Patatas grandes que pesen poco


Una de las mayores críticas que se puede hacer a Europa es que se ha convertido en un museo al aire libre donde los nativos del viejo continente somos herederos de uno de los mayores legados de cultura e historia de nuestro tiempo. Pero como toda gliptoteca, hay esquinas, recovecos y áreas marginales de las que es mejor no hablar. Aunque el programa Erasmus ha unido pueblos, gastronomía, costumbres y borracheras, hay muchas zonas que se tapan con miedo y vergüenza. Aunque estamos aburridos de ver el mapa político de Europa y casi podríamos identificar a todos los países de memoria (gracias al fútbol), hay zonas inhóspitas que si no nos las señalan con el dedo, no percibimos su existencia.

Existe un territorio de la Federación Rusa que no se encuentra unido con el resto del vasto país. Kaliningrado, la antigua Könisgsberg prusiana, está rodeada por el mar Báltico, por Lituania y por Polonia. Existe una reivindicación histórica de los distintos gobiernos soviéticos, comunistas o moscovitas de establecer una zona de paso terrestre entre la capital de este oblast y el territorio aliado de Bielorrusia. Esta región, denominado el corredor de Suwalki, es quizá el futuro terreno más peligroso que hay ahora mismo en Europa y el auténtico talón de Aquiles del proyecto Europeo y de la OTAN. ¿Por qué? Porque si el Kremlin decide adentrarse en este espacio, obligaría a una actuación de la Alianza Atlántica por el artículo quinto de su Carta homónima en pleno corazón de Europa, ya que, una omisión de la misma provocaría dejar a los países bálticos aislados y a su suerte. Puede parecer una utopía o un ejercicio de ficción bélica, pero Zelenski lleva más de dos años viendo un cielo estrellado y cómo Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia tienen una bandera distinta. Esto no es nuevo para los vecinos de la antiguas URSS, ya que Georgia, hace menos de una generación, tenía las provincias de Abjasia y Osetia del sur bajo su dominio y ahora son zonas negras en Google Maps para los occidentales. 

    El problema de Rusia no es su capacidad de influencia militar a su alrededor, sino que detrás de Putin, viene su primo el de Baijiu (la bebida alcohólica más típica de China) que reside en Pekín y que desde hace varias décadas domina el comercio mundial y tiene financiación casi ilimitada para hacer lo que le dé la gana en el ámbito del intercambio de bienes y de servicios. Así que el mundo va posicionándose y orientándose poco a poco hacia Oriente, dejando de lado la influencia norteamericana que ha regido con puño de hierro el último siglo y medio de nuestra cronología. Estados Unidos se está retirando del tablero político porque tiene que defender su país y su moneda, dejando de lado a Europa tras 50 años de tutela militar. Bruselas ha levantado leva entre sus miembros y no solo se ha llamado a filas por parte de muchos estados centroeuropeos, sino que ha dicho que aquí hay que pasar la gorra para que, más pronto de tarde, haya que poner una cifra cercana al 3% del PIB para tratar de tener unos recursos propios de defensa y autoprotección, que actualmente no tenemos previstos. España, otrora potencia, apenas gasta un 1,2% de su riqueza en seguridad y viendo como se está poniendo el panorama en el entorno, a lo mejor, por primera vez y por si las moscas, es necesario poner medios para asegurar nuestro entorno. 

    Eso sí, este esfuerzo no será gratis y en un momento donde los tipos de interés están estables aún pagando mucho dinero por la deuda, en una época donde se está exprimiendo al contribuyente o se ordeña al empresario, en un contexto donde los servicios sociales se encuentran muy deteriorados, no es baladí pensar a qué hay que renunciar. Si aparte de nuestro estado de bienestar para compensar el gasto necesario para salvaguardar nuestra identidad o se da una nueva vuelta de tuerca al bolsillo del ciudadano para pagar este peaje por el tiempo que nos toca vivir. No hay que ser hipócritas ni buenistas. Están pasando cosas a nuestro alrededor y no estamos preparados (nunca lo estamos) para un meneo del exterior. Todos queremos patatas grandes y que pesen poco, pero en época de guerra, hasta mis abuelos echaban de menos los tubérculos. Por favor, planifiquemos los imprevistos y los cisnes negros.