Francisco Vaquerizo y la coexistencia entre fe y razón

06/03/2025 - 19:35 Paco Campos Vicente

Francisco Vaquerizo, a sus 89 años, es sacerdote, maestro y periodista. Un hombre que encarna la riqueza de una vida vivida con intensidad y compromiso. Su existencia se despliega como un mosaico de experiencias y reflexiones, enraizadas en la sencillez de su pueblo natal, Jirueque, y elevadas por la profundidad de su pensamiento.

FOTOGRAFÍAS: PACO CAMPOS / NUEVA ALCARRIA

El cronista provincial Antonio Herrera Casado evoca con precisión cómo Camilo José Cela, en su Nuevo Viaje a la Alcarria, lo describió como un “clérigo de buenas letras”, un reconocimiento a su vasta cultura, elocuencia y aguda capacidad de análisis.

Imagen de una de las celebraciones que Francisco Vaquerizo ofició en honor a la Virgen del Saz. 

Su trayectoria vital incluye ocho años de servicio pastoral en las parroquias de Concha, Auñón y Alhóndiga, así como 32 años de dedicación a la enseñanza de Lengua y Literatura en Sigüenza, donde también impartió clases en el Seminario y en las Ursulinas. Ahora, en su "etapa dorada", reside en la Casa Diocesana de la capital, un espacio que le permite continuar su labor intelectual y espiritual.

Francisco Vaquerizo presentó en julio de 2019 en la Iglesia de Santiago su libro 'Canto a Sigüenza y a sus gentes'.

A su edad le van llegando, ley de vida, sus achaques. Este cura comparte con honestidad su experiencia al ser diagnosticado de cáncer, un momento de profunda vulnerabilidad. “Me asombré de mí mismo, porque me he sentido un poco desamparado por circunstancias diversas; la institución nuestra tampoco se preocupa en exceso de nuestras necesidades cuando estamos enfermos, porque nos dice que tiene carencias económicas que no se lo permite”, confiesa. A pesar de las dificultades, su fe inquebrantable y su espíritu resiliente lo impulsan a seguir adelante, encontrando fortaleza en la escritura y el contacto con sus seres queridos.

Celebración de la Virgen del Saz, patrona de Alhóndiga. Años 60.

*Vida dedicada al servicio y la enseñanza*

Más de 30 libros conforman su legado literario, reflejo de una mente inquieta y un alma comprometida con la verdad y la justicia. En su mesa de estudio tiene al alcance títulos como Por los caminos de Jirueque; Érase una vez un pueblo: Jirueque; Memorias de Ursulinas; Ramo de versos a la Virgen del Saz; Romancero de castillos; y Otros versos y prosas a Sigüenza, entre otros, donde plasma su amor por la ciudad en la que desarrolló gran parte de su vida profesional. En todas sus obras, se percibe una vocación clara de acercar la cultura a la gente, con un lenguaje accesible y un profundo humanismo.

*Literatura como liberación y servicio*

La literatura, para Francisco Vaquerizo, se erige como un faro de liberación personal, un espacio donde el alma encuentra sosiego y la mente, claridad. “Para mí es una liberación primero personal”, reflexiona Vaquerizo, desvelando la íntima conexión que mantiene con la palabra escrita. Pero su labor trasciende la mera expresión individual, pues la considera un servicio, un puente hacia el bien común. "Y luego también es un alivio, porque pienso que estoy haciendo un servicio, un bien a la Iglesia y a la sociedad", indica, convencido de que su pluma puede iluminar el camino de otros.

Vaquerizo no se ciñe a discursos teológicos explícitos, sino que prefiere explorar la condición humana en su vastedad, reconociendo en cada individuo una chispa divina. “Yo hablo del hombre que está en el mundo y que es una criatura de Dios", afirma con rotundidad. Su enfoque, inclusivo y dialogante, le permite conectar con personas de diversas creencias, tejiendo lazos de amistad y comprensión.

En la escritura, Vaquerizo encuentra un vehículo para explorar las profundidades del ser, para desentrañar las complejidades de la existencia y para ofrecer una visión del mundo impregnada de valores evangélicos. Su amistad con personas de diferentes creencias, como su amigo agnóstico Agustín, es un testimonio de su apertura al diálogo y su capacidad para encontrar puntos de encuentro en la diversidad. “Me decía, ¿pero cómo puedes ser cura y poeta?”, recuerda Vaquerizo con una sonrisa, evocando las palabras de su amigo y la sorpresa que le generaba su doble faceta. Su vida es un testimonio de que la fe y la razón, la espiritualidad y la humanidad, pueden coexistir en armonía, enriqueciéndose mutuamente.

Una de las cuatro fuentes del Santuario de la Virgen del Saz, Alhóndiga.

*La sabiduría como brújula en la vida*

Los años han sido un crisol que ha templado el carácter de Vaquerizo, dotándolo de un conocimiento que trasciende lo académico. “La sabiduría nos hace ser más buenos y tener un mayor sentido de la justicia, mientras que la ignorancia es la causa de muchos de los males", afirma con convicción. Para él, la sapiencia no es un fin en sí misma, sino un camino hacia la verdad y, por ende, hacia Dios. Recuerda con frecuencia las palabras del evangelio de Juan: "La Verdad os hará libres", subrayando que su búsqueda es un acto de liberación personal y social. En la posguerra, Vaquerizo experimentó en carne propia las limitaciones a la libertad de expresión. “Recuerdo cuando en el Seminario me prohibieron escribir para el Eco Diocesano porque algún profesor le había dicho al Obispo que yo perdía tiempo y descuidaba el estudio de la Teología”, asegura. Estas restricciones, lejos de amedrentarlo, fortalecieron su convicción en la importancia de la libertad de pensamiento y expresión.

*El poder transformador de la cultura y la educación*

Francisco Vaquerizo, presentó su libro: Érase una vez un pueblo: Jirueque en la sede de la Fundación Siglo Futuro en la UAH. Asistió el Obispo, Julián Ruíz.

Para Vaquerizo, la cultura y la educación son herramientas fundamentales para transformar la sociedad y construir un mundo más justo y humano. Su labor como profesor y su prolífica producción literaria son testimonio de su compromiso con la difusión del conocimiento y la promoción del pensamiento crítico.

Él desea que su legado sea un testimonio de autenticidad, coherencia y compromiso con la verdad. “Yo no miento, me puedo callar en alguna cosa que creo que no es oportuna decir, pero lo que digo es lo que pienso ", asegura. Su vida y obra son un ejemplo de coherencia entre pensamiento y acción, entre fe y vida. Francisco Vaquerizo, un hombre de raíces profundas y alas desplegadas, un “clérigo de buenas letras” que ha dejado una huella imborrable en su tierra y en el corazón de quienes lo conocen.

*Un pastor con los pies en la tierra*

Panorámica de la localidad de Jirueque sobre la que ha escrito varios libros.

Vaquerizo ha ejercido su ministerio sacerdotal desde la cercanía al terruño, compartiendo la vida de la gente sencilla y humilde. Esta experiencia le ha proporcionado una perspectiva única sobre la teología, arraigada en la realidad cotidiana y alejada de abstracciones teóricas. “Siempre en un lenguaje sencillo, comprensible, para hacer llegar mis vivencias, sensaciones y pensamientos”, reflexiona. Su obra literaria, que refleja su profundo conocimiento de la condición humana, es una extensión de su forma de ser y vivir. Cada obra es un testimonio de su compromiso con la verdad y la justicia, valores que considera inseparables de la fe cristiana.

*Sacerdote atípico*

Vaquerizo se define a sí mismo como un sacerdote atípico y contracorriente, cuya religiosidad se basa en la experiencia personal y la reflexión crítica, más que en la mera observancia de ritos y dogmas. "No concibo la religiosidad como una sucesión de actos mecánicos, matemáticos cada día a las horas que sean. Opino de temas humanos o divinos, pero siempre desde el punto de vista del Evangelio, que es como yo lo entiendo que es la Iglesia”. Su visión crítica de la Iglesia lo lleva a cuestionar las estructuras de poder y a abogar por una institución más cercana a la gente, especialmente a los más necesitados.

*Espíritu crítico e indomable*

Las opiniones de Vaquerizo, a menudo controvertidas, desafían las convenciones sociales y eclesiásticas. Su espíritu crítico e indomable lo lleva a cuestionar las estructuras de poder, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Sus opiniones siempre llegan al límite de lo políticamente correcto. En muchas de ellas lo atraviesa y muestra valentía para abordar temas espinosos. Su lucha por la verdad y la justicia lo ha llevado a transitar por "terrenos pantanosos", generando tanto admiración como críticas. Su inspiración se identifica con las palabras del Papa Francisco: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, un amor que proviene del Padre, que es el que permite a los creyentes superar el rencor y la animosidad, convirtiendo el odio en compasión”.

*Constructor de puentes*

Cultiva amistades con personas de diversas creencias e ideologías, demostrando una apertura mental y un espíritu de diálogo poco comunes. “Tengo amigos creyentes y agnósticos, con quienes mantengo una buena relación y comparto la idea del Papa Francisco de que se puede hacer el bien desde credos diferentes o desde posturas ideológicas o sexuales distintas”. Condena con firmeza las prácticas que considera “poco ejemplares” dentro de la Iglesia, abogando por una institución más transparente, inclusiva y cercana a la gente.

Vaquerizo sufre por el pueblo que le vio nacer, debido a una difícil situación que le ha inspirado para escribir un soneto.  La multa que la CHT ha impuesto a Jirueque de 2.600 euros por limpiar su río, cree, “es algo ridículo; después de lo que ha pasado en Valencia”. Una sanción, a su juicio, “totalmente desproporcionada, impuesta por personas que no saben nada del campo; no sé qué hay en los arroyos que sea más importante que la vida normal del pueblo”. Y prosigue: “Conozco un sitio que denunciaron a uno por quitar una zarza de una puerta en un corral”.

Quiere que el soneto que ha escrito se escuche bien alto para que la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT) mantenga limpios los ríos de la provincia, competencia que, según aseguran numerosos alcaldes, no ejerce o, en su caso, lo hace con mucha demora. Recuerda que antiguamente, cuando daba misa en la zona de Entrepeñas, el contacto con este organismo era más cercano y humano, pero ahora, comenta, llamas “y uno te manda al otro, el otro te manda a otro, salta un contestador automático, nadie quiere saber nada… Es un desastre”.

Este es el soneto:

 “La multa que a Jirueque le ha caído

por cuidar la salud del vecindario

es el suceso más atribulario

que en estas tierras se haya conocido.

 

Con arrogancia suma han decidido

no tener compasión de su adversario

y arruinar el estado de su erario

dejándolo en extremo malherido.

 

Fueran más justas otras soluciones,

más puestas en derecho y en conciencia,

pero ellos no se atienen a razones.

 

Y dando muestras de su prepotencia,

toman sus caprichosas decisiones

demostrando su enorme incompetencia”.