Logias de la Alcarria, auge y caída de los masones en Guadalajara

18/03/2019 - 18:09 J. Pastrana

Un halo de misterio ha envuelto siempre a las logias masónicas. Asociadas con conspiraciones y secretos, en España su existencia es pública desde que en 1978 la Constitución prohibiese la existencia de organizaciones secretas. Lejos de ocultarse en la oscuridad, las logias dieron un paso hacia la luz. Así, es fácil encontrar representantes de la Gran Logia de España (GLE) en diferentes foros, tanto especializados como genéricos. E, incluso, se puede consultar su página web.

Sin embargo, el nacimiento de la conocida como Masonería Especulativa se remonta al siglo XVIII, aunque su llegada a la provincia no se produjo hasta mediados del siglo XIX.  

Las tres vidas de la masonería
Según el estudio de Luis Enrique Esteban Barahona, Masones en Guadalajara: una primera aproximación, tres son los periodos en los que se suele dividir la historia de la masonería en España hasta 1939, cuando el general Francisco Franco inició una persecución de este movimiento, formado por buena parte del sector ilustrado de la sociedad española. 

La primera etapa va de 1808 a 1868. La invasión francesa trajo a España a algunos franmasones que empezaron a establecer sus logias aquí. Sin embargo, no hay constancia de ellas en la provincia hasta el Trienio Liberal, de 1820 a 1823,  cuando aparecen el nombre de tres: Libertad en el valle del Buen Deseo (Guadalajara), Triunfo (Sigüenza) y Libertad (Jadraque). Supuestas logias de las que, según señala el periodista Julio Martínez, historiadores como Ferrer Benimeli dudan que fueran auténticas logias. 

La segunda etapa masónica va de 1868 a 1898. Unos años en los que la Constitución de 1869 permitiría a la Masonería reorganizarse y aumentar sus efectivos, aunque sufriendo un proceso de división interna en distintos Orientes. Tres de ellos tendrían representación en la provincia. Por Gran Oriente de España estaban Caracense nº224 (Guadalajara), Amor Fraternal nº56 (Alcocer) y Unión Universal nº226 (Cifuentes). Por Gran Oriente Nacional, El Deber nº33 (Guadalajara), Joaquina nº53 (Guadalajara) e Idea nº66 (Atienza). Y por Gran Oriente Español, Caracense nº197 (Torija) y Triángulo Luz de la Sierra nº2 (Checa).

La segunda etapa de la masonería va de 1900 a 1930. Un periodo que no trajo buenas noticias para los masones en la provincia, al menos en su arranque. “En Guadalajara, durante las dos primeras décadas del siglo XX no existió ninguna reunión de este tipo”, asegura el investigador Luis Enrique Esteban. “Pero no se puede decir que los masones no tuvieran actividad en la provincia”. 

Como muestra de ello, sólo hay que remitirse a figuras como la del médico Luis Jiménes Athy, natural de Yunquera de Henares, que se inició el 27 de abril de 1905 en Madrid con el nombre de Aliatar, cuando todavía era estudiante, llegando a ser miembro de la Orden al menos durante cuatro años.

Hubo que esperar hasta 1925 para que empezaran a surgir nuevas sedes iniciáticas en la provincia. La primera fue creada en 1925 en la capital gracias a la iniciativa de Miguel Benavides, quien fundó Arriaco nº 8. Entre los nombres que participaron en este taller se encontraban los de Miguel Bargalló Ardevol, director de la Normal; Tomás de la Rica, director de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara; o el médico Andrés Núñez del Río, que estuvo becado en la Institución Rockefeller, en Estados Unidos.

“La mayoría de sus miembros no eran naturales de Guadalajara. Habían llegado a la ciudad por motivos laborales. Pero en una gran parte habían hecho de esta localidad su lugar de residencia habitual”, describe el investigador Luis Enrique Esteban. “Se integraron en la vida ciudadana y, como colectivo ilustrado, participaron en muchas actividades de renovación intelectual y cultural en la capital arriacense”.

Vida corta y ligada a Madrid
Según el estudio realizado por Esteban Barahona, las logias de la provincia eran dependendiente de una matriz situada en Madrid. De hecho, los conocidos como ‘talleres’ se solían crear a consecuencia de la visita de algún masón a un pueblo o de las relaciones establecidas por un vecino en la capital, sobre todo durante su etapa de estudios. 

También resulta significativo el nombre de muchas de estas logias: Amor Fraternal, Unión Universal, Idea, El Deber... Ya que dan una idea de los objetivos que perseguían sus integrantes. 
 La mayoría de estas logias tuvieron una vida más bien corta. Por ejemplo, de la de Alcocer tan sólo hay referencias entre 1871 y 1872, y de la de Checa, entre finales de 1890 y septiembre de 1891. Sólo la de Arriaco supera la barrera de los dos años, abarcando un periodo de vida que fue de 1925 a 1933. 

Eso sí, la que llegó a tener mayor número de miembros fue la Caracense, que alcanzó los 36 obreros activos, mientras que la de Arriaco, por ejemplo, se quedó en nueve.  Para hacerse una idea de cómo eran los miembros de estas logias, se podría echar un vistazo  a las actas de la logia de Atienza: “Las clases medias de profesionales conformaban la mayoría de este grupo atencino: abogados, médicos y militares constituían más del 60 por ciento del total de sus miembros”, asegura Esteban Barahona.

 

La influencia de Arriaco
En España, como en el resto de países latinos, la evolución de las logias las llevó a ir adoptando posiciones republicanas y anticlericales. Así, en la provincia serían principalmente las publicaciones republicanas las que se harían eco de las ideas masónicas, colaborando especialmente durante los años de la dictadura de Primo de Rivera y los de la IIª República. De hecho, la duración de la logia Arriaco en 1925 estuvo directamente ligada a la oposición a la dictadura. 

También estuvo implicada la provincia en un intento para derribar a la monarquía realizado en 1930. En una maniobra para poner en contacto a las fuerzas zaragozanas con las de Madrid, se trasladó a través de la provincia al republicano y masón Eduardo Ortega y Gasset, que sería detenido en Taracena junto al periodista Luis de Sirval. 

Después de aquello y de los sucesos de Jaca, Esteban Barahona apunta que los republicanos se inclinaron por participar en las convocatorias electorales. Así, a las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 se presentaron varios candidatos masones. Entre ellos  estaba Marcelino Martín, que consiguió la alcaldía de Guadalajara.

Además, en los comicios constituyentes del 28 de junio del mismo año también se eligieron diputados iniciados: el socialista Marcelino Martín y el “radical-socialista” Eduardo Ortega y Gasset, que renunciaría al escaño por la provincia, siendo sustituido por otro masón, Miguel Bargalló. En resumen, tres de los cincos diputados electos por la provincia en estas elecciones fueron masoneros.

No ocurriría lo mismo en 1933, cuando no hubo ningún candidato masón, mientras que en 1936 hubo dos candidatos que no resultaron elegidos.  En cuanto a los gobernadores civiles nombrados en Guadalajara, “conocemos que durante el primer bienio formaron parte de las logias Gabriel González Taltabull y Miguel Benavides”, describía Luis Enrique Esteban.

En la IIª República, los partidos arriacenses llegarían a tener entre sus dirigentes a destacados masones. Y entre 1931 y 1933, los principales resortes del poder provincial estuvieron en manos de masones: “Ayuntamiento de la capital (Martín), vicepresidencia de la Diputación (Bargalló), gobierno civil (González Taltabull y Benavides) y dos diputados en cortes (Martín y Bargalló)”. 

Ahora bien, Esteban Barahona relativiza esta situación, ya que la logia local no funcionaba como centro de reunión desde, por lo menos, 1931. Lo que sí considera es que la masonería “ofrecía a las nuevas instituciones republicanas un grupo selecto de dirigentes que ocupó los cargos sin crear una sensación de vacío”.

Por su parte, Ferrer Benimeli señala que no hay ninguna razón para pensar que las acciones de todos estos hombres estuvieran dirigidas desde una logia. “Tanto o más cuando, en no pocos casos, la pertenencia activa a las logias se circunscribía a periodos muy limitados de sus vidas”, señala.

Persecución
La actividad política, sin embargo, tuvo sus consecuencias. “Antes de acabar la Guerra Civil se comenzó a perseguir a la Masonería en la zona sublevada”, señala Esteban Barahona. “En Guadalajara podemos encontrarnos con todas las formas de hostigamiento posible, desde la interrogación, a la cárcel, el exilio o el asesinato”.

Miguel Bargalló y Miguel Benavides se exiliaron a Francia. El primero, acusado de ser “Masón y gran propagandista, inspirador e inductor de los asesinatos cometidos en Guadalajara”. El segundo, por permitir desde su cargo “toda clase de abusos y desmanes, consintiendo huelgas y disturbios, desposeyendo sin indemnización a algunos hacendados de sus tierras y repartiéndolas entre los obreros”.  

También Tomás de la Rica salió de España y menos suerte tuvo Marcelino Martín, que fue fusilado en 1941. Entre las razones de la pena, además de su filiación política, se encontraba su participación masónica. “En suma, de los nueve masones de Arriaco uno fue ajusticiado, otro fue enviado a prisión, tres partieron al exilio y dos sufrieron interrogatorios”, concluye Esteban Barahona. “Un balance muy duro para la poca importancia de la logia”. 

Aunque en Guadalajara no hay ninguna logia activa en la actualidad, desde la Gran Logia de España (GLE) sí indican que “hay hermanos que residen aquí” y que se desplazan a Madrid para llevar a cabo la práctica masónica.

En el caso de Castilla-La Mancha, a día de hoy, sólo existen dos talleres, la logia de San Juan de los Llanos, con sede en Albacete, y Aleph, ubicada en Toledo. Sin embargo, entre los siglos XIX y XX llegaron a tener representación en toda la Comunidad Autónoma.

Leyenda negra 
Existe un pensamiento popular que tiende a responsabilizar a los masones de grandes conspiraciones mundiales. “No existe ningún dato histórico que respalde esta aseveración. Es más, en algunos países, entre los que se encuentra España, esta organización ha sufrido la represión a lo largo de diferentes momentos históricos”, señala Julio Martínez.
Entonces, ¿de dónde procede la leyenda negra que la persigue? Martínez señala 1738 como el punto de partida de esta circunstancia. Se trata de la fecha en la que se publicó la Carta Apostólica In Eminenti por parte del papa Clemente XII, en la que ya se censuraba a las logias. Sin embargo, ésta no fue la única condena a la entidad. Hubo una segunda en 1739 por parte del cardenal Firrao y una tercera en 1751 de la mano de Benedicto XIV. 
Unos posicionamientos que, según el historiador José Antonio Ferrer Benimeli, se basaban en el secreto masónico y en el juramento que hacían los iniciados. Incluso se les acusaba de herejía por desarrollar reuniones en las que participaban personas de diferentes credos. Algo que, en ese momento, estaba penado con la excomunión.
Durante siglo XIX se empezó a vincular la Masonería con el liberalismo político. Se la acusó de estar en contra de los poderes del momento. En la encíclica Humanum genus de León XIII (1884), se acusaba a la Fraternidad de buscar la destrucción de todo orden religioso y civil. Sin embargo, a partir del Concilio del Vaticano II, se produjo una distensión entre ambas instituciones.
Sin embargo, los masones también han chocado con el poder civil, siendo perseguidos por diferentes regímenes políticos. “Sólo hay que pensar en Franco y en su contubernio judeo-masónico-comunista”, señala Martínez. De hecho, desde la GLE señalan que  “tenemos el dudoso honor de ser el único lugar del mundo en el que se constituyó un Tribunal Especial para la Represión de la Masonería”, explican desde la GLE. Así, durante casi 40 años la masonería fue uno de los grandes enemigos del país. 

 

¿Qué es la masonería?

El periodista Julio Martínez, experto en masonería, distingue la originaría Masonería Operativa, que hacía referencia a  los gremios de constructores de catedrales medievales, de la actual Masonería Especulativa, aparecida a mediados del siglo XVIII en Londres, cuando se transformó en una “sociedad de ideas”.  Retomando las palabras del especialista José Antonio Ferrer Benimeli, Martínez señala que la actual Masonería Especulativa sería “una escuela de formación humana (...) que acoge en su seno a hombres de diferente lengua, cultura, religión, raza y convicciones políticas, pero que coinciden en el deseo común de perfeccionarse por medio de una simbología de naturaleza mística o racional, y de prestar ayuda a los demás a través de la filantropía y la educación”.
Fue en 1723 cuando se publicaron las conocidas como ‘Constituciones de Anderson’, un texto en el que se plasmaron algunos de los postulados de la corriente masónica especulativa que se iría extendiendo por diversos países y territorios del mundo, incluido España. En la actualidad, los lugares con más presencia fraterna están en el levante, el sur y la capital, con una concentración de actividad en las provincias mediterráneas, siendo el más conocido el Templo masónico de Santa Cruz de Tenerife.