Vivir... para sobrevivir


  Me da la impresión (ojalá me equivoque), que nos hemos relajado demasiado pronto y hemos bajado la guardia y la vigilancia.

  Parece que fue ayer cuando nos confinaron totalmente en nuestros domicilios, con salidas de casa limitadas y solamente necesarias como ir a comprar alimentos, a la farmacia y poco más y  ya han pasado casi siete meses y estamos igual o peor, en lo que llaman un repunte o segundo brote de la pandemia, con unas cifras que han obligado a las autoridades sanitarias y civiles a cerrar zonas, distritos y hasta grandes ciudades como la capital de España. La economía parece que no es compatible con esta pandemia, de ahí que estos meses que parece que habíamos tocado techo y el pico de la pandemia había descendido dentro de unas cifras razonables, hicieran que nos abrieran la puerta y salimos como toros miuras desbocados. Turismo nacional, vacaciones en las playas, casas rurales etc. Ahora pasados los calores y los sofocos del verano empezamos a pagar las consecuencias de comidas familiares, fiestas privadas, botellones en locales escondidos o camuflados, reuniones de más personas permitidas que las que establece la ley… ¿Pero las estadísticas y estudios en que porcentaje elevado son fiables? ¿Queremos recuperar ya el tiempo perdido con una maltrecha economía mundial qué no sabemos cuáles serán sus límites y lo que dará de sí? ¿Quién calmará el dolor y los sentimientos por la pérdida de tantos y tantos seres queridos que nunca ya jamás estarán con nosotros? …
     Me da la impresión (ojalá me equivoque), que nos hemos relajado demasiado pronto y hemos bajado la guardia y la vigilancia, que las medidas de reaperturismo eran muy bonitas y sonaban muy bien, pero ahora que ha empezado otra vez el repunte de la pandemia no tendríamos que estar tan  desprevenidos y desorientados. Algo se está haciendo otra vez mal, y estamos tropezando en la misma piedra. Hemos vuelto a desandar el camino recorrido y a bajar varios peldaños de golpe y porrazo en esta lucha tan desigual contra este virus que ya no sabemos realmente ni donde se encuentra. Es una invasión total con palabras en mayúsculas. 
     Me llama especialmente la atención que en el último mes y pico en la población china apenas se dan casos de Covid-19. Que parece que tienen controlada la infección. Algo huele mal: O tienen un remedio que no quieren dar a conocer al resto del mundo o nos están engañando contándonos milongas. Además parece casual que la economía china esté subiendo por encima de las demás aunque sea con niveles bajos. Esto huele mal, es una guerra en toda regla, sin balas ni bombas, silenciosa y que poco a poco va consiguiendo sus objetivos: Anular población a nivel mundial y reducir así los muchos problemas que tiene la humanidad para seguir adelante con tanta población. Queremos volver a ser medianamente felices, o por lo menos, un poco parecido a como éramos antes de esta pandemia pero ¿Vamos a vivir... para sobrevivir? Se me antoja que éste no debe ser el camino, que debemos aprender de nuestros errores pasados (recordados muchas veces históricamente), y salir del punto de partida con paso decidido y firme, sabiendo lo que razonablemente conocemos, sin mentiras y bulos que nos hagan pensar que estamos en una burbuja flotando y en espera de que aparezca la tan esperada vacuna que cure todos nuestros males.
     Seguramente, aunque estemos más preparados no será la última vez que ocurra un suceso como este, aunque tengamos los medios adecuados para afrontarlo y combatirlo. Desde el primer día, desde el primer segundo  no hay que  esperar a ver que pasa en otros países que pueden tener sus propias características, debemos tomar medidas que no sean tardías, sí atrevidas y con decisión firme, y no ver como nuestra sanidad se había colapsado con hospitales que no estaban preparados, con morgues y funerarias desbordadas y lo más lamentable e infame que hemos visto las despedidas  como he dicho antes de seres queridos que  se nos han ido para siempre sin la compañía y el consuelo de nadie.
     La especie humana es muy frágil, y en particular España. Somos de los que pensamos que cuando ha pasado la tormenta, ya podemos salir sin paraguas. No nos equivoquemos, sigamos manteniendo por mucho tiempo cuantas más medidas de seguridad mejor y si hay aporte de otras nuevas, pues también.
     Aprendamos a vivir esencialmente, sin odios ni rencores, como una tabla rasa en la que todavía no se ha escrito nada. De ahí saldrá nuestro futuro más inmediato y el resultado para las generaciones venideras, que seguramente tendrán que pagar un alto precio y durante mucho tiempo para ver sus vidas un poco encauzadas y con un optimismo real.
 Yo me apunto a vivir... para sobrevivir, desde ya mismo. ¿Y ustedes?