La Piscina: Terrorcillo de Thermomix
Si les digo que la idea original de La Piscina se encuentra en un cortometraje, seguro que no les sorprende. La historia de Bryce McGuire tiene un punto de partida que no deja de ser gracioso, pero que uno se pregunta si realmente da para 100 minutos de metraje. Sobre todo, teniendo en cuenta que las cartas están sobre la mesa desde el minuto cero.
Una simpática niña asiática acaba junto a la piscina de su casa en una noche de, digamos, verano. La cosa es que, pasan cosas raras y la niña cae al agua, algo parece atraparla, pero se salva, aunque ella se empeña muy fuerte en durar poco en la película y finalmente desaparece en el agua.
Años más tarde una familia busca casa. La figura que importa es la del padre, un deportista profesional que ha tenido que dejar su carrera al sufrir una enfermedad degenerativa. El tipo cae al agua y resulta que en su caso la piscina no se lo traga, si no que empieza a hacerle mejorar. Bien, ¿no? Pues no, porque entonces estaríamos hablando de Cocoon, y aquí lo que pasa es bastante más chungo.
Pues como decíamos, la idea de La Piscina es pintona, pero por desgracia los guionistas Bryce McGuire y Rod Blackhurst han decidido tomársela en serio y empezar a meterle referencias para ver si no se notaba que tampoco es que la cosa diera para más. El primer referente es El Resplandor, con ese padre tan centrado en sus aspiraciones profesionales que terminará dejando salir su lado más oscuro con tal de conseguirlo. También tenemos algo de Los Invasores de Cuerpos o The Faculty. Luego tomamos alguna idea visual prestada de It y hasta cogemos algo del espíritu Amblyn, por si cuela.
Y puestos a decidir, a un servidor le habría gustado que tiraran precisamente por este último camino con más decisión, porque si algo le falta a La Piscina es valor para abrazar la locura de su propuesta inicial. Eso podría haberles llevado a hacer un producto más simpático, en el que los hijos de la pareja cobraran protagonismo real, enfrentados a la piscina asesina del manantial demoníaco de la tribu de no sé qué. Es todo tan chorra, que soltarse la melena parecería los más adecuado. Sin embargo no lo hace y volvemos a ver la enésima condena y redención del padre equivocado. Vamos, que se ve bien y si tiene un hijo adolescente habrá ideas que se le queden, pero aquí no hay nada nuevo ni estimulante bajo el sol.