Estamos en la Semana Grande

31/12/2018 - 14:12 José Serrano Belinchón

Han pasado muchos siglos desde entonces, la alegría de la Navidad, real y siempre significada entre las familias cristianas, se ha trocado en una buena parte de los países del primer mundo en un derroche consumista.

Si el nacimiento de Cristo supuso para la especie humana el acontecimiento más deseado y trascendente de toda la Historia, como así lo entendemos los cristianos, nadie nos pondrá negar que nos encontramos en el aniversario más importante que la Humanidad puede celebrar a lo largo del año. Pueblos y ciudades de los cinco continentes lo manifiestan en estas fechas con luces y adornos, con felicitaciones y cánticos cargados de bellos deseos, como si se tratase del momento propicio, como si no hubiese otro mejor para manifestar no sólo el respeto, sino el amor a nuestros semejantes por el hecho de serlo. Es el misterio de la Navidad, que por solo unos días es capaz de cambiar la faz de la tierra en un importante listado de países de tradición cristiana.

La palabra Navidad tiene su origen en el “nativitas” latino, que significa nacimiento con referencia al del Hijo de Dios en esta tierra de l0s hombres. La Sagrada escritura no nos ha dejado una noticia exacta acerca de la fecha en la que nació Jesús; tampoco el contar del tiempo era idéntico al que es ahora, acaso nos lleva a pensar en un momento climatológicamente distinto. “Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso”, dice San Lucas. Estas fechas en Palestina -país mediterráneo como el nuestro- suelen ser especialmente frías, no aptas como para dormir a la intemperie. Fue en el siglo III cuando Sixto Julio Africano fijo en el 25 de diciembre el aniversario de la primera Navidad. Tendría sus razones. En el año 325, el mismo del Concilio de Trento, la iglesia de Alejandría ya había aceptado esa fecha, y poco después lo hizo también la iglesia Católica, algunas protestantes, la iglesia Ortodoxa Romana, en tanto que otras confesiones ortodoxas la situaron en el 7 de enero.

   En cualquier caso, la tradición cristiana europea, y por añadidura las de otros muchos países bajo su influjo histórico y cultural, conmemoran el dies Natalis de Cristo el 25 de diciembre, de forma que, debido a su trascendencia, el contento con tal motivo se ha generalizado a lo largo de los siglos en una buena parte de la tierra, como corresponde a la venida del Salvador, esperada durante siglos y milenios por muchas generaciones.

Han pasado muchos siglos desde entonces, la alegría de la Navidad, real y siempre significada entre las familias cristianas, se ha trocado en una buena parte de los países del primer mundo en un derroche consumista desproporcionado, nada acorde con el verdadero mensaje navideño. Cristo no tuvo siquiera una casa donde nacer, sólo el cariño de sus padres, la compañía de algunos animales en el establo de Belén, e instantes después la visita de unos pastores rudos, pobres, que acudieron a ofrecerle lo mejor que tenían. Es otro, pues, el auténtico rostro de la Navidad; no el del desenfreno, sino el de la alegría propia del hecho histórico que cada año nos reúne, sin dejar a un lado el recuerdo de tantos olvidados de El, por los que también nació Jesús. Felices fiestas de Navidad.