El retrato

14/07/2018 - 19:34 Javier Sanz

Sentados en el salón de plenos del Ayuntamiento de Sigüenza, ante el nuevo retrato que lo preside, el padre explica al hijo  media lección de historia de España más bien actual.

Sentados en el primer banco del salón de plenos del Ayuntamiento de Sigüenza, ante el nuevo retrato que lo preside, el padre va explicando al hijo pequeño, como si fuera media lección de historia de España más bien actual –una es mucha tela para un día de calor- los méritos del personaje: “Te diré que tiene buen porte; mira de frente y gasta media sonrisa, que siempre es buena cosa y nunca un exceso; viste elegante pero sin afectación y es de una generación, la suya, de nietos de una guerra primitiva que tuvo este país cuando andaba desenganchado de Europa. Le importa sobre todo la cultura, que es la clave no ya para vivir con un aire que se respira mejor sino para no volver a las andadas, aunque el demonio no para quieto jamás. Menos mal que estos jóvenes, como él, aunque van dejando de serlo, cogieron tino al estudio y a las aficiones, y se han hecho con un sitio que así da gusto ver a España. Quieren a sus hijos, hacen bien lo suyo y aprecian otras cosas, que si el deporte –cuando se pudo- que si el arte… y también goza con los amigos echando un mus. Cree que la gente de la calle es la que importa, de corazón, y que cubriendo sus estudios y a sus médicos la cosa va sola y ojalá sobraran cinco euros para rematar bien los arcenes y dar otra mano a los columpios de los parques y a las salas de juego de los mayores. Mira, hijo, su padre le enseñó las cuatro normas fundamentales de la convivencia que son cuatro rayas que no hay que pisar porque si no, como en el juego, te quedas fuera. En el colegio fue feliz y todavía conserva amigos de aquellos años, después estudió la carrera de Derecho y lo bueno, que siempre viene bien, si se puede, es aprovechar todo lo que te van enseñando los profesores, a los que tampoco olvida. Naturalmente, su padre le enseñó también que hay que cuidar la monarquía, con cariño y a diario, y con exigencia, no vaya a ser que brote cerca o dentro la cizaña bíblica y se eche a perder la cosecha –valga la parábola-, que hasta la fecha no ha sido del todo mala y ha habido para todos, aunque alguno no sueñe con otra cosa que ver lleno su granero. No le gusta el lujo, pero le es un lujo disfrutar de amigos y familia, recrearse con el arte, siempre el arte, como si tuviera que explicárselo al mismo Obama y admirar el paisaje de España, que los tantos matices de esta tierra se escapan por los bordes de una paleta con forma de península. Dicen que fue su madre la culpable de esta veta artística que tanto le ha aportado. En fin, que parece feliz, y más en un día como hoy, pues le ponen ahí, presidiendo esta sala. Por muchos años y yo que lo vea.

  ¿Se llama Felipe, verdad, papá? 

  ¿Cómo? No, hijo, se llama Emilio, aunque firma Galiano. Yo te estaba hablando del pintor.