Federica de Grecia, in memoriam, segunda parte: La Reina


En 2021 se han cumplido 40 años de la muerte de Federica de Grecia, madre de Sofía, la reina emérita.

El 1 de septiembre de 1946, Grecia decidió restaurar al rey Jorge II en el trono después de un plebiscito. El soberano, viudo de Isabel de Rumanía desde 1935, en base a su experiencia, había sentenciado: “La mejor herramienta para un rey de Grecia es una maleta”. No en vano, su reinado transcurrió en 3 etapas: 1922-1924, 1935-1941 y 1946-1947. Pablo y Federica se convertían así en príncipes herederos de su respectivo hermano y cuñado y, al fallecer Jorge II el 1 de abril de 1947, ascendieron a reyes de los helenos.

Charles De Gaulle diagnosticó que Federica “aspiraba a ser más que una reina decorativa en unos tiempos en que ya es mucho ser simplemente una reina”. Y es que Federica de Grecia, con carácter fuerte y espíritu dinámico y activo, se negó a ser una consorte florero durante los reinados de su marido, Pablo I, y de su hijo, Constantino II. La cúpula de poder que rodeaba al dictador Franco en El Pardo la llamaba “la bruja alemana”. Por su capacidad de intriga y de no resignarse a desempeñar una mera función de porcelana muda en el trono, llegó a ser odiada en Grecia antes del derrocamiento de la monarquía helénica porque no iba, ni física ni doctrinariamente, dos pasos por detrás de su esposo, sino en vanguardia. Algo que mantuvo en el efímero reinado de Constantino.

Tras la guerra civil (1946-1949), la reina Federica impulsó la creación de una red de cincuenta y tres orfanatos, los llamados paidupoleis), para acoger a huérfanos y a niños de familias empobrecidas, procedentes en su mayoría de la región de Macedonia. El panorama político interno era inestable, pero los monarcas intentaban cumplir con la misión encomendada dentro y fuera de sus fronteras, fomentando las relaciones exteriores con otras naciones.

El 16 de noviembre de 1953, Federica fue portada de la revista Life con motivo de una visita a Estados Unidos. “Es la queenie –pequeña reina– más linda que he visto en mi vida” afirmaría años después un congresista estadounidense cuando vio a Federica de Grecia en persona, una mujer carismática a quien dicha publicación describía como “esbelta y con un rostro descarado coronado por una mata rebelde de rizos castaños”. Pudo hacer las maletas para viajar gracias a la ayuda de un modista con raíces griegas que triunfaba en París: Jean Dessès. Con un presupuesto de 5.700 dólares de la época que aprobó el Gobierno de Aléxandros Papagos, Dessès le confeccionó 15 conjuntos, actualizó otros tantos del guardarropa personal de la reina y le proporcionó una docena de zapatos y sombreros, así como un abrigo de piel prestado. Le gustaban las pieles a Federica, algo que le inculcó a Sofía quien en los años sesenta llevaba estolas y abrigos de este tipo, aunque luego abandonó la costumbre cuando se hizo vegetariana. Pero le quedó la afición de la música clásica, ya que su madre tenía hilo musical constante en palacio. “Compórtate como una americana más, sé sencilla”, le dijo el diseñador y la joven reina triunfó en las recepciones, actos de índole política y cuando conoció a las estrellas de Hollywood, durante la escala en Los Ángeles. Durante el periplo, Federica se tomó con el congresista Adlai Stevenson un tentempié muy americano: un batido doble de chocolate, y en una instantánea se ve a Pablo estrechando la mano del actor Humphrey Bogart.

Al iniciarse la siguiente década, aumentaron las críticas por los gastos que suponía la familia real al Estado, partiendo de la premisa de que la suntuosidad estaba reñida con la situación económica de un país que todavía dependía de la ayuda extranjera para recuperarse. La reina Federica organizó en 1954 el crucero Agamenón para que se formaran nuevas parejas, era el first dates de los herederos de la realeza europea. Ahí entablaron cierta amistad Sofía y Juan Carlos, el hijo de los condes de Barcelona, si bien ella se había interesado supuestamente por Harald de Noruega, quien se enamoró de una plebeya de nombre Sonia. Los padres de Felipe VI volvieron a coincidir en 1961 con motivo de la celebración de la boda de los duques de Kent. Sería entonces cuando comenzarían el idilio.