La herrería y la casona de Peralejos incluidas en la lista roja del Patrimonio que elabora Hispania Nostra
Se trata de un interesante ejemplo de patrimonio industrial del siglo XVI, y llama la atención su gran tamaño, que lo convierte en uno de los edificios más singulares de la zona. Sin embargo, se encuentran en avanzado estado de ruina.
Desde que dejó de estar habitada, a finales de los años 50, ha sido víctima del abandono y del expolio. La zona de hornos y el martinete apenas se distinguen entre el escombro. Se ha perdido gran parte del canal, aunque se mantiene en buen estado el tramo donde estaba colocada la noria. Los corrales aledaños a la casona principal sólo mantienen los muros, y a ésta apenas le queda un cuarto de la imponente cubierta a 4 aguas. De la estructura interior de la casa se mantiene apenas un 20% y se ha comenzado a hundir el muro del lateral derecho de la construcción.
Por todos estos motivos, la herrería y la casona adyacente de Peralejos de las Truchas acaban de ser incluidas en la Lista Roja del Patrimonio que elabora la asociación Hispania Nostra (www.listarojapatrimonio.org) y que recoge cerca de 900 monumentos españoles que corren el riesgo de desaparecer si no se actúa de inmediato.
La herrería de Peralejos ofrece un paisaje cultural muy completo ya que era una microeconomía en la que se gestionaba el monte, se explotaban los recursos hídricos, las huertas, los cultivos de cereales y la ganadería, como lo demuestran las estructuras para ganado y la enorme casa vivienda, importante construcción hecha en mampostería con retoques de recio sillar que data del siglo XVIII. El agua, la cercanía de los minerales y los grandes bosques para proporcionar el combustible necesario, dio lugar a la ubicación de ferrerías desde la Sierra del Tremedal al Alto Tajo. De esta forma, la siderurgia se extendió rápidamente entre las localidades de Orihuela del Tremedal y Peralejos de las Truchas.
Durante la Alta Edad Media, para atraer población a las nuevas áreas conquistadas, los reyes castellanos y aragoneses concedieron la propiedad de casi todos los montes y baldíos a los municipios y señores feudales a modo de libertades y privilegios. Se trataba de un modelo implantado en toda la Extremadura castellana y aragonesa, basado en las comunidades de villa y tierra. Durante la Reconquista se otorgó a la villa de Molina un extenso término municipal, en el que se incluían algunas aldeas cercanas. Al principio, la ciudad fue la propietaria de los montes de uso público de todo el señorío, pero a partir del siglo XV las aldeas empezaron a organizarse en una institución denominada el “Común de la Tierra de Molina”. La iniciativa de construir las ferrerías partió en todos los casos de las élites locales, que buscaron el lugar de construcción, las autorizaciones y el capital necesario. La construcción, la gestión y el arrendamiento lo negociaban con los técnicos vascos. En el año 1513 don Antón Garcés de Marcilla, vecino de Molina, firmó una capitulación con Pedro de la Coba, capellán de Checa, para construir dicha herrería sobre una antigua sierra hidráulica que este último poseía en el barranco de Oceseca, en Peralejos.