Eufemismos cínicos


El populismo es dar voz a los ignorantes y una herramienta utilizada como pedrada son las redes sociales  donde algunos dan rienda suelta a la náusea.

Al menos seamos conscientes de que se busca crear una nueva realidad en la que la anormalidad sea asumida como normalidad.

Antes de ser lapidado por los puristas de lo políticamente correcto, permítanme compartir, que pensar no es repetir, sino aportar ideas, y que no se trata de tener razón, sino de aproximarnos a la verdad.

Claro que como en todo lo que se escribe, se refleja la personalidad del autor, cuya actitud es de escucha, de discusión crítica (también con uno mismo), de gusto por la reflexión.

Parto, de que lo esencial es el ciudadano, no la tribu, siendo que hoy, la patente de corso está en repetir, lo que dictan los demás.

Decimos trasero en lugar de culo, eso es un eufemismo; como abstemio entre trago y trago. Se empieza así, y se termina hablando de manipulación sensorial a la conducta que impide dormir, que coloca un foco de luz contra los ojos, que pone la música al máximo volumen, que introduce la cabeza de la víctima en un plástico, y esta en un recipiente de agua. Denominémosle por su nombre: tortura.

Digo, el populismo es, dar la voz a los ignorantes, y una herramienta utilizada como pedrada son las redes sociales, donde desde una incapacidad para la racionalización, la abstracción, y el autodominio, algunos dan rienda suelta a la náusea, al rencor, a la violencia, al odio, desde un lenguaje exhausto por su empobrecimiento.

Hay auténticos analfabetos y no solo emocionales ostentando el poder, confundiendo potestas con autóritas, siendo que la legitimidad, la autoridad moral es dada, concedida desde la coherencia, la competencia, y el buen comportamiento.

Nadie negará las bondades de la democracia, siempre y cuando el pueblo sea culto, de otra forma y en las distintas acepciones nos enfangamos en la estupidez, que aplaude a coro a los más necios, sí, a los más cretinos, a los que confunden la biografía partidaria con el curriculum que compendia estudios, experiencia laboral, cargos, y claro -sin decirlo- piensan como Mark Twain “me molestan los elogios, porque siempre se quedan cortos”.

Es hora de reivindicar a los filólogos, a quienes aman las palabras, y de exorcizar a aquellos que siendo incapaces, algunos vagos, utilizan los boletines oficiales como si fueran Drácula, pues nos dejan sin sangre.

¡Pues claro que se puede engañar sin mentir!, los filibusteros utilizan palabras que engendran en el receptor una idea prototípica, para ulteriormente y con la misma técnica del timo del tocomocho, dar el cambiazo para colocar lo insospechado, lo callado, pero que sin embargo estaba oculto en la amplia definición.

Analicemos las razones por las que se encumbra a los más mediocres y en muchos ámbitos, y es que esta sociedad impone un igualitarismo castrante, una eliminación de las jerarquías, una huida de la meritocracia, un repudio al esfuerzo, al deber. Así llegamos a una decadencia social, donde el estudio es arrumbado, la memoria despreciada, las oposiciones para el desempeño del empleo público criticadas.

Ahora se impone el “¡porque yo lo valgo!”, aserto que solo pudiera encontrarse en su vademécum personal, en fin, se impide la provechosa evolución, la responsabilidad de los más capaces. Es lo que Tocqueville denominó “tiranía de la mayoría”.

Se confunde y busca confundir entre ser conocido y ser reconocido. Vamos cual zombis sin vocación, sin compromiso con la superación, dado que no se acepta que exista diferenciación, tampoco educativa en función de las capacidades y méritos.

Los que vocean, no piensan, y la inmensa mayoría de los que intentamos repensar, muestran un miedo cobarde, otros nos atrevemos, sabedores de que al menor error, seremos repito, lapidados, por quienes han confundido la irrenunciable igualdad de oportunidades para alcanzar una sociedad justa, con un igualitarismo atontador.