El cabro de Membrillera se da a la fuga y deja sin protagonista la fiesta local

Estaba todo preparado para la carrera del cabro en Membrillera. El animal engalanado para la ceremonia como manda la tradición, la ronda con sus jotas y los mozos esperando en la plaza para echar un pulso al cabro y ganar la carrera. Los fotógrafos tomando posición para sacar la mejor imagen y los espectadores con cuatro ojos para ver este centenario acontecimiento que se celebra cada año por estas fechas. El señor alcalde de los mozos ordenando los últimos detalles para que todo esté en orden.

Al toque de corneta y después de oír unas jotas el regidor manda soltar el cabro en la dirección de la carrera. No contaba nadie con las intenciones del animal cuando empezó a correr en dirección contraria y fue a saludar a los mayores  sentados en un banco. Desde allí emprendió una veloz carrera donde nadie lo esperaba y metiéndose por un callejón burlo a los mozos y salió al campo penetrando en unos inmensos maizales de la vega de Membrillera. En la plaza se quedaron todos pasmados, pues se quedaban sin fiesta por la impericia de los mozos incapaces de sujetar al animal. Los niños decepcionados por no poder acariciar al cabro y los viejos mascullando: vaya juventud, que blandos son. En mis tiempos no se hubiera escapado.

Acabo la ronda y los espectadores esperaron a ver noticias del móvil de algún mozo sobre el cabro, pero nada. Al anochecer y después de una infructuosa búsqueda se dio por extraviado y se dio parte a las autoridades. Los mozos celebraron la cena tradicional, echaron las multas debajo del caldero como esta “mandao” y rieron a carcajadas  las ocurrencias verbales de los comensales. En esta cena tan seria llena de bromas y multas.

Membrillera por primera vez celebro la carrera del cabro sin (Cabro), porque el Chivo huyo como un novio vestido que no se atreve a seguir adelante. Sin excusas ni decir pío, salió zumbando y desapareció  sin dejar rastro.