Mirando hacia adentro
La Navidad nos viene a recordar cada año, en estas gélidas noches de diciembre, que en el gran teatro del mundo, algunos estamos representando nuestro papel rematadamente mal.
La presión a la que nos someten los días bien merece que de tarde en tarde volvamos a vivir la experiencia de una nueva Navidad. Hay tantas maneras de sentir la Navidad como personas existen. Cada hombre y cada mujer son un mundo, y cada mundo tiene su forma peculiar de vivir estas fechas, tan colmadas de vivencias y de recuerdos. Es la fiesta de carácter familiar por excelencia, la gran fiesta del mundo en la que a todos nos gustaría ser mejores. Dos milenios de un mensaje de paz cambian por unos días la faz de la tierra. Luego todo vuelve a ser igual, la condición humana comienza enseguida a reclamar sus derechos; la laicidad y el descontento, que algunos procuran situar en primera vista emerge de una humanidad sin rumbo, y el hombre -donde entramos todos-, enseguida se vuelve a hundir en su cubil repleto de egoísmos, tornándose de la noche a la mañana en el principal adversario de su condición y dando lugar, en consecuencia, a las más inhumanas desigualdades e injusticias entre su propia especie.
La Navidad nos viene a recordar cada año, en estas gélidas noches de diciembre, que en el gran teatro del mundo, algunos estamos representando nuestro papel rematadamente mal, que la dignidad del hombre, por derecho de creación, es absolutamente igual para unos que para otros, que no puede ser así, que el mensaje del ángel de Belén habla de gloria a Dios en el cielo y de paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Y así, en consecuencia, son varios y de distinto pelaje, los sectores de la sociedad civilizada que sueñan con una Navidad sin Dios y se esfuerzan por vivirla, arguyendo razones de modernidad, conscientes de que es un camino que no llevan a ninguna parte.
Días, pues, que invitan a pensar, a enfrentarse con uno mismo aprovechando el alto en el camino que cada 25 de diciembre nos regala la efeméride del día, y que, como no podía ser de otra manera, te la deseo feliz, amigo lector; también si consideras estas fiestas íntimas de familia, de manera distinta a como yo las veo.