Despedida del nuevo viaje a La Alcarria (II)

09/03/2020 - 22:00 LUIS MONJE CIRUELO / PERIODISTA

Artículo publicado en Nueva Alcarria en junio de 1985

Desde el pasado domingo en que dejé a Camilo José Cela en Trillo, después de su esforzada aventura en globo, el ilustre académico tuvo una ajetreada semana de pueblo en pueblo, siempre con su nutrida cuadrilla de acompañantes, como cómicos de la legua, pero con la diferencia de que no viajaba en carromato, como los de la película “Camino hacia ninguna parte”, sino, como es sabido, en Rolls-Royce y con una exótica choferesa de color que llamaba más la atención que el propio escritor. Cela saludó a más de un personaje de su primer “Viaje a la Alcarria”, y en algún sitio le dijeron: “Mi padre fue el niño que le meó a usted en la cabeza desde un balcón”. Entró y salió en pueblos y aldeas, alguna tan pequeña que la comitiva literaria igualaba casi el censo del lugar. Cela charlaba con la gente y apuntaba de vez en cuando en su cuaderno escolar. Aseguró que estas notas le permitirían luego escribir el “Nuevo viaje a la Alcarria” sin necesidad de echarle demasiada imaginación.

Desde la Alcarria de Cifuentes pasó a la Alcarria de Sacedón y después a la de Pastrana, en todas partes mostrando su saber estar, no sometido más que a sus de- seos de ver y hablar con las gentes del país y sabiendo cortar, cuando era preciso, sin ofender a nadie, los excesos oficialistas. En Durón metió la cabeza en un cubo de agua; en algún sitio amenazó con fotografiarse “efectuando la micción”; desde Ranera le invitaron a ir mediante un ciclista sexagenario, y, naturalmente, fue; en Pastrana dio un abrazo a su personaje literario y real Don Paco, el joven médico de 1.946, hoy con 75 años de edad; en Nueva Sierra, de Albalate, se fotografió ante el monolito que da su nombre a una calle de la urbanización, medio rota, por cierto, a pedradas por los gamberros, la placa con su nombre.

Pero el recibimiento más pintoresco e inteligente fue el de Peñalver, cuyo alcalde tuvo la feliz idea de ofrecerle el peso de la choferesa negra en miel. Y lo hizo saber mediante un bando en castellano antiguo en el que “Don Teodoro Pérez y Berninches, Regidor de Peñalver” decía “que llegado que sea a esta villa el nominado Camilo José Cela, que, según correos recibidos, traxina por la tierra de la Alcarria, sea recibido en la plaza, e una vez en la mesma, la dueña que le acompaña e lleva las riendas de su cabalgadura, sea portada a la romana del Concejo para que tanto peso en arrobas como la dixa dueña diere, sea donado en miel de la Alcarria producida en Peñalver, al otrora escribano peregrino, e de esta liberalidad haga holganza y regalo, pues grande es la fama de esta confitura, como dice la conseja:” En Irues- te, Ruguilla/ y Peñalver/ facen las abejas/ la mejor miel”. El bando continuaba: ”Otrosí digo y considero que aqueste regidor obiera querido trocar arrobas de miel por arrobas de académico, mas el buen gobierno del Concejo dicta que la elegida sea la fermosa Oteliña”. Pesados uno y otro en la romana concejil la choferesa dio cinco arrobas y media, y el académico más de once. Y dicen que comentó: “Para una novillada valgo”

La despedida oficial del viaje, del segundo viaje a la Alcarria, tuvo lugar en Pastrana. Por la tarde paseó por su evocadoras calles y tomó café en la magnifica casona del ex ministro Adolfo Martín Gamero. A la cena que le fue ofrecida en el mesón “Princesa de Éboli” asistieron todos los alcaldes del recorrido, numerosos amigos del escritor y una nutrida representación de los medios de comunicación. Los juglares Servando y Carmen cantaron “sus pliegos de cordel”: “La verdadera historia de Gumersinda Cosculluela, moza que prefirió la muerte a la deshonra” y “Encarnación Toledano o la perdición de los hombres”. Al final hubo discursos, el más largo el del alcalde, Antonio Alegre, quien le regaló una acuarela de Iznaola; también intervino Francisco Tomey, presidente de la Diputación, acompañante de Cela en gran parte del viaje, que le entregó una estatuilla representando a un melero de la Alcarria.

Camilo José Cela habló brevemente y dijo, entre otras cosas, que la Alcarria había sido siempre muy generosa con él, quizá al ver que su intención era buena hace ya 39 años y por eso le había abierto los brazos de par en par. “Yo procuré escribir un libro honesto, con buena letra, tratando de explicar un poco el mérito de esta tierra, a la que a la gente no le daba la gana ir. No sé si ahora se ha roto ya ese hielo aunque confío en que sí, pero, en todo caso, quizá entre todos podamos seguir laborando para que este país, tan hermoso, tan bello, tan delicado y tan acogedor abra sus puertas de par en par a todos los viajeros”. “Las circunstancias de este viaje - añadió- son diferentes, tanto para la Alcarria como para mí y esto, naturalmente,  deberá quedar reflejado en el libro”. “No me importaría nada –dijo más adelante- volver a empezar de nuevo el viaje, en dirección contraria, por ejemplo, para dar un poco de variedad al asunto. Supongo que dentro de 25 años se me pondrán nuevas placas en la Alcarria, y lo que sí prometo es que dentro de otros cuarenta años volveré a andar el país, no sé en qué suerte de vehículo, aunque es posible que sea en una nube, que es donde solemos viajar los espíritus puros”.
Concluida la cena entre adioses, abrazos y despedidas, Cela se dirigió a la plaza de la Hora, ante el palacio ducal, donde apuró su última trasnochada en la Alcarria en una agradable tertulia junto a la barbacana que se asoma a las huertas.