La historia de Katherine Hepburn en Atienza

24/10/2022 - 19:09 FCV

La revista Vanity Fair recuerda la visita de Katharine Hepburn a la provincia de Guadalajara, actriz universal que falleció un 29 de junio de 2003, de forma inesperada. La primera mujer que llevó pantalones en el cine estuvo aquí, parece increíble, pero es cierto.

Esta mujer, con aspecto de aniñada, procedente de la costa Este norteamericana, triunfó en la España de Franco. Todo ocurrió en el verano de 1970. Vanity Fair recuerda que, por entonces, se paseó por las calles de Atienza. “Allí se rodaban 'Las Troyanas', una adaptación de la obra clásica de Eurípides en la que la actriz ya exhibía su veteranía. Tenía 63 años y su posición de mito ya estaba garantizada”, recuerda la famosa revista.

El escritor, historiador, narrador y ensayista, Tomás Gismera, en un artículo que publicaba en 2020 en Nueva Alcarria, recordaba que “la entonces poco menos que misérrima e histórica villa de la provincia de Guadalajara que pocos conocían, iba a pasar a la historia de la cinematografía mundial de la mano de aquella mujer, a través del título de una película tan extraña como lejana, Las Troyanas, que en Atienza nadie sabía quiénes eran ni falta que hacía”. 

Lo más que se conocía entonces en Atienza era que desde el mes de mayo el Ayuntamiento, cada dos por tres, emitía un bando dando cuenta de que se necesitaba tal o cual cosa “para la película del castillo”. Y, haciendo un esfuerzo de memoria, recordaba: “Por la villa pasaron arquitectos, ingenieros y mandamases, de Bellas Artes sobre todo, para dar las autorizaciones pertinentes y, en ello, llegó ella: la gran Katharine Hepburn, junto al director de la película, Michael Cacoyannis, para conocer el lugar del rodaje y, sobre todo, para que la estrella, que pasaría en Atienza los próximos meses, conociese su casa y pudiera hacer las últimas indicaciones en cuando a la decoración del interior o el color de la pintura de las paredes. La casa estaba recién construida, pero todavía le faltaban los muebles y pintar las paredes al gusto de quien iba a ser su inquilina. Una casa cuyo alquiler se ajustó en 1.500 pesetas diarias, una auténtica barbaridad para aquellos tiempos”.