A mis treinta y diez


Poco después que estas líneas salgan a la luz y sean sometidas a este abrasador sol estival, el DNI me va a recordar que habré dado ya cuarenta vueltas al sol. A mis treinta y diez (treinta y quince dicen que aparento), es necesario cavilar un poco sobre este punto vital, en el cual, estadísticamente, le tengo que dar la vuelta al jamón. No por gusto, sino por mera degradación celular. No te quejes Peñitas. Míralo por el lado bueno porque hace unas pocas cohortes estarías jugando la prórroga o tumbado frente al Zoo de Guadalajara. Pero sin prisas, como diría Sabina, que el Dies Irae me sigue sonando a banda sonora de videojuego, que todavía no he decidido si tierra o pavesas y dejo a la fórmula de juicio por combate entre los catecúmenos de Maristas y Salesianos para saber quien me terminará ungiendo la testa. Dicho en pocas palabras, si fuera un átomo de uranio, no sería tan radioactivo, pero tendría ganas de seguir importunando y aprovechando los segundos hasta desintegrarme. 

    Según la estadística comparativa, en estos tiempos inciertos donde vivir es un arte, a los 40 habría que tener más de un vástago (de media a los 32,61 años) aunque lo normal no es pasar por el altar o por el concejal (+50% de solteros a esta edad) sino por el juzgado (divorcios multiplicados por dos). A nivel económico tener un sueldo bruto de 27.713€ y un patrimonio de cerca de 75.000€, casi la totalidad invertido en ladrillo y en vivienda propia en una mediana o gran ciudad. Lo habitual es empezar a tener pequeños achaques (desgaste articular y muscular, analíticas descompensadas, marcadores genéticos..) o evidencias de la erosión (calvicie, impotencia, problemas de autoestima...). La gran mayoría de españoles son votantes centrados que pueden mirar a ambos lados de la carretera, apoyarás a un equipo mayoritario deportivo, tendrás suscripciones de streaming, comprarás en Amazon y leerás unos 10 libros al año, 5,5 veces menos de litros de cerveza que beberás.  Habrás tenido al menos tres coches, serás más alto que tus padres y el número de amigos que te ayuden en una mudanza se contará con la palma de una mano, siendo lo sano un número de flatulencias diario entre la decena y la docena. Adorarás a Rafael Nadal por encima de todas las cosas y a Ana de Armas, también. Dentro del mercadeo divino, en mi caso permutaré árboles y libros salvo que aparezca alguien pidiéndome pensión de alimentos en el próximo lustro. Lo de este agua no beberé, para el que no tenga sed. Por ahora hay arroz, pollo y gallina.

    En todo caso y a beneficio de inventario, para legado de mi cronista, alabanza de allegados y trino de contrarios, el recuento me deja una crin poblada que no es acorde a mi estrés profesional, un nivel de colesterol meritorio que me distancia de Vicente del Bosque y una testosterona digna para cualquier batalla salvo epopeyas y fantasmadas. Que a esta edad, donde mis maravillosas viudas sin sacramento se pierden en el recuerdo y los muertos profesionales sin cementerio siguen atormentando la memoria; que las alegrías y penas son sístole y diástole del calendario, que mi ego y yo podemos irnos de vacaciones sin conflicto, que prefiero discutir a la piel con los míos que arrepentirme en silencio sin ellos, que las cicatrices sin costra  son costuras de la existencia y que no he perdido el compás o la sonrisa bailando con la más fea en la última década, así llegamos para liquidar el primer tramo del impuesto. Superviviente si, ¡maldita sea! Nunca me cansaré de celebrarlo con café. Y siendo la vida una oscilación de cambios de ánimo entre el absurdismo y el hedonismo, sigamos pachuqueando y brindando por ello. Lo peor que puede pasar es que Epicuro, Sartre y yo salgamos borrachos de vida y terminemos emulando a Catulo: frontem tabemae sopionibus scribam. El día del juicio final puede que hasta la Agencia Tributaria se presente como mi abogado de oficio y termine dándome (en reposición) la razón. Disfruten del camino por favor, en 100 años vivirán desconocidos en sus casas. Si en algún momento no puedo expresarlo, que mi epitafio sea el siguiente: “Estoy aquí en contra de mi voluntad”. Da igual que me pille muerto o trabajando. Eso si, que la felicidad vaya acorde con las canas. Bienvenido a la planta 5. Sección de Adulto.