baile popular de la noche. 

Contrastes
La del Santo Niño Perdido es una celebración de contrastes que se dan la mano para la creación de un singular festejo en el que conviven en armonía diversos aspectos. Un sol resplandeciente, frente al frío seco campiñero; el bien frente al mal, representado el primero por danzantes y el segundo por la botarga; austeridad de la vestimenta de los primeros, frente al colorismo de la segunda; mayores que colaboran en la fiesta, frente a pequeños que huyen de ella, aterrorizados por la botarga; paganismo carnavalesco, frente a religión; tradición frente a modernidad; oriundos y forasteros; el tintineo aleatorio de las campanillas frente al ritmo organizado del paloteo… Todo construido en base a una armonía caótica y singular que conforma los cimientos de esta merecida Fiesta de Interés Turístico Provincial y Regional. 

La salida
A las 9 de la mañana dio comienzo esta lucha sin igual del bien (representado por los danzantes) contra el mal (encarnado por el botarga), que buscaron por todo el pueblo al Niño Perdido hasta hallarle en la iglesia. La botarga, los ocho danzantes, el tamborilero, y un mozo que llevaba los palos de repuesto, comenzaron la ronda por las calles del pueblo, parando en las mesas que se sacaron a las puertas de las casas para felicitar a sus inquilinos el año con buenos deseos para 2022. 


    

El tradicional disfraz de la botarga, con su terrorífica máscara que representa el mal, volvió a lucir sus llamativos colores parcheados, rojo, amarillo, marrón y verde, entre otros muchos. Es un personaje grotesco que viste camisola y pantalón de bayeta multicolor hechos de retales, sobre los que se colocan recortes de astros, animalillos y dibujos geométricos, que calza albarcas, lleva cencerros y campanillas a la cintura o en bandolera y unas castañuelas con las que golpea a los asistentes en los hombros o espalda. Termina su atuendo con una cachiporra. 

Su misión principal es molestar a lo largo de todo el día y especialmente en la puerta de la iglesia cuando exige a los fieles que le paguen para poder entrar a la misa mayor, que está prevista al mediodía. Durante el oficio se tapan las campanillas y los cencerros que pendían de sus correas para no impedir la celebración.

Sonidos y ritmos
Los vecinos y foráneos pudieron volver a disfrutar de los ritmos hipnóticos que marcaba la percusión de la comitiva, que cerraba el alcalde, Óscar Gutiérrez, acompañado por la Corporación Municipal. Las castañuelas rojas con las que  la botarga  golpeaba su palo, el tintineo de los campañillas, el paloteo de los danzantes y el ritmo del tambor resonaban por las calles del municipio.
    Los más pequeños eran perseguidos por ella, provocando sonrisas y lágrimas. “Esta parte es para nosotros muy importante, porque de esta manera logramos que sea una fiesta cíclica, de tal forma que los mismos pequeños que huyen, de mayores quieren formar parte de ella y convertirse en perseguidores, con lo que conseguimos garantizar la tradición”, asegura el botarga, Jesús Ángeles. Él lleva seis años recorriendo las calles ataviado como tal y tendrá su última intervención el año que viene, porque cada siete años, aproximadamente, comenta, se cambia la persona que representa este ser extraño y cascarrabias, a la par que entrañable. 

Encuentran al Niño Perdido
A las 13.30 horas se celebró la misa, presidida por el párroco del pueblo, en la iglesia parroquial de San Bernabé Apóstol, donde finalmente hallaron al Niño Perdido, al que los danzantes brindaron su paloteo que continuaron con el tradicional baile en la Plaza de la iglesia, en un acto el que participó la botarga con su máscara antiquísima de gran valor histórico. En el transcurso de la liturgia este popular personaje daba golpes con las castañuelas en el hombro de los feligreses, para desearles suerte y alejarles de males futuros. 


  

Ya por la tarde se llevó a cabo la procesión del Niño Perdido, acompañado por los danzantes y la botarga. Y dentro del ritual, como todos los años, se rifó la tradicional cordera viva, una anguila de mazapán, un jamón, se entregaron regalos jocosos y se desarrolló la popular guerra de naranjas. “La idea –comenta la botarga- es que se lancen contra mi personaje y yo con el palo y las castañuelas esquive como pueda”. Sin embargo, al final, se convirtió en una simpática batalla de todos contra todos.  
    

Tras una buena ducha, los lugareños se recogieron en sus casas, esperando que el año que viene las condiciones sanitarias sean las ideales para poder celebrar el baile nocturno. 
    

El bien venció al mal tras los innumerables paloteos que se representaron en las calles del pueblo campiñero y la guerra de naranjas.