2023: el año de Antonio Herrera Casado
Medio siglo después de aquellos artículos jóvenes con los que se inició en la investigación y divulgación, acumula un bagaje inalcanzable: es autor de más de 80 libros y miles de artículos.
POR JESÚS OREA
Este artículo, más que una suma de palabras y de signos de puntuación y auxiliares, es un acto de justicia. Soy muy amigo de mis amigos, sí, incluso me precio de ello; no escatimo elogios, no, porque en mi ADN porto más valores de los que evidencio con mis actos, pero uno de ellos es el de tener avivados los sentidos de la ponderación y de la justicia. Con estos, a mi entender, breves pero necesarios prolegómenos inicio mi “Guardilón” de este primer mes del nuevo año que dedicaré con sumo gusto y por entero a Antonio Herrera Casado, admirado y querido maestro y amigo. Esta dedicación no es gratuita, sino que se sustenta en una importante efeméride que no debe pasar desapercibida puesto que el día 22 del próximo mes de febrero se cumplirán, exactamente, 50 años de su nombramiento como Cronista Oficial de la Provincia de Guadalajara. Esta tierra castellana, que como decía Fernandez Coronel -enterrado en la vieja iglesia conventual de Santa Clara, hace ya más de un siglo parroquial de Santiago- “face a los omes e los gasta”, no siempre fue justa y agradecida con sus mejores, incluso no pocas veces fue injusta y desagradecida. No contribuiré lo más mínimo, ni hoy ni nunca, a que Guadalajara solo “gaste” a uno de los grandes hombres que ha dado esta tierra como es Antonio Herrera, bien al contrario, espero que mis palabras sirvan de soplo y aliento para elevarle al pedestal que su ímprobo y sobresaliente trabajo de cronista provincial merece, pero que su discreción, contención y humildad nunca han querido pedir para sí mismo. Sí lo ha hecho él para muchos.
Herrera Casado fue nombrado Cronista Oficial de la Provincia de Guadalajara cuando apenas tenía 25 años y era un joven médico especialista en ORL con muy buena formación y expediente académico que después ampliaría con un doctorado sobresaliente cum laude -en historia de la ORL española, como no podía ser de otra manera-, pero apenas experiencia. Sucedió en este cargo honorífico a, ni más ni menos, que Francisco Layna Serrano, un -mejor dicho, el- auténtico referente en la historiografía provincial, médico y también otorrino como él. Layna había fallecido en 1971 y, unos meses después de su deceso, al estar vacante la plaza de cronista provincial, la Diputación decidió suscribir un contrato con Salvador de Moxó, un reputado catedrático de Historia Medieval de la Universidad Complutense de Madrid, para que trabajara e investigara especialmente sobre la Edad Media en la provincia. Digamos que Moxó fue un cronista provincial interino -por la provisionalidad del puesto- y un tanto “sui géneris” -porque no se le nombró como tal, sino que se contrataron sus servicios y por un fin y un tiempo determinados- que, en realidad, jamás llegó a ejercer, hasta el punto de que la corporación provincial, presidida entonces por Mariano Colmenar, decidió declarar nulo el contrato con él suscrito por razones de legalidad. Fue entonces, mediado el invierno de 1973, cuando la Diputación nombró Cronista Oficial de la Provincia a Antonio Herrera Casado, a través de una moción de la presidencia apoyada de forma unánime por toda la corporación y tras un informe de la Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana” que le proponía como tal y con todos los pronunciamientos favorables. Dos activos y notables diputados provinciales de entonces, ambos con mucha sensibilidad en materia cultural y educativa, Luis Usano y Luis Rodrigo, tuvieron mucho que ver en ello.
El nombramiento de Herrera Casado como Cronista Oficial llegó avalado por el destacado trabajo de investigación y, sobre todo, de divulgación del patrimonio histórico y artístico provincial que ya venía realizando desde mediados de los años sesenta, cuando aún era un joven estudiante, primero de bachillerato y después de Medicina. Pueden contarse por millares los artículos de ese corte que ha publicado, especialmente en Nueva Alcarria, periódico en el que sigue colaborando más de medio siglo después y en el que, indudablemente, es un referente y ejemplo a imitar para todos los que compartimos estas páginas con él por la calidad, profundidad, rigor e interés de sus colaboraciones, tanto en fondo como en forma. Cuánta previsión -casi adivinación- y razón tenía un entonces muy joven Javier Borobia cuando en 1971, tras morir Layna, publicó una carta al director en Nueva Alcarria que afirmaba que, si había una persona “competente y responsable para llevar con dignidad el cargo de Cronista, este hombre no es otro que Antonio Herrera Casado. En él se combinan la juventud y el entusiasmo, aspectos fundamentales para el dinámico trabajo, y el amor a la cultura y arte, en todas sus manifestaciones provinciales”. Hasta ese momento, Herrera solía publicar en Nueva Alcarria un artículo de fondo semanal, bajo la cabecera de “Glosario alcarreño”, pero también publicaba un suelto breve en primera página, de corte más literario, generalmente acompañado de una fotografía. En uno de esos breves de primera, publicado tan solo unas semanas antes de que fuera nombrado cronista, Antonio recibía la invernada con estas bellas palabras tras la primera gran nevada de la temporada: “El general invierno lucha, avanza, se pasea victorioso sobre el blanco mantel de Guadalajara”.
Medio siglo después de aquellos artículos jóvenes con los que se inició en la investigación y divulgación sobre los recursos históricos y artísticos de la provincia, también los tradicionales y los naturales, Antonio acumula un bagaje prácticamente inalcanzable para casi todos: es autor de más de 80 libros publicados, de miles de artículos, de centenares de conferencias y ponencias y editor de cerca de un millar de obras a través de “Aache”, la editorial que despliega las iniciales de su nombre y apellido como un acrónimo que quiere ser una voz en sí mismo. “Aache es una editorial de primera para una provincia de tercera” me decía un día un amigo bibliófilo venido de fuera y que conocía muy bien el extraordinario trabajo de Antonio en ella -y en los últimos años también de sus hijos-, camino iniciado en 1988 y que se resume en un espectacular dato: Más de 700 libros editados desde entonces, la mayor parte de ellos apegados a la tierra de Guadalajara o a sus autores como las margas, las arcillas y las calizas a la Alcarria, el gneis, la cuarcita o la pizarra a la Serranías, el humus de los sotobosques de ribera a la Campiña y el rodeno a las tierras de Molina. Desde “Aache”, no solo ha dado salida Antonio a numerosos proyectos editoriales de interés provincial y local que difícilmente hubieran encontrado acomodo y mercado en otro tipo de negocios del libro más economicistas y menos románticos, también ha impulsado la reedición o edición crítica e ilustrada de auténticas joyas de la historiografía provincial, especialmente obras de Layna Serrano, y, entre ellas, su monumental “Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los siglos XV y XVI”.
Aunque el libro de los libros escrito por Herrera Casado es, sin duda alguna, “Crónica y guía de la provincia de Guadalajara”, una auténtica enciclopedia provincial en la que tienen su hueco, por pequeño que sea, hasta la penúltima aldea y el último lugar de Guadalajara. Esta magna obra, que ya ha alcanzado tres ediciones (1988, 1993 y 2017) y de la que se han editado 8.000 ejemplares, una cifra espectacular para un proyecto editorial provincial, es un laborioso, extenso y documentado compendio de los recursos histórico-artísticos, tradicionales y naturales de la provincia, estructurado por comarcas -a Antonio se le debe, en gran parte, la clara diferenciación y vertebración teórica de las cuatro que tiene la provincia- y articulado a través de todos y cada uno de los pueblos de la provincia, no solo los que tienen ayuntamiento propio. La mejor radiografía de la Guadalajara finisecular del XX e initio secular del XXI la ha hecho Antonio Herrera Casado con esta obra que, efectivamente, es la suya más importante por su ambición, distribución, categoría conceptual, formal y material, pero a la que se suman otras de mucho nivel e interés como son: Los monasterios medievales de Guadalajara, Castillos y fortalezas de Castilla-La Mancha, El románico de Guadalajara, Sigüenza, una ciudad medieval o Pastrana, paso a paso, así hasta llegar a las ocho decenas, que se dice pronto.
Termino ya afirmando con rotundidad que Antonio Herrera es una persona muy metódica y adornada por numerosas virtudes, destacando entre ellas la templanza, el rigor, la formalidad y la meticulosidad. Esta región -Castilla de soltera, llamada La Nueva un tiempo y malcasada con La Mancha en 1982-, ya le nombró “Hijo predilecto” en 2011 y hace tan solo unos meses que la Diputación lo reconoció como tal de la provincia. Muchos otros honores, premios y distinciones le han sido otorgados; sería prolijo y hasta tedioso relatarlos todos. Aún en vida -y relativamente joven, además-, tiene varias calles a su nombre; que yo recuerde, al menos una en Torija y otra en Guadalajara, ésta última puesta con la mejor intención en el polígono del Ruiseñor, donde iba a ir un macro-campus universitario y de investigación y empresa que se quedó en el mantel de alguna comida de contubernio entre políticos y empresarios -en Toledo o en Madrid, por supuesto-, pero en el que, de momento, allí solo se mueven tierra, cemento, asfalto e intereses. Después de 50 años de fructífera labor como Cronista Oficial de la Provincia y de entrega a esta tierra a través de la historia y el arte hechos palabra, Herrera Casado se merece un gran homenaje provincial que, desde ya, cuenta con mi aplauso y apoyo incondicional. Gracias por todo y por tanto, Antonio.