El mercader de Venecia


Otegi pide la libra de carne de la dignidad de los españoles, el precio de la usura de su repugnante negociación de apoyo a unos presupuestos que su voto mancha. Pide 200 presos por cinco votos.

Hoy estoy muy enfadada y advierto que se me va a notar, y mucho, en lo que escribo. Shakespeare inmortal nos cuenta en su famoso drama “El Mercader de Venecia” la historia de un rico mercader que, por ayudar a un amigo en problemas, pide prestado dinero a un usurero con el que se compromete a devolver la suma en plazo y si no lo hace, pagarlo en la especie macabra de una libra de carne.

Una historia truculenta de la que quiero destacar dos aspectos. La habilidad del “abogado” capaz de dar la vuelta a la pretensión del usurero y que resulta ser Porcia, la mujer que es eje sobre el que se articula y pivota toda la historia; y el pago de la libra de carne para conmutar la deuda.

Desgraciadamente no se trata de destacar esta semana el protagonismo oculto de las mujeres en el Derecho o en la Literatura, sino de los pagos de carne o sangre que se nos presentan hoy en día de forma tan repugnante como en la obra de Shakespeare.

Otegi nos escupe esta semana un compungimiento fingido y culpable, tan impersonal como las frases que utiliza: “queremos trasladarles nuestro pesar y dolor por el sufrimiento padecido. Sentimos su dolor, y desde ese sentimiento sincero afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido, a nadie puede satisfacer que todo aquello sucediera, ni que se hubiera prolongado tanto en el tiempo”. Frases medidas para no hacer lo único que puede dar credibilidad a las lágrimas de este cocodrilo, que es condenar a quienes asesinaron, extorsionaron y aterrorizaron, condenar su propio pasado. 

De sus palabras parece que el dolor se causó por azar o por mala suerte. Como un tsunami o un volcán, una fuerza de la naturaleza aleatoria, una enfermedad o un accidente. Pero lo que sucedió fue que unos miserables arrebataron vidas y libertades.

Y como colofón de juego macabro, Otegi pide la libra de carne de la dignidad de los españoles, el precio de la usura de su repugnante negociación de apoyo a unos presupuestos que su voto mancha; Otegi pide 200 presos por cinco votos, a cuarenta presos por diputado. No voy a hacer el cálculo en muertos. Pero el precio de la indignidad ya está tasado. 

Sólo resta por ver existe alguna “Porcia” que sea capaz de darle la vuelta al argumento y que consiga que Otegi pierda el juicio y la apuesta. Sin componendas y sin efectos retardados. Ni en seis meses ni en seis años. 

Porque nada nos devolverá a los que nos arrebataron, ni eliminará el recuerdo del miedo y la angustia de sentarte a comer frente el televisor y ver “a quién le ha tocado hoy”. Porque la justicia no es venganza, pero tampoco una componenda donde se trafique con la dignidad por un puñado de votos. Porque no nos merecemos que un gobierno pague su supervivencia con una libra de nuestra carne.