Antonio de Lucas: "En Europa no hay gestiones tan drásticas como la del trasvase Tajo-Segura”
Antonio de Lucas, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, doctor en Hidrología y Gestión de los Recursos Hídricos y miembro de la Cátedra del Tajo UCLM-Soliss. Es autor del informe presentado sobre las reglas de explotación del trasvase.
Antonio de Lucas, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, doctor en Hidrología y Gestión de los Recursos Hídricos y miembro de la Cátedra del Tajo UCLM-Soliss. Es autor del informe presentado sobre las reglas de explotación del trasvase.
¿Cómo llega a la Cátedra del Tajo y cuál es la labor que realiza?
Formo parte de la Cátedra del Tajo desde que se fundó hace dos años más o menos. Yo había hecho previamente mi tesis doctoral sobre los excedentes en el Tajo, así que la directora Beatriz Larraz contactó conmigo. La Cátedra del Tajo está abierta a todos aquellos investigadores que quieran aportar algo, que quieran participar y tengan el interés por el Tajo. En mi caso concreto, yo soy colaborador, por lo que ayudo en aspectos puntuales, como puede ser este informe sobre las reglas de explotación.
Resumir una tesis es muy complicado. Pero, ¿cuál es la conclusión de este trabajo?
Lo cierto es que el informe que hemos presentado en la Cátedra parte de la conclusión de la tesis. Parte de que la cuenca del Tajo es prioritaria según la ley, pero esa prioridad no se ha llevado nunca a la práctica. Porque hay una definición de excedentes que en teoría debería haberse realizado conforme a la Ley 52/1980 en la planificación hidrológica del Tajo. Pero realmente ahora está sujeta a otra ley, la del Plan Hidrológico Nacional. Éste tiene una serie de condicionantes adicionales, como que existen las reglas de explotación en los embalses de referencia, que son figuras que tienen un rango de ley superior al Plan Hidrológico del Tajo, que se aprueba por Real Decreto. Es decir, aunque los excedentes debían definirse en el Plan de Tajo, y además con lógica, al ser el sitio donde se tienen en cuenta los recursos y necesidades de la cuenca, en la práctica no se puede realizar porque otra legislación ya lo define.
¿En qué se traduce este choque de legislaciones?
La definición legal de excedentes que hay actualmente no tiene en cuenta adecuadamente las necesidades de la cuenca. Hay una serie de limitaciones en cuanto a planificación y gestión. La otra parte del problema es que la definición legal de excedentes, donde son excedentarias todas las reservas de Entrepeñas y Buendía por encima de los 400 hectómetros cúbicos, no determina cuánta agua se puede trasvasar cada mes. Ante esta indefinición, y teniendo en cuenta que si se trasvasara el máximo de capacidad del canal, la situación sería un desastre, se inventaron las reglas de explotación. Las dieron forma en 1997, con carácter interno y orientativo, y a partir de 2013, con la legislación del memorándum, pasaron a tener rango de ley. Las reglas de explotación, que son la segunda parte del problema, están definidas para paliar una deficiencia de la definición legal de excedentes y supuestamente tendrían que lograr unos trasvases uniformes o estables a lo largo de los años y evitar situaciones de nivel 3 de excepcionalidad hidrológica. Y la realidad es que, tal y como están dimensionadas, no lo hacen. Como medida, no correctora, porque para corregirlo habría que cambiar la legislación; pero como medida mitigadora, en la tesis se proponía una modificación de las reglas de explotación en los parámetros que permite la legislación para cambiarlas por Real Decreto.
En ese informe se propone que hay que disminuir de 20 a 8 hectómetros cúbicos el máximo trasvasable en ese nivel 3. ¿Por qué exactamente esa cifra?
Lo que buscamos es que los embalses no lleguen nunca al nivel 3. Es ese número porque es la mitad de lo que se plantea a nivel 2. Lo que se busca es que la operación del trasvase se mueva siempre entre el nivel 1 y el nivel 2. Siempre sobre el papel y la teoría del modelo. Luego está la realidad, pues las aportaciones son las que son.
¿Cómo viviría el Tajo si siempre se moviera entre esos dos niveles?
Lo ideal es que la operación normal sea en nivel 2. Siempre va a haber momentos en los que entre mayor aportación en los embalses y éstos estén llenos. Y en ese caso, se podría trasvasar el máximo de capacidad del canal. Pero, operar a nivel 2 ayuda a evitar sobreexplotar el sistema como se hace actualmente. Lo que se busca es que el nivel 1 no esté definido como hasta ahora, cuando Entrepeñas y Buendía pasan de 1.500 hectómetros cúbicos, que es poco más de la mitad de capacidad del embalse. Lo que hace eso es limitar que, cuando llegue a esa cantidad, se vacíen rápidamente y no puedan crecer más. Por eso se propone elevar ese nivel a 2.000, para que el embalse pueda ejercer su capacidad de regulación, que es para lo que están diseñados. Por eso combinamos elevar el umbral de nivel 1 y reducir lo que se va a trasvasar a nivel 2, para que esté en equilibrio entre las aportaciones medias que entran con lo que sale para el Tajo, lo que sale para el trasvase y lo que se estima de una evaporación acorde a realizar una buena regulación.
Dice que el embalse podría en esa situación ejercer su capacidad de regulación. ¿Qué significa esto exactamente?
Vea los embalses como si fueran un almacén de cualquier producto, en este caso de agua. Hay unas entradas que son los suministros que llegan y unas salidas, según lo que se va demandando. En el almacén tenemos que tener un estocaje de producto, teniendo en cuenta las entradas que tenemos y las necesidades que hay, con existencias adecuadas en temporada alta. La diferencia entre un embalse y un almacén convencional es que el agua la trae la naturaleza. No está programado lo que va a venir. Tenemos un registro histórico de lo que ha ocurrido en el pasado y en base a ello podemos hacer unas previsiones, que es lo que realizamos en planificación hidrológica. Pensamos en qué rango se puede mover, pero no tenemos ninguna certeza de las entradas. Y frente a esta incertidumbre con las aportaciones, tenemos unas necesidades que atender, como abastecimiento, regadíos u otros usos, que requieren un caudal constante. Entonces, se usan los embalses para poder almacenar la entrada de agua que hay y tener disponibilidad para usarla cuando la necesitamos. Según sean las características de las aportaciones que entran, de las demandas que salen y de la capacidad del embalse, el juego es de una forma u otra. Hay embalses que son relativamente pequeños para las entradas. Pero el caso de Entrepeñas y Buendía es todo lo contrario, pues son muy grandes para las aportaciones que hay. La ventaja es que puedes hacer una regulación hiperanual, es decir, guardar de un año para otro. Otros embalses te permiten guardar de una estación para otra, o sea, de la época de lluvias a la época de estiaje. Entrepeñas y Buendía permiten hacer una regulación fuerte entre distintos años: coger años de abundancia para atender años en los que las aportaciones son menores.
¿Qué ocurre si sacamos una cantidad más alta del volumen medio?
Cuando haya abundancia se va a poder sacar esa cantidad, a costa de que el embalse no guarde agua y cuando vengan años malos no haya agua suficiente para atender todas las necesidades y todos los usos. La regulación permite tener el juego de lo que entra, con unas salidas razonables, adaptadas a la disponibilidad de recurso y a la capacidad de almacenamiento. De esta forma, cuando haya buenas aportaciones, podremos guardarlas en los embalses adecuadamente para atender los usos; y los años en que no haya tantas aportaciones, poder tirar de las reservas de años anteriores. Una de las características que tiene este juego de la regulación es que hay unas entradas y unas salidas; pero hay una salida que es la evaporación, que es en función de la superficie de lámina de agua. Y es una salida que no va a ningún uso, sino que se pierde.
¿Cómo se actúa ante esa pérdida?
La explotación actual busca minimizar esa pérdida y lo hace forzando a Entrepeñas y Buendía a estar en niveles bajos, por lo que la superficie de lámina de agua es más pequeña y la evaporación es menor. De esta forma, se tiene un volumen interanual de trasvase mayor. Esto se hace a costa de que en los años secos no haya agua para trasvasar, que es lo que estamos viendo ahora o en otros momentos en los que hemos estado en nivel 4. Hacer una buena regulación significa intentar evitar esa situación de nivel 3 o 4 y que los embalses estén siempre en una situación de normalidad, aunque las aportaciones estén por debajo de la media o sean años secos.
Esa propuesta se basa en que la situación de excepcionalidad hidrológica debería ser excepcional, poco frecuente. Pero no es así. ¿Por qué se llega a eso?
Porque las reglas actuales están mal diseñadas. Puede sonar fuerte, pero es la realidad. Lo que buscan las reglas actuales es, erróneamente, maximizar la base interanual. El problema es que se pierde la capacidad de regulación. Entonces se está en esta situación de excepcionalidad hidrológica y, conforme se fuerza más el sistema, que es lo que se llama sobreexplotación del recurso, más bajas estarán las reservas. A esto hay que sumar que, en los últimos 10 ó 15 años, hay una tendencia descendente de las aportaciones. De esta forma, el nivel 3, que tenía que ser esporádico, es el más frecuente. Para mí, el nivel 3 es como un plan de incendios de un edificio. Es necesario tenerlo por si ocurre una catástrofe. Pero es mejor que no se produzca el incendio. El nivel 3 y 4 han de estar definidos por si acaso se llega a esa situación, pero hay que intentar no llegar.
En el informe se señala que, de seguir con las reglas de explotación actuales, los embalses estarían un 41,1 por ciento del tiempo en esa situación de excepcionalidad. ¿Por qué cree que se mantiene por tanto esta situación?
Ese dato sale de la serie hidrológica de los 80 hasta 2022. Nos permite ver qué ocurriría, con la gestión actual, con esa regla basada en la serie de aportaciones. Con eso podemos ver todas las variables que influyen en el sistema y el comportamiento que hay. Pero, como decía antes, no sabemos cuáles van a ser las aportaciones que vamos a tener en el futuro. Entonces, tenemos que dimensionar las reglas de explotación para no caer en nivel 3.
Este año han entrado cerca de 100 hectómetros menos de lluvia en Entrepeñas y Buendía que la media de los últimos 30 años: 643 hectómetros frente a 736. ¿Algo puntual o una tendencia?
Hablar de valores medios hace que, por definición, más o menos la mitad de los años estén por debajo y más o menos la mitad, por encima. Pocos años son los que tienen la media de aportaciones. La serie de aportaciones es muy regular en ese sentido. Que este año hayan sido 600 hectómetros cúbicos en vez de 730, que es la media que hay de la serie completa, lo único que nos dice es que no estamos gestionando bien. El sistema tendría que aguantar bien a pesar de tener 600 hectómetros cúbicos de aportaciones. Como no se ha hecho una buena regulación y las existencias al inicio del año eran bajas, la aportación es algo menor que la media. Queremos sacar más de la media y por tanto entramos en nivel 3, con lo que se sacará menos de lo que se quiera sacar.
Con la propuesta que realizan, ¿qué mejoras prevén para los agricultores?
Más que mejoras para los agricultores, son para el sistema en general. El mismo día que presentamos el informe, la Cátedra del Agua de Alicante organizó unas jornadas en las que, por lo que he visto en las noticias, hicieron referencia a la incertidumbre que genera en los regantes no saber cuánta agua van a tener disponible. Si, por las reglas de explotación, se les dice que van a tener una cantidad de agua concreta, pero luego se está en situación de excepcionalidad hidrológica, no puede haber esos envíos. Esto genera una serie de tensiones. El regadío, que en el fondo es una actividad productiva, tiene que tener claro cuánta agua va a tener disponible. Con esta propuesta podrían saber que ésa es la cantidad de recursos que podrían tener más o menos garantizada en circunstancias que no fueran muy desfavorables. Eso requiere asumir que la cantidad de agua que se puede trasvasar es menor que la que se cree que se puede trasvasar. Es pensar más en la realidad que en los deseos.
Usted califica de “ineficaz” la regulación del agua del trasvase al desaprovechar la capacidad de embalse de Entrepeñas y Buendía. ¿Qué supone esto?
Es lo que estamos viviendo. En época de abundancia, baten récord de trasvases y todos contentos en el Levante. Pero cuando acaban las vacas gordas, los embalses no tienen reservas adecuadas y empieza el periodo seco con unas existencias bajas. Y no se pueden atender adecuadamente los usos. Se pierde la capacidad de regulación. Vuelvo al ejemplo del almacén. Es grande pero lo tenemos vacío, y cuando queremos sacar muchas cantidades de ese almacén, no vamos a tener producto para ello.
¿Y qué pasa con los grupos de presión?
Es uno de los peligros que tiene el trasvase, la influencia de grupos de presión sobre la gestión del agua, que da lugar a situaciones irracionales. Con el escenario del cambio climático, en circunstancias como ésta de presión para hacer una mala gestión del recurso en función del corto plazo, la administración hidráulica tendría que tener herramientas para hacer una gestión eficaz. Estos grupos de presión actúan en otras zonas de España, pero no de manera tan descarada.
Este informe se ha hecho llegar al Ministerio de Transición Ecológica para su consideración. ¿Confía en que sea el primer paso para regular de una manera más eficiente los trasvases?
Cuando hacemos este trabajo, lo hacemos con la ilusión de que sea tenido en cuenta. Estamos a disposición de quien quiera, para poder aclarar, discutir o analizar las diferencias entre las reglas actuales y esta propuesta que se realiza. Nuestro sentimiento es de optimismo, porque creemos que nuestro trabajo está bien hecho, fundamentado y que puede servir de base para una mejor gestión.
¿Se repite esta gestión tan particular en algún otro lugar de España o Europa?
Por lo que tengo entendido, tan drástico como esto, no. Hay casos a nivel mundial, como el mar de Aral, en Asia Central, donde el uso sobreexplotado del recurso ha hecho que se seque. En España, en el acuífero de La Mancha, por sacar más agua de la que entra por sobreexplotar el recurso, el acuífero baja y no tiene capacidad. Aquí no estamos hablando de acuíferos, estamos hablando de embalses, pero conceptualmente es lo mismo. Sacamos más agua de la que entra, el depósito baja y hay un momento en que no tenemos agua para sacar. Si hubiera más agua o más entradas disponibles, seguramente se plantearía trasvasar más, porque hay que recordar que el trasvase está diseñado para 1.000 hectómetros cúbicos al año y la media es de poco más de 300. Si hubiera más aportaciones, posiblemente el problema sería el mismo. Y en cuanto a trasvases, en Europa, del tamaño del Tajo-Segura está el de Crimea, ahora parado por la guerra de Ucrania. Funcionaba mucho mejor, porque tenía mucha más disponibilidad de recursos y tomaba agua cerca de las desembocaduras. Y aquí, el Tajo-Segura toma de la cabecera, con lo cual el recurso es más limitado y las afecciones a la cuenca del Tajo son mayores porque aguas abajo, en Madrid, Toledo, Cáceres, hay mucha más cuenca que se ve afectada.