Jesús Arévalo, el escultor de arte sacro que toca el cielo desde Cifuentes

17/04/2021 - 07:29 D.Pizarro

La talla directa en tronco es la especialidad de este artista con trabajos por todo el mundo.

El arte, como todo en la vida, necesita su tiempo. Pero también su espacio. Y los del escultor Jesús Arévalo son ahora y Guadalajara. Porque es en la provincia, concretamente en Cifuentes, donde tiene su taller y desde donde salen algunas de las piezas escultóricas más espectaculares que se han visto últimamente. Allí, de hecho, es donde presentó un Cristo de grandes dimensiones que, cuando esté listo, enviará nada menos que a Estados Unidos. Y no sorprende al sector, donde consideran a Jesús Arévalo, con apenas 44 años, uno de los escultores de arte sacro más relevantes de nuestro país.

La elección de Cifuentes para trabajar, y de Masegoso de Tajuña para vivir con su familia, no es una casualidad. Aunque madrileño de nacimiento, “mi padre es de Cifuentes, como también lo fue mi abuelo, mi bisabuelo... así durante siglos, parece ser, se ha trasmitido el apellido Arévalo”.

Este escultor comenzó esta gran obra en su estudio de Madrid, pasando por Dorrego, en Arganda, “donde me realizaron el soporte con maderas homologadas para la exportación”, y ahora continúa “en un maravilloso e incomparable lugar”, la iglesia de Santo Domingo en Cifuentes, un lugar “muy parecido” al que albergará esta obra en Austin, Minnesota. “Esto solo puede pasar en esta Tierra, donde me han acogido con gran altura de miras y han sabido valorar esta preciosa aventura y misión que es la de la realización escultórica, trayendo a los alumnos del instituto, haciéndome visitas personas particulares y pudiendo recurrir a los oficios que aquí perviven, como son los del herrero, el carpintero...”. Y es que Arévalo ha tenido la suerte de encontrarse con gente que le ha echado una mano y gracias a la cual “nunca he tenido problema en montar un taller en cualquier lugar, aquí o en el extranjero, al aire libre o bajo techo; pero éste de la iglesia de Santo Domingo tiene para mí un valor muy especial y emotivo”.

Su vinculación con Masegoso se remonta a antes de su nacimiento, cuando sus padres, ya con cinco de los 10 hermanos que serían, alquilaron una casa en el pueblo. “Luego nos hemos ido casando y trayendo nuestros hijos en el periodo estival principalmente”, señala Arévalo, quien cuenta que allí les llaman Los muchos. Aquí, asegura, ha vivido “los mejores momentos de mi niñez, me he retirado durante largos periodos para tallar en soledad y silencio, he conocido a mi esposa, que fue alcaldesa durante un tiempo, su familia es de este pueblo y en su nave agrícola vio la luz una obra que ahora se encuentra en la entrada del County Hall of London”. Se refiere Arévalo a una de las dos tallas de la Virgen que realizó para este emblemático edificio londinense, que un día fue sede del ayuntamiento de la capital, y que ahora es uno de los monumentos más visitados de la metropolis británica. Estas esculturas fueron talladas en troncos de cedros del Líbano y son una Dolorosa y una Madre de los No Nacidos. 

Pero, sin duda, lo que más une al escultor al lugar donde reside es la belleza que “a mi gusto, surge a borbotones allá donde mires: unos cielos increíbles y unos colores impresionantes que te hacen sentir como en un óleo impresionista. Somos muy felices viendo a nuestros hijos criarse aquí, nos sentimos realmente afortunados”. Porque, como artista que es, la Naturaleza, con mayúsculas, es su fuente de inspiración, no en vano la madera es su materia prima principal. “Sin duda, la Naturaleza es la gran maestra ya desde antes de Altamira; aquí soy un alumno escultor y aunque todos los paisajes tienen su alma, creo que pocos en el mundo como los de la Alcarria. Aquí la naturaleza es pura y salvaje en algunos lugares y humanizada en otros. A veces no sabes dónde acaba el hombre y comienza la naturaleza, y al revés. 

“Atrapado” en la escultura

Jesús Arévalo comenzó a estudiar Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid “ante la insistencia de mis padres, que me decían que no tuviera miedo, que me dijeron que me dedicara a ello aunque me muriera de hambre”. En el instituto se había decantado por ciencias puras para prepararse para Biología o Ingeniería técnica forestal. “Amaba la naturaleza y el mundo del arte me parecía un lugar enfermizo, incomprensible, decadente”. Pero al quinto año de carrera “descubrió” que era escultor “y desde entonces quedé atrapado”. Porque, incide, la talla y el modelado son actividades propias del hombre “desde la noche de los tiempos”. Y todo ello, además, se une a la religión, que encumbra aún más su obra. “Hacer una imagen, o más bien encontrarla, diría yo, y después ver a alguien orando delante, es algo que me sobrepasa y me dan ganas de tirarme rostro en tierra porque no soy digno de ver algo así.  Este hecho es incomparablemente mayor a estar en los mejores museos”. Pese a la gran consideración de su obra, Arévalo no adolece de vanidad al afirmar que su “único” mérito, si lo hay, es ser “fiel” a su vocación artística.

La realidad, no obstante, podría rectificarlo, dado que ha recibido encargos no sólo del County Hall of London, sino también de la Catedral y el Arzobispado de Madrid, del Ayuntamiento “en tiempos de Carmena”, de particulares, “de personas que pasarán a la historia y otras que no, de gente poderosa y de gente muy humilde”. Ello le lleva siempre a una “primera y casi única pregunta” a la hora de aceptar un encargo: “¿debo hacerlo?”.

Aunque el Cristo en el que está trabajando en Cifuentes está realizado en maderas encoladas, previamente secadas y tratadas según leyes fitosanitarias para la exportación a Estados Unidos, Arévalo trabaja principalmente la talla directa en troncos de cedro, una técnica en la que se adentró en la Facultad. “Por las mañanas trabajaba como encofrador en Barajas y allí, en la obra, hubo que cortar un cedro que después me regalaron y que utilicé para mis primeras obras: una maternidad y unos torsos masculinos principalmente”. Estos trabajos, que se pueden ver en su web www.jesusarevalo.com, le valieron una Matrícula de Honor y un puesto de trabajo en esos talleres una vez finalizase la carrera. “Fui progresando en esta técnica e incluso llegué a ser solicitado por la Fundación de Amigos del Museo del Prado para dar dos conferencias dentro de los Cursos sobre Técnicas Artísticas”. 

Esta talla directa en tronco, cuenta el escultor, permite un encuentro con una obra que comenzó a realizarse “en el momento en que germinó la semilla”. Además, para Arévalo, “el entorno del árbol y su potencia vital determinan su forma, su inclinación, la disposición de sus ramas... y una vez caído y muerto, la disposición de sus grietas y policromía final”. Todo esto hay que tenerlo en cuenta “desde el primer hachazo hasta el último golpe de lija”, lo que le lleva a asegurar que “no se trata de hacer una escultura en un tronco, sino de entender el tronco para sacar la obra”. ¿Y de dónde saca estos grandes troncos? Pues de árboles derribados por el viento o que han sido “apeados” por muerte, enfermedad o constituir algún peligro. Algunos ejemplares centenarios de cedro del Líbano le fueron donados por la Presidencia de Patrimonio Nacional con mediación de la Facultad de Bellas Artes. Otros cedros proceden de talas y derribos irremediables. “Una vez tallé un tronco de pino de 140 años arraigado en el parque Felipe VI de Valdebebas, un encargo del Ayuntamiento de Madrid, la Virgen del Abrazo; pero salvo ésta y otras raras excepciones, siempre son troncos de cedro, que es una madera fascinante y legendaria”.

Pero en su prolífica carrera también ha habido tallas en piedra como el alabastro, las de Campaspero, el mármol de Macael y Carrara, blanco de Capri.... “En la Catedral de Madrid están las obras más grandes y monumentales, pero la más querida por mí es un torso en alabastro que se encuentra en la Escuela de Minas y Museo Geominero de Madrid”. Y no podemos olvidar el bronce, material elegido por Arévalo para un “gran” Arcángel San Miguel, las puertas de un museo... Pero, para ello, primero modela en arcilla. “Desde mi punto de vista, éstos son materiales nobles y aptos para ser soporte de una escultura”.

Entre las muchas cosas que quiere transmitir a sus hijos está que en España “y en este momento se puede hacer lo que se quiera”. A su juicio, deben lanzarse a la vida, “que sean libres, que no sean mezquinos y asuman con humildad los fracasos y carencias, enseñarles a seguir adelante, ayudarles a descubrir su vocación, animarles a formar una familia, y enseñarles que son el futuro de España”. Él, ha conseguido vivir de su oficio de escultor, algo que muchos considerarían casi imposible. Pero Arévalo mira al futuro e intenta hacer de la necesidad virtud. Porque la pandemia, “como todos los dramas y alegrías que ha vivido la humanidad a lo largo de la historia, es una fuente tremenda de inspiración”. Pero no duda en asegurar que “las ideologías son y han sido históricamente las mermadoras de las capacidades artísticas de una generación.  Asfixian o hacen invisibles a los que no se comportan como ellas exigen. Ése es el problema, antes, durante y después de la pandemia”, lamenta. Por ello, sólo pide que, el que se acerque a alguna de sus obras, “que les cojan de la mano y les lleven a lo representado”.