El Alto Rey

05/10/2020 - 13:20 José Serrano Belinchón

Una leyenda se volcó sobre la Montaña Sagrada y es muy conocida entre los serranos de todo su entorno.

Recordamos hoy a nuestros lectores uno de los parajes más sugestivos, atrayentes y misteriosos, de la provincia de Guadalajara. Su verdadero nombre es el de “Santo Alto Rey de la Majestad”. Se trata de una importante masa montañosa situada entre los pueblos serranos de Bustares y de Aldeanueva de Atienza, cuya altitud en la cumbre alcanza los 1852 metros sobre el nivel del mar. En aquella comarca de la Sierra Norte cada año, en los primeros días del mes de septiembre, una romería a la pequeña ermita votiva de Santa María Reina de los Ángeles, alzada sobre la cima, muy cerca de las instalaciones de seguimiento y orientación para aviones dependiente del Ministerio del Aire, fuera de uso desde hace varios años. Las antenas del Alto Rey y  los rádares del Ejército son, no obstante, una parte del paisaje general de aquellas montañas, mirador sobre una inmensa superficie de terreno entre las dos Castillas.

La leyenda se volcó sobre la Montaña Sagrada y es muy conocida entre los serranos de todo su entorno aquella por la que se asegura que, en tiempos muy difíciles de precisar, una madre tenía tres hijos que andaban a la gresca casi a diario. Los intentó separar para evitar mayores males, de manera que pudieran verse de continuo, pero que jamás pudieran juntarse. Los tres quedaron convertidos en montañas, cuyas cumbres se alcanzan a ver en los días de nítida transparencia; estos son El Ato Rey, el Ocejón y el Moncayo. Así mismo era de fe entre los lugareños de la comarca, la creencia de que la ermita estaba durante la noche guardada por un gato, el cuál se solía ocultar de día entre los escombros de unas ruinas cercanas, donde había una calavera cubierta con la piel de un hombre muerto.

Parece más acorde con la verdad lo que se lee en viejas crónicas, por cuanto se asegura que en los meses más cálidos de cada verano, solían subirse a la cima del Alto Rey los canónigos regulares de San Agustín que habitaban en los llanos del Bornova, por donde todavía se encuentra la ermita de Santa Coloma, en las afueras de Albendiego, junto a la carretera.