Aplausos

28/03/2020 - 13:25 Ciriaco Morón Arroyo

Hace muchos años me convencí de que hay profesiones del bien, como son las de médico, enfermera o sacerdote. Ahora he ampliado la visión y debo incluir a otras profesiones de bien. 

Todas las noches salgo al balcón para la aclamación nacional a todos los que nos están ayudando a mantener la vida y la salud. Médicas y médicos, enfermeras y enfermeros, pero también varones y mujeres soldados, policías de todas las escalas, voluntarias y voluntarios que ayudáis a los necesitados o sugerís maneras de mantenernos en buen estado: a todas y a todos, el aplauso físico y todavía más hondo, el aplauso espiritual: el agradecimiento, el respeto y la petición de que os reconozcan los organismos encargados de premiar vuestros servicios. 

Hace muchos años me convencí de que hay profesiones del bien, como son la de médico, enfermera o sacerdote. Ahora he ampliado la visión y debo incluir entre las profesiones del bien a todos los que ayudan a quien tiene necesidades, unos porque fabrican rápidamente mascarillas y otros porque recogen nuestros residuos o nos traen a casa la compra del mercado. Los que no hacemos nada podemos, por lo menos, colaborar, cumpliendo a rajatabla las prescripciones legales de “arresto domiciliario”. 

   En un tratado de ética racional y de ámbito idealmente global, un capítulo importante es la solidaridad: ayudar, ayudar y ayudar a la persona con necesidades. Ahora bien, esa actitud parece sentimental más que racional. No; la solidaridad es totalmente racional, pues no ayudamos a los otros  no por nuestros buenos sentimientos, sino porque todos somos indigentes y necesitamos los servicios y la ayuda de las otras personas. 

   Algunos recordarán a George Wallace, aquel gobernador de Alabama que en 1965 instigó las cargas de la policía contra Martin Luther King y sus seguidores en la marcha de Selma a Montgomery, Alabama. Años antes, cuando el presidente Kennedy defendió el derecho de los negros—ahora decimos afroamericanos, pero yo utilizo aquí la vieja palabra para que se me entienda al margen del eufemismo—a entrar en la Universidad de Alabama, Wallace pronunció una frase hoy famosa: “Segregación hoy, segregación mañana, segregación para siempre”. En la campaña presidencial de 1972 en USA Wallace sufrió un atentado que le dejó sujeto a una silla de ruedas para el resto de su vida, todavía larga, ya que murió en 1998. Pues bien, en sus últimos años, el asistente que le ayudó en todas sus necesidades fue un afroamericano. Qué pena que el gobernador racista no hubiera aceptado en su juventud la sugerencia de Antonio Machín: “¿Por qué desprecias su color, si sabes que en el cielo también los quiere Dios?”. 

   He mencionado al personal sanitario y a los servidores del Estado como dignos receptores de los aplausos, pero hay otros colectivos igualmente dedicados a la ayuda de los demás, por ejemplo, los que hacen la obra de misericordia de enterrar a los miles de fallecidos. En 1953 surgió en Guadix una orden religiosa nueva: los hermanos fossores (cavadores), dedicados a enterrar a los finados, rezar por ellos y cuidar de los cementerios. Hoy os seguimos necesitando, anónimos “fosores” laicos, que nos acompañáis en nuestro último viaje

  Todos vosotros, y todos los servidores que no haya mencionado por olvido, tenéis mi voto para que se os pague en proporción a vuestro inmenso mérito, y mis entrañables APLAUSOS.