
El Vermut del 24
Guadalajara siempre ha sido complicada de definir. Cuando sales al extranjero, terminas diciendo que no eres oriundo de la de Jalisco o por simplificar que vives en las afueras de Madrid. La mejor explicación posible es que somos una capital de provincia muy cercana a la capital del reino, de cerca de 90.000 almas censadas (alguna más por lo de empadronarse en los pueblos por nostalgia o en la Comunidad de la Bandera de las 7 estrellas por Montero) y que, con personalidad propia en tradición y en solares, su economía está orientada a la logística y a ser, cada vez más, ciudad-dormitorio por la expansión periurbana de Madrid. Al desolador panorama del casco histórico en invierno (frío y aburrimiento) y en verano (calor y pueblos), donde las cuadrillas de limpieza retiran pingüinos congelados, camellos asfixiados y algún gato a partes iguales, quedan pequeños reductos para la esperanza local para decir que tenemos vida más allá de Instagram.
Bienvenido seas, vermut de Nochebuena. Uno de los principales conatos de vida masiva de la ciudad de Guadalajara que hace que estemos orgullosos de ella y que satisface tanto a usuarios, empresarios como consistorio. Bardales se convierte en un foro filosófico donde la gente se reúne para debatir sobre Kant mientras Baco, Dionisio y Hathor descorchan maná hasta el toque de queda (la hora de comer langostinos en común). Todos contentos, todos felices. Es más, la clave no es la satisfacción del encuentro, sino que está TODO el mundo. Y la pregunta obligada, ¿Dónde está todo el mundo el resto del año? ¿La cueva bien? Aquí es donde se justifica la definición previa.
Nuestra Guada City está orientada a Madrid ya sea por el ocio o por el trabajo. Y huimos (yo el primero) hacia el oso y el madroño cuando agotamos la ronda de mesas de la gastronomía local o cuando suenan acordes melódicos en la capital. Por otro lado, el GTV (Guadalajara de Toda la Vida) que vive en Madrid, no viene de continuo a nuestra ciudad porque no le compensa por dinero o por compromiso. Los yayos ven a los nietos a cualquier hora y ojo como manejan las nuevas tecnologías para la comunicación intrafamiliar los sexagenarios. Pero no perdamos la fe, sabemos que Guadalajara sale a la calle cuando se instauran ciertas costumbres y al final son los eventos más divertidos de la ciudad. La ciudad es un foco de color (y calor) en Fiestas hasta el punto de apartar el debate de un nuevo y necesario recinto ferial.
Es una enorme noticia que el Festival Gigante vuelva a su origen en su X Aniversario. La Feria Chica es otra cita obligada en primavera y poner una charanga en el Jardinillo o Santo Domingo es motivo de éxito y concentración de centenares de personas. Mis recuerdos de edad (actualmente identificado como joven-adulto en la planta noble de Creaciones Ortiz) son estar en la calle, tiritando de frío o asado de calor, con un vaso de mini en la mano, música de fondo y con otro grupo de paisanos reflexionando sobre vexilología (no por las banderas o los estandarte precisamente). No somos un foco irradiador de cultura, pero sí podemos hacer que nuestra ciudad sea acogedora, divertida, joven de espíritu y orientar nuestra oferta de ocio a que la gente esté cómoda.
No es un alegato a la intoxicación etílica periódica (otro día hablamos de las alarmantes y crecientes cifras de consumo de alcohol en la España vaciada) sino a que, si nuestros caracenses son lagartos que al primer rayo de sol ocupan el pavimento y las vías públicas para disfrutar de la existencia, que sepamos aprovecharlo en favor de nuestra imagen de ciudad y el bolsillo del emprendedor legal y local de turno. Como consejo económico práctico dejando de lado los sesudos debates de economía pública local y regional, que simplemente hoy no tocan. Al edil de turno, que le dé una vueltica al asunto. Que no pase un almanaque entero para ver a quien no vemos, sino que Guada sea un punto donde apetezca ir (o quedarse) con habitualidad. ¿Por qué? Porque ya lo dicen muchas asociaciones y colectivos que se están uniendo para dar voz a su orgullo y sentimiento. Porque Guada mola. Y mola mucho.
Desde estas líneas, van mis mejores deseos en estas fiestas y un venturoso año nuevo. Este 2024 está plagado de retos a solucionar y una perspectiva económica llena de incertidumbre que pone muchas legañas. Pero también es cierto que todos los años decimos lo mismo y es la misma conversación de Navidad entre San Esteban y Prim. El resumen es básico: coman bien, beban con moderación, acuérdense de los que no están, perdonen mucho, amen más y sean felices en familia o amigos. Los economistas críticos nos quedamos ocupados con la zambomba del presupuesto y fabricando carbón para todo el año. Salvo el 24, que se sale.