¡Corre Forrest, corre!


La realidad nos demuestra que también es muy importante la constancia y la acción, y que en ocasiones pueden llegar a superar al talento.

Es frecuente pensar que para triunfar en los negocios y en la vida hay que ser un genio, tener un plan infalible, o ser un gran conocedor de todos los secretos del mercado para empezar. Y es que, en parte, es verdad. Sin embargo, la realidad nos demuestra que también es muy importante la constancia y la acción, y que en ocasiones pueden llegar a superar al talento. 

Podemos encontrar en el pasado ejemplos de personas brillantes, pero que no llegaron a emprender por el miedo al fracaso, mientras que otros, con menos conocimientos, pero más determinación, consiguieron triunfar.

Hace poco vi (de nuevo) la película Forrest Gump, y me vino a la cabeza que este personaje representa esta mentalidad. 

Siendo sinceros, Forrest no es el más inteligente, no estudia cada paso con lupa, pero, a pesar de ello, consigue logros importantes simplemente porque sigue adelante sin miedo y con determinación. 

En el mundo en el que vivimos, tenemos empresarios de éxito que han aplicado esta misma filosofía: avanzar sin detenerse demasiado en el “qué pasará”, adaptándose a lo que venga en el camino.

Forrest Gump no destaca precisamente por su inteligencia, pero es capaz de conseguir cosas que otros consideraban imposibles. Estrella en un equipo de fútbol americano, héroe de guerra, un crack en el tenis de mesa, fundador de un negocio millonario, y hasta un personaje influyente en la cultura pop sin siquiera proponérselo. 

¿Cómo lo logra? Muy sencillo: no cuestiona demasiado, no se paraliza con dudas ni busca excusas. ¿Qué es lo que hace? Él simplemente sigue corriendo.

En el mundo del emprendimiento ocurre algo similar. Empresarios exitosos que no eran ni los más preparados ni los más brillantes en su campo, pero tenían algo en común: nunca se detuvieron. 

Mientras personas con grandes ideas se quedaron esperando el momento ideal, otros con menos conocimientos, pero con más determinación dieron el primer paso.

Un claro ejemplo es Richard Branson, fundador de Virgin. No finalizó la escuela, no tenía experiencia en la industria musical ni en la de aviación, y aun así creó uno de los mayores imperios del mundo. No fue su inteligencia lo que lo llevó al éxito, sino su capacidad de actuar, de probar, de equivocarse y de seguir adelante. Como Forrest Gump, que no perdió tiempo preguntándose si era suficientemente bueno, sino que simplemente lo hizo.

Así, uno de los principales errores que cometen muchos emprendedores es pasarse demasiado tiempo planificando sin nunca dar el primer paso. La parálisis por análisis es una trampa en la que caen las personas que creen que todo debe estar perfectamente calculado antes de empezar. 

Pero el mundo real no funciona así: los negocios que triunfan no nacen de planes infalibles, sino de la capacidad de adaptarse y corregir sobre la marcha.

Y Forrest Gump nos da una gran lección en este sentido. No se sienta a hacer listas de pros y contras, no pierde meses pensando si algo es buena idea o no, y simplemente lo hace. Aprende a jugar ping pong porque alguien le pone una raqueta en la mano, empieza a correr sin un motivo claro y finalmente termina inspirando a miles de personas.

Por otro lado, Forrest Gump no solo se dedica a avanzar sin dudar, en realidad también demuestra capacidad para seguir adelante a pesar de los fracasos y de las dificultades. Va a la guerra de Vietnam, pierde a las personas que ama y se enfrenta momentos de incertidumbre, pero él nunca se rinde. En lugar de detenerse a lamentarse por lo que no puede cambiar, sigue corriendo.

El emprendimiento está lleno de obstáculos, y quienes creen que todo saldrá bien desde el principio terminan frustrados. Cada negocio exitoso ha pasado por momentos difíciles, pero los que persisten son los que eventualmente triunfan. 

WhatsApp, sin ir más lejos, fue rechazado varias veces antes de convertirse en la plataforma de mensajería más usada del mundo. Uno de sus fundadores, Brian Acton, incluso fue rechazado en entrevistas de trabajo en Facebook y Twitter antes de crear la empresa que, años después, Facebook compraría por 19.000 millones de dólares.

La lección es clara: el fracaso no es el final, sino una parte inevitable del proceso. Y el problema no es tropezar, sino quedarse en el suelo. Como Forrest Gump, el emprendedor que sigue avanzando, aunque todo parezca en su contra, es el que finalmente alcanza el éxito.

No hace falta ser un genio, pero sí hace falta correr.

Al final y al cabo, el éxito en el emprendimiento no se trata únicamente de ser el más inteligente ni el que tiene el plan más detallado. Se trata de actuar, de adaptarse a los fracasos y de seguir adelante cuando otros se rinden. Forrest Gump es la mejor prueba de que el mundo recompensa a quienes no se detienen, a quienes se lanzan sin miedo y a los que confían en el proceso.

Así que, si estás pensando en emprender, pero dudas de tus capacidades, recuerda esta idea: No hace falta ser un genio para emprender, pero sí hace falta seguir avanzando cuando los demás se detienen.