Futuro insólito


Podemos y debemos ser proactivos, ahuyentar el pensamiento mágico y enfrentar la hipocondría social, dando un propósito positivo a lo que venga.

Hablamos de lo que todavía no es, pero va a ser, de lo que está por venir y ha de suceder con el tiempo, que desde este presente conmocionado, se anticipa raro, extraño, desacostumbrado. 

Desde esta cotidianidad quebrantada, obligados a hacer frente a la adversidad, donde hemos de repensarnos desde los vínculos sociales y las meditaciones de nuestro «yo», nos cabe interpretar estos tiempos como caóticos, o de aprendizaje, e interacción por internet. 

No podemos quedarnos pasmados, hemos de activar la sana convivencia, desde el respeto, la empatía, la solidaridad, practicando el amor, la observación de uno mismo y de la conciencia. 

Una vida interior que aprecia que el mundo real, el verdadero, es el natural. Que propicia que el Estado se ocupe del bien común; que aplaude el diálogo social entre trabajadores, empresarios, Estado; que incentiva la labor de los Organismos multilaterales. 

Al fin el aspecto humano es el diferencial, pues las emociones colectivas pueden conducir a respuestas masivas descontroladas, más cuando el miedo es intenso, contagioso, en algo irracional, hemos de no recrearnos en el miedo, de no propagarlo. 

No son pocos los que en su hogar, han degustado de una armonía parcial, mediante la lectura, el visionado de obras de teatro o películas de cine, pintar un cuadro, charlar con amigos y familiares mediante contactos virtuales. 

Asociemos el término: futuro, a una palabra. Disney lo hizo con magia. Coca-Cola con felicidad. 

Propongo asociar Futuro a: Vínculo. 

Un vínculo genuino, fortalecido, confiado en nuestra capacidad de adaptación, de anticipación. Un compromiso solidario. 

Partiendo de nuestra neuroplasticidad o plasticidad cerebral, podemos y debemos ser proactivos, ahuyentar el pensamiento mágico y enfrentar la hipocondría social, dando un propósito positivo a lo que venga, buscando un sentido a la oportunidad de aprendizaje, de evolución. 

Más allá de la lógica inquietud, de la tristeza, el cansancio, la melancolía y el miedo, hemos de conectar con nosotros mismos y con los otros, mantener el sentido del humor, prepararnos psicológicamente. 

Hemos de regular nuestras emociones, comportarnos por responsabilidad, no por miedo. Adaptarnos a la crisis es condición imprescindible para superarla. 

Creíamos vivir en el control, en la seguridad, ahora estamos en la incertidumbre, en la vulnerabilidad, en la apertura. Nuestra capacidad de planificar a medio plazo está más que en entredicho. 

Esta pandemia dejará huella indeleble durante tiempo, aún una vez restablecida la normalidad, tanto en el ámbito económico, como en el psicológico. 

Por cierto, que el debate entre la vida y la economía, es un falso debate, salvo para un mundo utópico, irreal. 

Tiempo oscuro para quienes están expuestos a muertes inesperadas, o ven que su propia salud está amenazada. Se aprecia aumento de prevalencia de trastorno por estrés agudo, o por estrés postraumático en pacientes con psicopatologías previas; personal sanitario; personas con diversidad funcional; pacientes con enfermedades crónicas. 

Los humanos nos manejamos mal con la incertidumbre, sufrimos y nos estresamos con la ansiedad, padecemos profundamente con la angustia. Lo que obviamente se agrava con la cronicidad. 

Tenemos un problema, el estrés se ha vuelto crónico, y el sistema límbico no puede descansar. Uno de los elementos que definen el trastorno de ansiedad generalizada es que la ansiedad excesiva que se padece, se prolongue al menos seis meses. 

La frustración en esta situación es natural, lo que demanda es gestión emocional, pues cuando nos invaden las emociones negativas, nos quedamos sin recursos, y el sistema inmunológico se deprime.

Existe sensación de pérdida de control, desde la incertidumbre asentada, las rutinas alteradas, la debacle económica, el desempleo, el aislamiento social y el exceso de información. Únase la dificultad para combatir estos estresores con actividades comunes con familiares y amigos. 

Pese a todo, gran parte de la población, se ha adaptado de forma satisfactoria y salido fortalecida. Si bien los efectos psicosociales de la crisis son tan apreciables como dañinos, siendo que los psicopatológicos muestran prevalencia de trastornos de ansiedad y depresión. 

La fragilidad empresarial y laboral, el paro, nos aproximan a un paisaje desolador, con consecuentes trastornos de salud mental, que han de ser atendidos con la intensidad y periodicidad que precisen. Siendo que el sistema ha comprobado déficit de atención psicológica y psiquiátrica. Una vez detectados, es hora de subsanarlos.

  El Defensor del Pueblo ha señalado que mientras en la Unión Europea y como media, hay 18 psicólogos por cada 100.000 habitantes, en España hay 6.

Hemos percibido que estábamos desnudos, que las estructuras se tambalean, que una sanidad que considerábamos inmejorable, no ha podido dar respuesta.

Intentamos retomar aun en parte, el control de nuestras vidas, anticipar a qué dedicaríamos parte del tiempo de un hipotético y nuevo confinamiento. Sí, hemos de tomar medidas individuales, retomar el control, capacitarnos para un afrontamiento positivo de resolución de problemas. 

Defender el bienestar social y preparar emocionalmente para la cronificación de la crisis, son aspectos esenciales de prevención de la salud mental. 

Y aún respecto a los sanitarios, el 50% han mostrado síntomas depresivos, si bien graves son el 6%. El 21% ha mostrado ansiedad severa. Y estrés postraumático cerca del 50%. 

Los sanitarios han trabajado con la dificultad de no poder compartir abrazos, besos, proximidad. Se han “quemado” en turnos de hasta 24 horas seguidas, sin medios suficientes de protección, sin el apoyo de familiares para acompañar a las víctimas. Las consecuencias se manifiestan de forma física, psíquica y emocional, problemas de sueño y alimentación, pensamientos recurrentes, de búsqueda de alternativas a lo acontecido, ideas incisivas de dilemas éticos vitales, y daños y traumas que se cronifican ante una situación incierta que puede volver a golpear. 

Sí, los sanitarios han de descansar física y psicológicamente, pues están muy fatigados emocionalmente y son vulnerables ante otra crisis producida por una temida y terrible segunda oleada. 

Preparémonos para una realidad más inverosímil que la ficción.