El día de la deuda
La economía es esa ciencia social de la que prácticamente no nos enseñan nada pero de la que intuitivamente tenemos muchos conocimientos adquiridos. Casi nadie sabrá explicar lo que es la curva de Laffer, pero casi todo el mundo siente que si le aumentan los impuestos tendrá un menor incentivo al trabajo. Muy pocas personas sabrán lo que son las externalidades negativas, pero hasta un niño puede explicar que a mayor inversión en educación, mayor progreso tecnológico. Todas estas perogrulladas, parecen evidentes y son las cuentas de la abuela o de la economía de andar por casa pero si las llevamos a un plano superior, se nos olvidan los principios básicos de cómo funciona el dinero, o dicho en pocas palabras: Si gastamos más de lo que hay, tenemos un problema serio.
Piensen ustedes en su hogar. Tienen su nómina, su pensión, su negocio y al final de año tienen un presupuesto familiar de (por ejemplo) treinta o cuarenta mil euros. Por muy manirrotos que sean, de manera diligente, gastarán una cifra algo inferior. Mitad por precaución ante lo que pueda pasar y mitad porque no querrán vivir con adeudos. Si un año, por la circunstancia que sea, tienen un imprevisto, pues lo asumirán acudiendo al banco a que les eche un cable; pero la entidad financiera les pedirá a cambio, al menos, una libra de (intereses) carne para compensar el plazo de devolución de ese débito. Y al menos, si conocen como funciona el tipo de interés compuesto, estarán en teoría deseosos de vivir con independencia financiera. Y repito en teoría porque una cosa es lo que marca el sentido común individual y otro lo que rige el camino colectivo. El ser humano es racional, pero la masa es lo más parecido a un lemming. Sigue lo que le dice la corriente del flautista de turno y a veces la música no suena afinada. Es acojonante contar los céntimos en casa y permitir el despilfarro de la cosa común. No hablamos de la procastinación del tiempo, sino de la gestión de la deuda de este país.
Los economistas tenemos una fecha en el calendario denominada El día de la deuda que simboliza el momento exacto del año que el Estado agota sus recursos propios y debe acudir a los mercados a financiarse. Dicho de otra forma, vive a crédito. Este año, el 7 de diciembre el Estado consumió sus recursos y desde entonces vivimos de prestado, a razón de 1.744,20€ por segundo. España no es capaz de generar superávit desde 2008 y vamos camino de 17 años sin crear margen para imprevistos, acumulando toneladas de deuda que van a la chepa de nuestros hijos y de nuestros nietos. Lo peor de todo es que la previsión futura hace que hasta al menos 2032 y si todo va medio bien, no se conseguirá el equilibrio presupuestario, lo cual dudo como un acto de fe. En los últimos 20 años gastamos un 4,9% más de lo que ingresamos y actualmente somos los terceros por la cola en déficit público. El panorama no es prometedor y cualquier cuenta es un desastre. Por poner en perspectiva, actualmente cada habitante debe 32.320€ y cada familia 81.500€ en nombre del Reino de España. Estas diferencias generarán cerca de 55.000.000.000€ de deuda, 150 kilos al día o 6,3 millones por hora.
Lo ideal sería que ese día de la deuda no llegara hasta el año que viene (nos sobraría el dinero) pero la serie histórica hace que entre Acción de Gracias y el Puente de la Constitución se nos acaba el suelto del monedero. Lo peor de la deuda no es la cantidad en sí de obligaciones, sino los intereses que hay que pagar solo para seguir funcionando. Tengo auténtico pánico a que venga una ráfaga de viento, nos deje tiritando (el mundo, por si no se han dado cuenta, está algo pachucho a nivel general por culpa de las propias personas y sus diferencias) y que de golpe y porrazo nos haga recordar idiomas del pasado como: “prima de riesgo” “troika” o “intervención económica”. Desde estas líneas, desearles una Feliz Navidad, unas Felices Fiestas, un Feliz Año Nuevo y que puedan brindar al lado de los suyos. Ese es el verdadero interés de estas fechas.