
Buendía recupera su esplendor y revive la memoria de una tierra desgajada por sus aguas
El embalse de Buendía amanece hoy con 855,42 hectómetros cúbicos, un soplo de vida tras ganar 34,57 en la última semana. Este resurgir hídrico desentierra un complejo relato de división y reencuentro, donde la abundancia de agua contrasta con la cicatriz imborrable de los trasvases.
Fotos: Astilleros del Cadagua, RTVE.
Aquella inundación de la carretera nacional 320 en 1958, tras la ambiciosa inauguración de la presa, trazó una frontera líquida entre pueblos, obligando a una solución tan singular como precaria: un ferry que, desde 1965, intentó zurcir durante una década el territorio desgajado entre Alcocer y Alcohujate. Este "puente itinerante", aunque ingenioso, se topó con la impaciencia de unos vecinos que anhelaban una conexión firme. Su clamor por tierra firme culminó en 1974 con la promesa de un viaducto, una obra que tardaría en materializarse, dejando tras de sí años de espera y un anhelo palpable. Hoy, la generosidad de las lluvias recientes devuelve al embalse una imagen olvidada, trayendo consigo la memoria viva de aquel ingenio humano, la persistente voz de un pueblo y la cicatriz, hoy casi invisible, de una división acuática.
Estratégicamente abrazado por las provincias de Cuenca y Guadalajara, en la confluencia del río Guadiela y los afluentes Meridanchel, Garibay, Guadamejud y Mayor, el embalse de Buendía se erige como un eje crucial en la gestión del agua de la región. Su presa de gravedad, una imponente estructura de 78,10 metros inaugurada en 1958, transformó radicalmente el paisaje. Con una capacidad inicial de 1.638 hectómetros cúbicos (hoy ampliada a 1.705) y una extensión de 8.194 hectáreas, sus aguas modelaron un nuevo horizonte, cubriendo las fértiles tierras de Buendía, Alcocer, Alcohujate, Villalba del Rey, Las Gaviotas y Los Cabezos, e incluso sumergiendo vestigios históricos como Santa María de Poyos y los Baños de La Isabela, además de rozar las ruinas de Ercávica en Cañaveruelas. Este coloso hídrico, parte del denominado "Mar de Castilla" junto a Entrepeñas, Zorita, Bolarque y Almoguera, también alimenta, con la controversia siempre latente en Castilla-La Mancha, el trasvase Tajo-Segura. Aquel 14 de julio de 1958, Buendía y Entrepeñas fueron presentados como la mayor reserva artificial de agua de Europa, un hito que paradójicamente sembraría una división inesperada.
La construcción del embalse resonó directamente en las comunicaciones terrestres. La antigua carretera nacional 320, arteria vital que vertebraba el tránsito entre Guadalajara y Cuenca en su camino hacia Albacete, desapareció bajo las aguas, erigiendo una barrera líquida que fracturó la conexión entre comunidades que hasta entonces habían compartido lazos económicos y familiares. En este nuevo escenario, en 1965, emergió una solución singular para restañar la herida territorial: un ferry.
Esta embarcación, fruto del encargo de la Confederación Hidrográfica del Tajo a los Astilleros del Cadagua, tomó forma a finales de 1964 y surcó las aguas del pantano a partir de 1965, tras ser ensamblada a orillas del improvisado astillero. Bautizado con el nombre del embalse, este buque de doble proa ("double end"), con 130 toneladas brutas y propulsado por cuatro motores, se convirtió en el cordón umbilical entre Alcocer (Guadalajara) y Alcohujate (Cuenca), acortando un rodeo que, de otro modo, exigía más de 60 kilómetros. Tal como evocaba aquel artículo que firmó el recordado Luis Monje Ciruelo en abril de 1975 en ‘Nueva Alcarria’, la crecida del Guadiela, al ser represado, había transformado la carretera nacional 320 en una "auténtica frontera líquida", separando pueblos limítrofes unidos por intereses y afectos. Aquellos escasos nueve kilómetros en línea recta entre Alcocer y Alcujate se convertían, por la geografía impuesta por el agua, en un periplo de casi setenta.
Para mitigar esta desconexión, el Ministerio de Obras Públicas ideó aquel singular sistema de transporte: un pontón robusto capaz de transportar camiones, autobuses, tractores y, por supuesto, personas de una orilla a otra. "Al aproximarse, un cartel indicador informa de sus servicios. Luego resulta que no se trata de una barca, ni siquiera de una barcaza, sino más bien de un pontón que realiza las funciones de ‘ferry’ para el transporte de grandes pesos… y, por supuesto, de personas de una orilla a otra del embalse de Buendía", describía con precisión la crónica de ‘Nueva Alcarria’.
Sin embargo, para los habitantes de la comarca, aquel improvisado "puente flotante" era un recordatorio constante de la fractura, una herida abierta por la carretera desaparecida. Las protestas vecinales resonaron con fuerza, lamentando el aislamiento forzado y la incomodidad de un servicio fluvial con un horario limitado –de nueve de la mañana a seis de la tarde– y una capacidad que a menudo dejaba en tierra a los autobuses más grandes. La memoria de tener que recorrer setenta kilómetros para cubrir una distancia de apenas nueve persistía como una sombra en la vida cotidiana.
Durante años, la voz unánime de las gentes ribereñas clamó por una solución definitiva. Finalmente, en abril de 1974, el Consejo de Ministros concedió la autorización al Ministerio de Obras Públicas para contratar las obras de una variante de la N-320. Aquel proyecto, que ya se anunciaba como inminente desde octubre de 1973, cristalizó en la construcción de un viaducto entre Alcocer y Alcohujate, con un presupuesto de 79 millones de pesetas. Aquella noticia fue recibida con palpable alivio en toda la comarca. Como bien señalaba la crónica de ‘Nueva Alcarria’, "los turistas ocasionales, los visitantes de aquella zona, le diremos adiós al viejo ‘ferry’ que durante casi veinte años acentuó la nota marinera de esta comarca alcarreña de los embalses".
El puente, concebido por el estudio de arquitectura Estudioaia.com, trascendió la mera funcionalidad de unir dos puntos. Se erigió como una obra de ingeniería que buscaba integrarse armónicamente en el valioso entorno natural. Con una luz central de 162 metros y una estructura metálica curva, reinterpretando la tradición del siglo XIX con una sensibilidad contemporánea, el viaducto se convirtió en un símbolo de la conexión recobrada. "El puente de Buendía es un ejemplo de conjunción entre el medio ambiente y la ingeniería civil, un ejemplo de desarrollo sostenible", explican desde Estudioaia.com, subrayando su voluntad de "construir el lugar" y no solo una infraestructura. La construcción del puente, finalmente culminada y puesta en servicio, marcó el adiós definitivo al ferry "Buendía", que, según testimonios recogidos por puentedemando.com, quedó varado y semihundido en una de las orillas a mediados de los setenta, tras una década de servicio.
Sin embargo, la historia del embalse de Buendía también alberga recuerdos amargos, ligados a la gestión del agua y al persistente debate sobre el trasvase Tajo-Segura. Aquel junio de 2014, el perfil de Facebook ‘Rio Tajo Vivo’ compartía una elocuente fotografía de la orilla del pantano a su paso por Alcocer, con el puente hacia Alcohujate visible al fondo, pero con un nivel de agua alarmantemente bajo. El comentario de un vecino, Javi, ironizaba sobre la posibilidad de cruzar "a nado" ante la "sangría" del trasvase. "Nunca una imagen ha dejado tan claro el término ‘sangría’ cuando se habla del trasvase Tajo-Segura. A ambos lados del antiguo cauce que tenía el Guadiela… se puede ver lodo, donde antes había tierras fértiles y ganado", lamentaba la publicación, haciéndose eco de un sentir compartido por numerosas instancias y plataformas en defensa del Tajo.
FOTO: JAIME ILLANES CORTÉS (RÍO TAJO VIVO)
Hoy, en este mayo de 2025, el aumento del nivel del embalse ofrece una imagen esperanzadora, una estampa de plenitud que no se contemplaba desde hace 28 años. El ferry ya no navega, pero su recuerdo persiste en la memoria de quienes vivieron aquella época de división. Las mismas aguas que un día cubrieron caminos y separaron familias, hoy reflejan un cielo que ha traído consigo la promesa de recuperación. El embalse de Buendía, que en su inauguración fue un símbolo de progreso, hoy también lo es del tesón de una comunidad que supo alzar un puente donde el agua había trazado una frontera, uniendo no solo orillas, sino también historias y esperanzas. Porque tras las cifras de hectómetros recuperados, late la historia viva de un pueblo que esperó 20 años para volver a sentirse unido, no por el agua, sino por la firmeza de un camino sobre la tierra.
Fuentes: Embalses.net, artículo publicado en ‘Nueva Alcarria’ (abril de 1975), puentedemando.com, perfil de Facebook ‘Rio Tajo Vivo’ (19 de junio de 2014), Estudioaia.com.
Fotos: Astilleros del Cadagua, TVE.