
Pastrana vive con emoción y participación sus tradicionales Cruces de Mayo
Un año más, la villa ducal de Pastrana ha vivido intensamente una de sus festividades más entrañables: las Cruces de Mayo, declaradas Fiesta de Interés Turístico Provincial. Durante los días 30 de abril y 1 de mayo, la localidad se ha llenado de música, flores y devoción, manteniendo viva una tradición secular que une el canto de los mayos con la celebración del Día de la Cruz. Esta festividad, vinculada a la Invención de la Santa Cruz según el rito romano, conmemora el hallazgo de la Cruz de Cristo y se celebra tradicionalmente el 3 de mayo.
La celebración comenzó la tarde del 30 de abril en la Plaza de la Hora, donde los Dulzaineros de Guadalajara animaron el ambiente a pesar del viento fresco. Al caer la noche, en la Plaza del Ayuntamiento, ya se encontraba colocada la imagen de la Inmaculada frente a la puerta principal de la Colegiata. El párroco de la localidad, Emilio Esteban, don Emilio, como todo el mundo lo conoce en Pastrana, supervisaba los preparativos mientras la Ronda de Pastrana ensayaba en el interior de la casa del pueblo, que es el Ayuntamiento.
El alcalde, Carlos Largo, acompañado por los concejales Daniel Cano y Sergio de la Fuente y un grupo de voluntarios, ultimaba los detalles para repartir los tradicionales bollos y limonada tras los cantos, con más de 36 kilos de rosquillas y bollos listos para compartir. Mientras tanto, los Dulzaineros de Guadalajara recorrían la calle Mayor desde la Plaza de la Hora, anunciando que el mes de abril iba ya a convertirse en mayo.
Poco antes de la medianoche, el párroco explicaba que “estamos pasando del mes de abril al de mayo y cantamos los mayos, alabanzas a la Virgen Inmaculada, en la puerta del Ayuntamiento y de la Iglesia. Luego se cantan los mayos a las mozas. En estos dos días, tenemos pequeñas fiestas en los barrios que unen a las gentes de Pastrana”.
A continuación, el regidor tomó la palabra para dar la bienvenida a los numerosos vecinos y visitantes congregados en las calles, afirmando que “no hay mejor forma de dar la bienvenida al mes de mayo que con la Ronda de Pastrana, y sus mayos, jotas y seguidillas”. Largo agradeció expresamente su labor a los voluntarios, operarios municipales, su trabajo en estos días de fiesta, y a José Luis Parra (Discomóvil BM), que aportó desinteresadamente el sonido para la actuación.
A las doce en punto, el reloj de la Colegiata marcaba el inicio oficial del canto de los Mayos a la Virgen, una joya del folclore local de autor desconocido que se ha transmitido oralmente durante generaciones. Seguidamente se entonaron los Mayos a las Mozas, compuestos por el cronista local Francisco Cortijo, firme defensor de las tradiciones de Pastrana. Tras los cantos solemnes, la Ronda dio paso a un repertorio más desenfadado de jotas y coplas populares, mientras se repartían los bollos y comenzaba el recorrido festivo por las ocho cruces que este año decoraron diferentes rincones del municipio. Durante la actuación compartieron escenario tres generaciones de pastraneras de una misma familia, Montserrat Ranera, abuela, Belén Ambite, madre, e Inés Pérez, nieta, que fue especialmente aplaudida cuando cantó aquello de “no soy manchega, soy pastranera”.
Una vez se inició el recorrido por las cruces, la primera parada fue en la calle de las Monjas, donde Mercedes Jabonero, su principal impulsora, recordaba cómo su hijo le construyó una cruz hace años, siguiendo una costumbre que ya mantenía su padre. “La vestimos todos los años. Ahora me ayudan, porque yo ya no me puedo subir a hacerlo”, contaba emocionada. La decoración de este año, principalmente vegetal, incluía cuadros antiguos, un angelito y dos pequeños espejos. Mercedes también elaboró limonada que compartió con los vecinos durante la noche.
En la Plaza del Altozano, vecinos de todas las edades colaboraron en la cruz del barrio, como Óscar Ranera, quien destacaba el carácter familiar de la tradición. “Nuestros padres y antepasados ya la hacían, y estamos orgullosos de seguir nosotros con esta tradición. A nuestros niños les encanta”. La cruz se empieza a montar una semana antes y los días festivos, los vecinos comparten comidas y cenas en comunidad.
En la calle de los Rojos, Cecilio Castaño, casado con pastranera y con orígenes en El Cardoso de la Sierra, explicaba que todo gira en torno a la fuente del barrio. “Es una tradición que celebra la entrada de la primavera. Merienda, comida y cena se hacen en torno a la cruz y la fuente. Es una manera de hermanamiento de los vecinos. Aunque no soy especialmente creyente, me parece fundamental que los pueblos conserven sus tradiciones”.
La cruz del Pilarejo, que no se montó en años anteriores, ha sido recuperada gracias al impulso unido de los vecinos de siempre, con otros recién llegados. Juan Nadador, nacido allí mismo, y veterano pastranero de 84 años, recordaba orgulloso que “toda la vida se ha hecho esta cruz”, después de que este año se haya reunido a vecinos de toda la vida con recién llegados. Como en otras zonas del pueblo, aquí también compartieron paella, barbacoa y chocolate.
También volvió este año la cruz de los Cuatro Caños, ausente de la fiesta durante más de cinco décadas. Juan Julián Henche, de 71 años, mostraba con orgullo una foto de la cruz de cuando él tenía apenas seis o siete años. “Nos hemos juntado unos cuantos amigos y vecinos. Mañana haremos paella, chocolatada, limonada y rosquillas para todos los que nos visiten. Los cuadros decorativos los aportó Javier Gumiel, procedentes de una antigua tienda del pueblo”, contaba anoche en medio de un ambiente festivo y acogedor.
En la calle Melchor Cano, muy cerca de la Plaza de la Iglesia, se instaló una de las cruces más concurridas. María Jesús Cámara reunía a más de setenta personas del barrio. “Pasamos aquí la noche entera. La decoración cambia cada año, pero la cruz se pone siempre en el mismo lugar. Los cuadros que usamos eran de la madre de mi suegra, los conservo todo el año. Esta fiesta es para los niños. Antes se pedía una perrilla para cepillar el traje”, relataba.
La penúltima visita fue a la cruz del Albaicín, en Viga Gorda. Jesús Fraile, otro vecino veterano, comentaba que, aunque ya no aguanta hasta el final de la fiesta, nunca falta. “Lo llevo en el corazón”, decía con emoción, mientras los vecinos se preparaban para la cena y para recibir a la rondalla. Finalmente, la ruta concluyó en el barrio de Fuemperenal, cerrando así un recorrido lleno de color, tradición y sentimiento vecinal.
Las calles de Pastrana permanecieron vivas hasta bien entrada la madrugada, llenas de música, alegría y gratitud, con el acompañamiento constante de la Ronda y los Dulzaineros. El Ayuntamiento de Pastrana agrade a todos los vecinos y voluntarios que, con su trabajo y entusiasmo, mantienen viva esta tradición, demostrando que el alma de Pastrana late con fuerza en cada cruz, cada verso y cada flor.