Zapatero no confirma su candidatura para 2012 pese al gran éxito en su Congreso
01/10/2010 - 09:45
Por: A.SANZ. GUADALAJARA
Tras la primera reunión de la remozada Ejecutiva Federal del PSOE alumbrada en el Congreso de este fin de semana, Zapatero compareció ante los medios para enfrentarse a una pregunta que, confesó, no esperaba a estas alturas.
Así, interrogado sobre si su aplastante resultado al ser reelegido como secretario general de los socialistas con el mayor porcentaje de votos de la historia implica que será el candidato del PSOE en las elecciones generales de 2012 respondió que no se puede dar por supuesto nada.
Lo único que se puede dar por supuesto, apuntó el líder del PSOE es que cuando llegue el momento será cuando el partido decida y la hora de hacerlo todavía no ha llegado. No tenemos ningún tipo de impaciencia, hacemos las cosas cuando tocan, afirmó Zapatero, que atribuyó el gran apoyo cosechado a la identificación de los delegados con las políticas progresistas y de cambio. En este sentido, señaló que el Congreso ha sido un gran éxito por entender que el PSOE ha demostrado ser un partido unido, cohesionado y cercano a los valores de la sociedad.
Un congreso del que salieron varias resoluciones en temas como el voto inmigrante, el derecho a una muerte digna o la reforma de la ley del aborto y que Zapatero prometió que intentará hacer realidad. Así, el líder socialista aseguró que siempre ha procurado que las resoluciones de los congresos se lleven a la práctica, aunque matizó que para hacerlas se exigen dos condiciones: por un lado, gobernar o tener mayorías en los parlamentos donde se pueden aprobar y, por otro, tener voluntad política.
Arrinconar al PP
El PSOE quiere ver de nuevo al PP aislado con su perfil más montaraz y cree haber encontrado el camino con las propuestas sociales que aprobó su 37 Congreso ante las que el partido opositor tiene difícil llegar a un consenso. Aborto, eutanasia, plurilingüismo o relaciones con la Iglesia son asuntos en los que los populares no pueden llegar a acercamientos so pena de desencadenar un motín entre sus bases. El PP contraatacó con el argumento de que los socialistas han dado un giro de tuerca en su radicalismo izquierdista al incorporar a su discurso temas que no interesan a la sociedad y obviar lo que preocupa al ciudadano de a pie, la economía, las hipotecas, llegar a fin de mes.
La dirección del PSOE no había previsto debatir sobre eutanasia, aborto o un cambio en las relaciones con la Iglesia. No entraba dentro de sus planes que estos asuntos centraran su 37 Congreso, pero así fue. La militancia acabó proporcionando a los líderes del partido los ingredientes que necesitaban para salir del letargo al que se entregaron tras la victoria electoral del 9 de marzo. Los estudios postelectorales encargados por el secretario de Organización, José Blanco, indicaban que el PP había sido capaz de poner un pie en el centro al rebajar el tono bronco de la legislatura con su discurso sobre inmigración y economía. Y los socialistas pensaron que ese era el terreno en el que tendrían que combatir. Un terreno en el que los instrumentos para un partido en el Gobierno son limitados y están condicionados por la política comunitaria.
El empeño de las bases en hablar de otras cuestiones llegó como agua de mayo. Justo en plena soledad del Ejecutivo en la cámara baja por su gestión de la crisis. La cuestión era lograr que el debate no se desmadrara para que nadie pudiera encajonar al partido en la izquierda, pero el férreo control que el aparato dirigido por Blanco ejerce sobre el partido permitió llegar a los debates en comisión con los textos bien cocinados y los debates encauzados.
En nada -quizá sólo en el aborto- se ha ido un paso más allá de lo que estaba dispuesto a asumir el Ejecutivo. Todo ha contado con la supervisión, no sólo de José Luis Rodríguez Zapatero, sino de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, pese a que ni es ni tiene intención de ser nunca militante del partido. Ahora, el PSOE tiene materia para, en palabras de uno de los nuevos miembros de la ejecutiva, poner a prueba el centrismo del que presume Mariano Rajoy.
El propio presidente del Gobierno se encargó de subrayar, tras la primera reunión con su nuevo equipo, que ni el derecho a una muerte digna ni la laicidad ni el voto inmigrante son debates propios de radicales. Estamos hablando de cuestiones que están resueltas desde hace años en países europeos y que, en muchas casos, son defendidas por partidos del centro derecha. El argumento le permitió además defender que su partido abandera siempre los cambios en España, extiende derechos y es la fuerza modernizadora que sabe recoger los deseos de los ciudadanos.
Convertir las resoluciones en leyes
Sin plazos y sin impaciencias. José Luis Rodríguez Zapatero prometió ayer que pondrá en marcha todas las resoluciones aprobadas por su partido en el congreso de este fin de semana. A pesar de que desde Ferraz se dejó bien claro en los días previos al cónclave que la ponencia no marcaría la acción del Ejecutivo y se defendió que mil socialistas no podían enmendar el programa aprobado por 11 millones de personas, el presidente del Gobierno aseguró que dará prioridad a una propuesta que no se votó en las generales del 9 de marzo: la participación de los inmigrantes en los comicios municipales.
Zapatero, que en la pasada legislatura dejó de lado esta iniciativa pese a haber sido aprobada en el Parlamento, ha recuperado ahora la bandera de la integración. Y lo ha hecho apenas unas semanas después de haber apoyado en Europa la directiva de retorno que amplía hasta 18 meses la retención de extranjeros en situación irregular y que tan contestada ha sido por los movimientos sociales. En la rueda de prensa posterior a la reunión de la ejecutiva socialista, aseguró que no ha cambiado y defendió que su Ejecutivo es el que más ha fomentado la inclusión, el respeto a los derechos fundamentales y la dignidad de los inmigrantes.
Lo que aún no aclara el Ejecutivo es cómo solucionará los escollos legales que impiden el sufragio activo de los extranjeros; fundamentalmente, la reciprocidad que exige la Constitución.
Lo único que se puede dar por supuesto, apuntó el líder del PSOE es que cuando llegue el momento será cuando el partido decida y la hora de hacerlo todavía no ha llegado. No tenemos ningún tipo de impaciencia, hacemos las cosas cuando tocan, afirmó Zapatero, que atribuyó el gran apoyo cosechado a la identificación de los delegados con las políticas progresistas y de cambio. En este sentido, señaló que el Congreso ha sido un gran éxito por entender que el PSOE ha demostrado ser un partido unido, cohesionado y cercano a los valores de la sociedad.
Un congreso del que salieron varias resoluciones en temas como el voto inmigrante, el derecho a una muerte digna o la reforma de la ley del aborto y que Zapatero prometió que intentará hacer realidad. Así, el líder socialista aseguró que siempre ha procurado que las resoluciones de los congresos se lleven a la práctica, aunque matizó que para hacerlas se exigen dos condiciones: por un lado, gobernar o tener mayorías en los parlamentos donde se pueden aprobar y, por otro, tener voluntad política.
Arrinconar al PP
El PSOE quiere ver de nuevo al PP aislado con su perfil más montaraz y cree haber encontrado el camino con las propuestas sociales que aprobó su 37 Congreso ante las que el partido opositor tiene difícil llegar a un consenso. Aborto, eutanasia, plurilingüismo o relaciones con la Iglesia son asuntos en los que los populares no pueden llegar a acercamientos so pena de desencadenar un motín entre sus bases. El PP contraatacó con el argumento de que los socialistas han dado un giro de tuerca en su radicalismo izquierdista al incorporar a su discurso temas que no interesan a la sociedad y obviar lo que preocupa al ciudadano de a pie, la economía, las hipotecas, llegar a fin de mes.
La dirección del PSOE no había previsto debatir sobre eutanasia, aborto o un cambio en las relaciones con la Iglesia. No entraba dentro de sus planes que estos asuntos centraran su 37 Congreso, pero así fue. La militancia acabó proporcionando a los líderes del partido los ingredientes que necesitaban para salir del letargo al que se entregaron tras la victoria electoral del 9 de marzo. Los estudios postelectorales encargados por el secretario de Organización, José Blanco, indicaban que el PP había sido capaz de poner un pie en el centro al rebajar el tono bronco de la legislatura con su discurso sobre inmigración y economía. Y los socialistas pensaron que ese era el terreno en el que tendrían que combatir. Un terreno en el que los instrumentos para un partido en el Gobierno son limitados y están condicionados por la política comunitaria.
El empeño de las bases en hablar de otras cuestiones llegó como agua de mayo. Justo en plena soledad del Ejecutivo en la cámara baja por su gestión de la crisis. La cuestión era lograr que el debate no se desmadrara para que nadie pudiera encajonar al partido en la izquierda, pero el férreo control que el aparato dirigido por Blanco ejerce sobre el partido permitió llegar a los debates en comisión con los textos bien cocinados y los debates encauzados.
En nada -quizá sólo en el aborto- se ha ido un paso más allá de lo que estaba dispuesto a asumir el Ejecutivo. Todo ha contado con la supervisión, no sólo de José Luis Rodríguez Zapatero, sino de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, pese a que ni es ni tiene intención de ser nunca militante del partido. Ahora, el PSOE tiene materia para, en palabras de uno de los nuevos miembros de la ejecutiva, poner a prueba el centrismo del que presume Mariano Rajoy.
El propio presidente del Gobierno se encargó de subrayar, tras la primera reunión con su nuevo equipo, que ni el derecho a una muerte digna ni la laicidad ni el voto inmigrante son debates propios de radicales. Estamos hablando de cuestiones que están resueltas desde hace años en países europeos y que, en muchas casos, son defendidas por partidos del centro derecha. El argumento le permitió además defender que su partido abandera siempre los cambios en España, extiende derechos y es la fuerza modernizadora que sabe recoger los deseos de los ciudadanos.
Convertir las resoluciones en leyes
Sin plazos y sin impaciencias. José Luis Rodríguez Zapatero prometió ayer que pondrá en marcha todas las resoluciones aprobadas por su partido en el congreso de este fin de semana. A pesar de que desde Ferraz se dejó bien claro en los días previos al cónclave que la ponencia no marcaría la acción del Ejecutivo y se defendió que mil socialistas no podían enmendar el programa aprobado por 11 millones de personas, el presidente del Gobierno aseguró que dará prioridad a una propuesta que no se votó en las generales del 9 de marzo: la participación de los inmigrantes en los comicios municipales.
Zapatero, que en la pasada legislatura dejó de lado esta iniciativa pese a haber sido aprobada en el Parlamento, ha recuperado ahora la bandera de la integración. Y lo ha hecho apenas unas semanas después de haber apoyado en Europa la directiva de retorno que amplía hasta 18 meses la retención de extranjeros en situación irregular y que tan contestada ha sido por los movimientos sociales. En la rueda de prensa posterior a la reunión de la ejecutiva socialista, aseguró que no ha cambiado y defendió que su Ejecutivo es el que más ha fomentado la inclusión, el respeto a los derechos fundamentales y la dignidad de los inmigrantes.
Lo que aún no aclara el Ejecutivo es cómo solucionará los escollos legales que impiden el sufragio activo de los extranjeros; fundamentalmente, la reciprocidad que exige la Constitución.