Las Troyanas de Atienza (II): Katharine Hepburn, la estrella de los tres Oscar
Katharine Hepburn, la estrella de Hollywood que se enamoró de Atienza
Tres eran los Oscar que tenía la gran estrella del universo cinematográfico, Katharine Hepburn, cuando el 22 de agosto de 1970, procedente de Londres, su avión tomó tierra en el madrileño aeropuerto de Barajas. Pasó desapercibida su presencia entre el público, menos acostumbrado que en nuestros días a seguir la vida de los grandes artistas extranjeros. Para los españoles, y por aquel tiempo, las páginas de la prensa que entonces como hoy lleva el título de “prensa del corazón”, sus páginas las llenaban los ídolos hispanos, los cantantes, actores y actrices de nuestro suelo patrio, con alguna de aquellas figuras que se elevaban por encima de las pantallas cinematográficas, como Jackie Kennedy-Onassis o Farah Diva Pahlavi. Alguna incursión también nos hacía, desde Italia, la gran Sofía Loren, estrella desde que por aquí interpretase a doña Jimena Díaz, señora del Cid Campeador… y poco más.
Por ello el paso de Katharine Hepburn, larga como un día sin pan, embutida en unos pantalones ajustados de color azul oscuro, con unas gafas tapándole media cara; un pañuelo, azul también sobre su cabello pajizo y sobre el pañuelo gorra de plato, pasó desapercibida.
La esperaba un vehículo de aquellos tipo americano, que llamaban la atención por donde pasaban, con chófer, para llevarla al hotel Eurobuilding, junto a la castellana madrileña, a unos pasos del estadio Santiago Bernabéu. El vehículo pertenecía a una empresa de alquiler contratada por la productora cinematográfica Josef Shaftel Insurance, con sede en la calle de San Telmo número 77 de Madrid, y representada por quien había de ser años después una de las figuras más conocidas de la cinematografía hispana, Francisco Lara Polop; a Francisco Lara lo acompañaba otro de aquellos personajes que pasarían a la historia del cinema patrio, en este caso a través de la fotografía, Augusto García Fernández-Balbuena, que se convertiría en el apoderado de la actriz en España.
Junto a Katharine Hepburn viajaba su secretaria, y la productora puso, a disposición de ambas, una traductora oficial que les fue contando, desde el aeropuerto de Barajas al hotel, las glorias de la España que, a partir de aquel 26 de agosto, en el que el avión tomó tierra, iba a ser, por espacio de unos meses, su tierra de residencia.
La visita de la actriz a España tenía por objeto tomar parte en aquella película mediante la cual esperaba obtener su cuarto Oscar de la Academia, puesto que para entonces en su mansión de Fenwick (Connecticut), ya se mostraban los logrados por sus interpretaciones en Gloria de un día (1934); Adivina quién viene a cenar (1968), y El León en invierno (1969), interpretando a Leonor de Aquitania. El cuarto le llegaría muchos años después, en 1982, por su último trabajo: En el estanque dorado. Todavía ninguna actriz ha logrado superar su palmarés.
En aquel lujoso hotel recién inaugurado se hospedó, a la espera de otras tres de las grandes actrices del entonces universo cinematográfico mundial, Irene Papas, Vanessa Redgrave y la veinteañera Geneviève Bujold, ya que las cuatro, junto al director de la cinta, serían las protagonistas de una poco multitudinaria rueda de prensa que se llevaría a cabo en el hotel para presentar la película a rodarse en Atienza, a la prensa, y que la prensa dejase en paz a las actrices por tiempo indefinido, que fue el deseo de su director, Michael Cacoyannis. Un deseo que logró.
El viaje a Atienza
Antes de que la rueda de prensa tuviese lugar, se celebró el miércoles 26 de agosto, a Katharine Hepburn la llevaron a conocer Toledo, El Escorial, Ávila, Segovia y, por supuesto, Atienza. La entonces poco menos que misérrima e histórica villa de la provincia de Guadalajara que, pocos conocían, iba a pasar a la historia de la cinematografía mundial de la mano de aquella mujer, a través del título de una película tan extraña como lejana. Las Troyanas, que en Atienza nadie sabía quiénes eran ni falta que hacía. Lo más que se conocía entonces en Atienza era que desde el mes de mayo el Ayuntamiento, cada dos por tres, emitía un bando dando cuenta de que se necesitaba tal o cual cosa “para la película del castillo”.
Por la villa pasaron arquitectos, ingenieros y mandamases, de Bellas Artes sobre todo, para dar las autorizaciones pertinentes y, en ello, llegó ella: la gran Katharine Hepburn, junto al director de la película, Michael Cacoyannis, para conocer el lugar del rodaje y, sobre todo, para que la estrella, que pasaría en Atienza los próximos meses, conociese su casa y pudiera hacer las últimas indicaciones en cuando a la decoración del interior o el color de la pintura de las paredes. La casa estaba recién construida, pero todavía le faltaban los muebles y pintar las paredes al gusto de quien iba a ser su inquilina. Una casa cuyo alquiler se ajustó en 1.500 pesetas diarias, una auténtica barbaridad para aquellos tiempos.
A la derecha- casa en la que habitó la actriz durante el tiempo que residió en Atienza- entre las iglesias del Salvador y la Trinidad
Junto al director griego, y en compañía de Augusto García Fernández-Balbuena, su secretaria y la intérprete, hizo la actriz su primer viaje a Atienza. La recibió, como no podía ser de otra manera, su ilustre alcalde, don Julián Ortega Asenjo, médico de profesión y, a la sazón, entre otros títulos, consejero de la Caja y diputado provincial por el partido de Atienza, además de los que hacían mención a su pertenencia al llamado Movimiento Nacional.
Todos ellos se pasearon por la villa en un día en el que, a juzgar por las prendas que vestían la estrella y el director no debió de ser muy caluroso, y eso que corrían los últimos días de agosto en los que, quizá por ello, empleados los atencinos en el trabajo de la era, pasó desapercibida. Muy pocas personas se dieron cuenta de que caminó desde la plaza del Ayuntamiento hasta los alrededores de la iglesia del Salvador, donde se encontraba su domicilio, y que la comitiva se detuvo en la plaza de San Juan, y junto al Arco de su nombre, donde se retrataron para la posteridad.
Os construiré unas escuelas…
La mayor de seis hermanos, y sin hijos a lo largo de su vida, tuvo un especial cariño por los niños. Y los chiquillos de Atienza, que en gran número trabajaron en la película, la enamoraron. Por ello, desde el primer momento llevó la idea fija en la cabeza de dejar para la posteridad del tiempo, y de la villa de Atienza, su nombre enmarcado entre los muros del pueblo.
Se rodó la película, y se encariñó de uno de los protagonistas, el inglés Brian Blessed que interpretó en la cinta el papel de Taltibio y llegó a Atienza luego de poner cara al mosquetero Porthos; la “reina de Hamamelis”, la llamaba el inglés, que era tanto como decir “de los caprichos”. Cacoyannis advirtió a los intérpretes que nada de enamorisqueos ni cosas de esas en las que el corazón se metiese por medio, porque podía traer malas consecuencias para el trabajo final. Con Brian Blessed recorrió uno a uno los caminos de Atienza nuestra estrella, fue hasta el pinar, subió hasta el Padrastro y se llevó a casa una buena colección de fósiles, a cuya búsqueda se aficionó.
Fue cuando comenzó el curso escolar cuando la gran Katharine se asomó a las escuelas de niñas, y de niños, y vio que la escuela de niñas estaba prácticamente recién construida y la de niños dejaba mucho que desear.
Antes de abandonar Atienza, y concretar con el Alcalde de la villa la construcción de unas escuelas cuyo coste correría de su cuenta, se retrató sobre una de las buras de Gabriel Cabellos
En su casa del barrio de San Salvador, pocos días antes de dejar Atienza y retratarse a lomos de una de las borriquillas del atencino Gabriel Cabellos, que llevaba a cabo oficios de jornalero para la productora, Katharine Hepburn mandó llamar al señor alcalde. A la reunión también asistieron algún que otro concejal, Augusto García Fernández-Balbuena y el productor Anis Nohra. Katerine Hepburn quiso primero conocer cuánto costaron las escuelas que se construyeron para las niñas, poco más de trescientas mil pesetas de las de entonces y… los ojos del alcalde de atienza hicieron chiribitas. La actriz, por medio de sus representantes, puso los miles de pesetas, tras traducirlos de los miles de dólares, necesarios para la edificación de unas escuelas nuevas para los niños de Atienza, y que el nombre de Katharine Hepburn se quedase en la villa, para la eternidad. Don Julián Ortega Asenjo la dio los títulos de “muy egregia, ilustre y sin rival actriz”.
Y alguien al día de hoy se preguntará, también los entonces chiquillos de Atienza, en la actualidad hombres adultos que esto lean: ¿Y dónde están las escuelas para las que Katharine Hepburn puso aquel puñado de miles de dólares, o qué se hizo con aquel dinero? Como la canción, la respuesta, sin duda, está en el viento. (Continuará)