Don Xavier Novell


Debemos dar gritos de admiración por los sacerdotes de nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, entregados a sostener y fomentar nuestra fe y a mantener el tesoro de historia y arte que son nuestras iglesias.

Dicen que don Xavier Novell ha renunciado al obispado de Solsona por el amor de una señora. Los católicos, lejos de escandalizarnos, debemos sentir lástima por el período de sufrimiento que el pobre señor ha debido de pasar hasta que ha decidido revelar su situación. Si ha logrado recuperar el equilibrio y la autoestima que le concede Santa Teresa: “El alma es como un castillo todo de un diamante y muy claro cristal”, solo queda desearle felicidad y alegría en su nueva trayectoria. Lo que no es lícito es justificar nuestro desvío de la Iglesia señalando casos iguales o parecidos al de este obispo. Hace pocos días un periódico decía que el 40% de españoles se declaran ateos. A mi juicio, eso es lo triste; que tantos millones de compatriotas vivan sin esperanza y sin encontrarle sentido a su vida. Ojalá veamos resurgir un catolicismo consciente, ilustrado, con una adecuada formación teológica de los fieles. Porque el viejo catolicismo de analfabetos no es deseable. Se dice que el señor Novell estuvo envuelto en ceremonias de exorcismo; yo personalmente creo que el demonio existe y dirige todos los movimientos de violencia, tortura y criminalidad de los gobiernos y las mafias. Pero el demonio está sujeto a la libertad humana, de forma que la criminalidad es obra nuestra, como la caridad, que en definitiva triunfa en el mundo sobre el mal. Si no triunfara el bien, la vida humana habría desaparecido ya del planeta. Es normal que la noticia de un obispo desorientado cause escándalo en algunos fieles, y desánimo en muchos más que están dispuestos a seguir alimentando su fe. Pero el ejemplo de un obispo débil solo debe ser una anécdota; los católicos tenemos, además del Nuevo Testamento, como los demás cristianos, la doctrina de los papas, que desde la encíclica Rerum novarum de León XIII, ha puesto de relieve la caridad como foco y centro de todas las virtudes. 

Hoy más que nunca la sinceridad de nuestro catolicismo se mide por nuestra colaboración en la caridad. Frente a este mensaje, si nos enteramos de que un obispo se ha secularizado, solo nos queda, como he dicho antes, acompañarle en la tristeza de su crisis y reconocer en su debilidad la nuestra. Yo espero que ahora, ya seglar, el señor Novell siga practicando la fe que le llevó al sacerdocio y al obispado, y ayude en su nueva parroquia, ocupando el puesto que nos corresponde a los seglares como miembros de la Iglesia. 

    Y los que en un momento fuimos débiles, como el exobispo catalán (yo no pasé de seminarista), debemos dar gritos de admiración por los sacerdotes de nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, entregados a sostener y fomentar nuestra fe y a mantener el tesoro de historia y arte que son nuestras iglesias, los símbolos del espesor de nuestra historia. Ese ábside del siglo XIII y la torre del XVI hacen presentes las admirables creaciones del pasado, y conectan nuestro presente con nuestros antecesores y su mundo. La historia es ese río lento que podemos contemplar desde la atalaya de nuestra investigación.

Por una vez voy a expresar un sentimiento; como sentimiento es algo personal, pero estoy seguro que lo comparten muchos de mis lectores: la gratitud y admiración a nuestros párrocos diocesanos y a nuestro ejemplar obispo don Atilano. Espero que su salud le obligue al Papa Francisco a mantenerle muchos años en nuestra diócesis; como a San Juan en la isla de Patmos.