Castilla y arco del triunfo
Había leído cosas acerca de la histórica villa de Medinaceli. La consideraba una vieja ciudadela cargada de recuerdos, pero un poco dejada de la mano de Dios.
La vieja Ocilis de los árabes se airea al soplo de todos los vientos en el breve altiplano que todavía en tierras de Soria dibuja, a no mucha distancia del Valle del Jalón, la llamada Sierra Ministra. El Jalón y el Henares son ríos con diferente destino que, uno al sureste y otro al noroeste, vienen a nacer a cuatro pasos de Medinaceli, la histórica villa cercana a nosotros. La Medina-Ocilis de los cristianos se quedó sin gente en el último tercio del pasado siglo porque a sus habitantes les dio por bajarse a vivir al barrio de la Estación, y con ellos las instituciones y los funcionarios locales. Las tierras bajas y más productivas de la vega, la proximidad a la carretera nacional y al llano de las salinas, pudieron como lugar de asentamiento con más de veinte siglos de historia, lo que ha supuesto dejar al antiguo burgo alzado sobre su peana a título de exposición, de museo, de reliquia del pasado y de residencia temporal para artistas, soñadores y otros derivados de la especie humana asidos de raíz a las más nobles inclinaciones del espíritu.
Había leído cosas acerca de la histórica villa de Medinaceli. La consideraba una vieja ciudadela cargada de recuerdos, pero un poco dejada de la mano de Dios y más todavía de la mano de los hombres; un burguillo medieval de casonas destartaladas y palacetes que apenas si podían sostener el peso de las cubiertas sobre la piedra tambaleante de sus muros; de mansiones señoriales selladas por encima de los dinteles de sus puertas con escudos de nobleza que han sabido burlar guapamente el peso de los siglos y el zarpazo impío y prolongado de la desconsideración. Ahora he visto que no es así, que la gente con buen sentido se volcó en favor del pueblo con obras de restauración hasta conseguir en él una nueva imagen, quizá demasiado nueva con la verdad de su pasado y con lo que Medinaceli representa como solar de las más antiguas civilizaciones.