Las fiestas ducales de Pastrana
El festival de los duques convierte a Pastrana en estos días en un foco admirable de cultura.
Desde el jueves 18 al domingo 21 de este mes celebramos en Pastrana las fiestas ducales, declaradas de interés turístico provincial. Comienzo con un recuerdo entrañable: la muerte de nuestro gran poeta y ejemplar persona José Antonio Ochaíta, a la una de la mañana del 18 de julio de 1973. En Pastrana se celebraba con gran solemnidad la Virgen del Carmen, que de ser una cofradía fundada en 1923 se había convertido en la fiesta local más importante. El 16 se celebraba la misa con un sermón de campanillas encargado a algún magistral o canónigo de Toledo, Madrid o Sigüenza; el 17 era el día de la “virgencilla”, un día intermedio dedicado fundamentalmente a deportes, y por la noche a las 12 (ya era el día 18) gozábamos el magnífico acto cultural “Versos a media noche”. Allí, en distintos años, escuchamos a Federico Muelas, Rafael Duyos, Carlos Murciano y nuestro admirable y admirado poeta José Antonio Suárez de Puga. Pues bien, en aquella noche triste, mientras Ochaíta declamaba emocionado unos versos a Pastrana que comenzaba: “Llevo a Pastrana en mis manos”, se desplomó de repente sobre las losas del atrio de la iglesia. Recuerdo el esfuerzo por reanimarle que hizo sobre todo José Antonio Suárez de Puga, aplicándole la respiración boca a boca, para terminar llorando por la ineficacia del esfuerzo y la pérdida definitiva del amigo-hermano. Desde este trasfondo se comprenderá la alegría que siento al ver que nuestro poeta Suárez de Puga recibirá este año el Premio Princesa de Éboli, galardón otorgado por la comisión de festejos a personas que se hayan distinguido por alguna aportación cultural en beneficio del pueblo. Hace unos meses escribí dos artículos sobre los poemas de nuestro poeta. Desgraciadamente, la extensión de los artículos no me permitió analizar una de sus obras maestras: la glosa al Cántico espiritual de San Juan de la Cruz. La razón es que el aprecio de un poema exige tenerlo delante de los ojos, y la “Glosa” es demasiado extensa para mis 600 palabras. Pero hace muchos años, leyendo los tres poemas a la Virgen del Carmen de Rafael Alberti en Marinero en tierra, me dije: Por muchos pecados que haya cometido este hombre, la Virgen del Carmen no puede permitir que el cantor de tanta belleza se pierda en el infierno. Lo mismo digo del admirado “Josepe”: es posible que en los mandamientos relacionados con la potencia concupiscible (nunca fue víctima de la irascible) no haya sido siempre dócil al director espiritual; pero la glosa del Cántico de San Juan de la Cruz es un canto a la pureza y una llamada a la pureza. El festival de los duques convierte a Pastrana en estos días en un foco admirable de cultura: desfiles con vestidos y ambiente del siglo XVI, conciertos de música gregoriana y de órgano en el órgano castellano de 1704, teatro preparado y dirigido por el artista y auténtico creador Javier Gumiel Rascado, director del Festival, y sendas conferencias a cargo de la maestra ya consagrada, profesora Esther Alegre Carvajal: “1569: Ruy Gómez de Silva llega a Pastrana para ser su señor”, y del maestro en ciernes Juan Gabriel Ranera Nadador: “El patronazgo de la Casa Ducal de Pastrana en el convento de San Francisco”.
El antiguo convento de San Francisco, en ruina progresiva desde la desamortización, va recobrando su viejo esplendor con restauraciones de distintas partes; en este momento, de la iglesia gótica. Un testimonio muestra su importancia en la historia: hacia el 20 de enero de 1956, el sabio cervantista D. Luis Astrana Marín afirmó en el periódico YA que los manuscritos de Cervantes vinieron a este convento heredados por un franciscano, sobrino del genio por el lado de su esposa. Es decir, en Pastrana se deshicieron los papeles entrañados en el corazón, la mente y la ironía de nuestro genio universal.