Eutanasia y cuidados paliativos
No sería acertado aprovechar la carga emocional que se ha desatado por el caso de María José para acometer 'en caliente' la legalización de la eutanasia.
El reciente hecho de que su marido la ayudase a morir ha traído a la actualidad el tema de la eutanasia. Ella se llamaba María José Carrasco, tenía 61 años y padecía una enfermedad incurable. Su marido, Ángel, le administró una dosis letal de pentobarbital sódico a través de una pajita que introdujo en la boca de su esposa, porque ella no podía mover las manos. La escena fue grabada en vídeo para poder demostrar el consentimiento y el deseo de morir de María José.
Conviene recordar que ambos pertenecían desde hace años a la asociación “Derecho a Morir Dignamente” (DMD). Y pertenecían porque la esposa padecía esclerosis múltiple desde hacía treinta años y en varias ocasiones había manifestado su deseo de morir; sin embargo, fue ahora cuando el matrimonio decidió llevar a la práctica el suicidio asistido. ¿Simple casualidad?... El marido fue detenido, pero puesto en libertad poco después. Este impresionante y doloroso suceso no sólo ha traído a la actualidad el tema de la eutanasia, sino que ha motivado que el tema entrase en la campaña electoral que estos días se viene desarrollando.
Lo ocurrido es algo muy triste, algo que no debería volver a repetirse. ¿Cómo contribuir a que sea así? El mejor modo sería incrementar en España los servicios de cuidados paliativos para enfermos en fase terminal. Tales cuidados buscan evitar el dolor a esos enfermos hasta el momento de su muerte natural. Los servicios de cuidados paliativos ya existen en nuestro país, es cierto, pero no con la cantidad y calidad que sería de desear. Es más, ni siquiera existe hoy por hoy una Ley que los regule… Por aquí es por donde se debería empezar para no tener que pensar en la eutanasia, que es un suicidio asistido o consentido pero, en definitiva, un suicidio. Es muy probable que de esta manera se evitarían casos tan extremos como el de María José Carrasco.
Según recientes estadísticas, existen en España alrededor de 250.000 enfermos terminales que precisan cuidados paliativos. Con estos cuidados se les evitarían sufrimientos y se mantendrían con vida hasta que Dios lo quiera o hasta que su propia naturaleza lo permita. Muchos de ellos necesitan urgentemente esos cuidados. Proporcionárselos sí es ayudar a una muerte digna y cargada de humanidad. Cuidar enfermos terminales sí es un verdadero acto de humanidad y de caridad. Por el contrario, administrarles un veneno para acabar cuanto antes con su vida parece que tiene muy poco de estas dos cosas. Lo que ocurre es que los servicios de cuidados paliativos resultan caros. Requieren ser dotados de más recursos materiales y humanos, lo que representa un considerable desembolso para la Sanidad pública. Por supuesto que resulta muchísimo más económico practicar la eutanasia, concebida como “un derecho reconocido, individual y financiado”, según especifica la Proposición de Ley presentada por el PSOE para la legalización de la eutanasia.
Por otro lado, no es cierto que exista en España una demanda social de la eutanasia como nos quieren hacer ver sus defensores. Existen, eso sí, algunos casos aislados como el de María José, pero no existe tal demanda. En este sentido, es interesante esta afirmación hecha por Alfonso García, psicólogo especializado en cuidados paliativos: “Existen estudios que hablan de que sólo un 3% de los pacientes piden la eutanasia, y sólo un 1% llevan hasta el final esa petición… Lo que sí me he encontrado ha sido pacientes que temen que se les aplique la eutanasia” (A. Rojo en La Razón, 7-4-2019). Como podemos comprobar, la eutanasia es más temida que querida por los enfermos terminales. No es, pues, cierta esa pretendida demanda social.
Y por último, sería conveniente que los defensores de la eutanasia tuviesen en cuenta que no es bueno “legislar en caliente”. No sería acertado aprovechar la carga emocional que se ha desatado por el caso de María José para acometer “en caliente” la legalización de la eutanasia. No sería acertado ni sensato. Ha sido un caso aislado y extremo que no debe condicionar una legalización que afectará a millones de españoles. Lo sensato, prudencial y aconsejable será dejar que pase algún tiempo para abrir un debate serio, constructivo y sereno. Un debate en el que, por supuesto, de manera ineludible deberán participar profesionales del Derecho, de la Medicina, Psicología, Bioética, etc. No deberá ser únicamente un debate político, porque el tema es muy complejo y nos afecta a todos. Está en juego la vida de muchas personas.