Mi libro 'El honor de Castilla' está ambientada en la Guadalajara renacentista
"Las comunidades me han llamado la atención desde pequeños" nos dice en una entrevista el escritor David Trijueque.
David Trijueque Serrano ha publicado recientemente el libro ‘El honor de Castilla’, una novela histórica ambientada en la Guadalajara renacentista de los Mendoza y que trata sobre el levantamiento de las Comunidades de Castilla.
¿De qué trata el libro?
El honor de Castilla es una novela histórica que quiere rendir tributo a todos aquellos que entregaron su vida en el levantamiento de las Comunidades de Castilla; el cual celebrará su quinto centenario en fechas próximas.
¿Por qué honor?
Porque después de haber estudiado en profundidad el tema, uno se da cuenta de que lo que peor sentó a los castellanos, cuando los flamencos se hicieron con el poder en Castilla durante el reinado de Carlos I, fue el hecho de ver su honra pisoteada y ultrajada, de sentirse postergados y tratados como si fueran habitantes de territorio conquistado, como ellos mismos decían
¿Cómo está estructurada la novela?
Los capítulos están distribuidos en dos planos temporales que se van alternando hasta llegar al desenlace. Uno de los planos es el presente, en el cual se narran los acontecimientos relativos a la Guerra de las Comunidades. El otro es el pasado, cuyo relato comienza evocando los últimos días del Cardenal Mendoza aquí en su Guadalajara natal y que fundamentalmente gira en torno a la vida de otro paisano nuestro: el carismático capitán comunero nacido en Atienza Juan Bravo.
¿Quiénes eran los comuneros?
La verdad es que los sectores sociales implicados eran de lo más heterogéneo. Si hubiera que generalizar, podríamos decir que, en su mayoría, los comuneros pertenecían a las clases sociales medias: trabajadores de la lana, artesanos, tenderos, comerciantes… Especialmente destacable fue la participación de los miembros de las profesiones liberales, como notarios y prestigiosos juristas. También fue importante el grado de implicación del clero. No en vano, fueron los franciscanos y los dominicos los encargados del aspecto propagandístico, difundiendo desde los púlpitos las ideas revolucionarias. Incluso hubo algún religioso muy activo en el plano militar, como el obispo Acuña.
¿Qué ideales tenían? ¿Cuál era su programa político?
Aquí es donde creo que hay que quitarse el sombrero, pues una de sus principales aspiraciones consistía en que el reino pudiese participar directamente en los asuntos políticos a través de las Cortes, que para ellos eran la institución más importante. Precisamente por eso, todo su afán consistió en dotarlas de mayores atribuciones y de una mayor independencia con relación al soberano, cuyo poder habían de limitar y fiscalizar. Y es que, según el ideario político comunero, el monarca dejaba de estar por encima de la ley y había de cumplirla en igual medida que sus súbditos, debiendo estar siempre al servicio del reino y no viceversa. Otro aspecto importante de su ideario político era su lucha por que en los ayuntamientos hubiese representantes de las diversas clases sociales -elegidos directamente por los vecinos-, junto al cabildo de regidores, el cual estaba formado desde principios del siglo XV por una oligarquía cerrada cuyos cargos se transmitían de padre a hijo. Es decir, lo que pretendían era una mayor democratización de la vida municipal, en aras de restringir el poder abusivo que venían ostentando los grupos privilegiados.
Entonces, ¿fue una revolución de signo medieval o moderno?
Entre los historiadores ha habido opiniones para todos los gustos. Si me pides la mía, yo pienso que, si algo caracterizó a esta revolución, es que fue demasiado moderna, pues Castilla se estaba adelantando a una teoría que en el resto de Europa tardaría aún siglos en cuajar: el principio de representación política; concebir al pueblo como unidad y, en consecuencia, como legítimo depositario de la soberanía. No en vano, los Capítulos de la Junta (una ley que la élite intelectual comunera redactó en Ávila al poco de estallar la revuelta) son considerados como el primer proyecto en España de Constitución política, pues en ellos se otorgaba un papel preponderante a las Cortes como fiscalizadoras del poder del rey, se declaraba la independencia de los jueces y se establecían garantías judiciales al servicio de las libertades y los derechos de los ciudadanos. Si te fijas, es algo muy similar a la división de poderes que Montesquiev proclamaría dos siglos después.
¿Dónde está ambientada la novela?
Principalmente en la Guadalajara renacentista de los Mendoza (conocida en aquella época como la pequeña Atenas por su gran esplendor cultural), y en las tierras que actualmente conforman nuestra provincia, aprovechando dicha circunstancia para describir algunas de sus tradiciones y leyendas; como pueden ser, en lo que concierne a nuestra ciudad, los alardes en la Carrera de San Francisco, las carreras de antorchas o la celebración del Corpus Christi. En lo que se refiere a la provincia, salen a relucir, por ejemplo, la Caballada de Atienza, la leyenda del Caballero San Galindo o el mal llamado Doncel de Sigüenza.
¿Qué le ha llevado a escribir la novela?
La verdad es que la idea de escribir algo sobre la gesta de los Padilla, Bravo y Maldonado surgió hace bastante tiempo, ya que el tema de las Comunidades me ha llamado desde bien pequeño la atención debido al monográfico que al respecto sacó el Nuevo Mester de Juglaría. Me parecía un tema ideal para una novela por su relevancia y la escasa literatura que había al respecto. Pero las circunstancias de la vida mandan y no ha sido hasta ahora cuando he podido ver materializado el proyecto.